e aquí la primicia de la enésima grabación que ha llegado a nuestro poder –que no es pinche– por canales nada ortodoxos. Antes de soltar esta grabación, dudo. Podrá la Procuraduría indicarme sobre la legalidad o no de las grabaciones. O quizás la Suprema Corte. En realidad ya no dudo. Me voy por la libre. Total que yo no fui quien hizo esta sensacional grabación. ¡Allá sus autores anónimos!
(Dicen por Coahuila: si me espían, yo sí me los surto, porque yo sí sé de relaciones que tiene ellos, con mujeres y hombres, y hombres y hombres, yo lo sé.)
Un personaje en la película Mulholland Falls de Lee Tamahori argumenta: Aquellos que aceptan el peso del liderazgo cuentan con ciertos atenuantes. Tú proteges a la sociedad... al hacerlo puedes a veces romper alguna ley, violar la Constitución, la carta de los derechos humanos... pero nada pasa, porque se entiende que esto es parte del costo del liderazgo. Y aceptas los pecados del liderazgo
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Parodio como Cabrera Infante no por odio ni por alegría ni por desazón al cual le falta sazón, papá. A mi góber precioso se le unió la fidelidad y a éste el Ulises, pero no el de Joyce. Ustedes son mis héroes, en verdad que lo son desde siempre y desde hoy, papás. Parodio para desmenuzar la coyuntura actual con seriedad, con altura de miras. Pero las alturas me marean sobre todo con coñac, papá.
A ver, ¿qué necesitas, qué más te damos? Ya hicimos todo, cabrón, pues ahorita estoy en plenitud del pinche poder; tengo el gobierno en la mano. Es más todo lo que te hayan dejado tirado lo levantamos.
(Y, por cierto, quién hizo esas grabaciones que circulan por doquier. ¿Serán piratas o tendrán copyright? ¿Frente a una elección de Estado, una colección de Estado también?)
Así pues, tratando de ser innovador o emprendedor o prendedor de velas de aquéllas que ni tanto que quemen al santo ni tanto que no lo alumbren, me permito preguntarle a la fidelidad para entender lo que hoy acontece con la política, ¿en qué consiste, primero, la plenitud del pinche poder? Y luego, ¿qué es el pinche poder mismo? Convengo, aunque no me vengo porque rencoroso no soy, que comprender la política está en chino..., perdón, perdón. Está en oriental o en occidental.
Pero volvamos a lo central: qué te hace falta, cabrón. Dile al pendejo ése que anda de candidato a gobernador que deje de apendejarse. Que quiero ayu-Duarte, agarras la onda, ayu-Duarte.
Oh jefe, cómo no voy a agarrar la fina y sutil reverberación de su agudo verbo. Toda mi lealtad para usted, jefecito mío. Y aprovecho para recordarle lo que usted tiene pendiente conmigo.
Mejor todas tus lealtades, la tuya sola no me sirve. Es más, cuánto necesitas, pero dímelo, cuánto. ¿Cuál carretera? ¡Una highway de ocho carriles? Pero dime, ¿cuánto, cuánto necesitas?
(¿Pero quién hizo las grabaciones? Ésta sí que es guerra sucia. Las del pasado eran guerras patrióticas).
Las cosas comenzaron a dañarse cuando el presidente de la comisión contra la corrupción confesó que se había educado en una de las Grandes Escuelas. En La Soborna, dijo. ¡Guau! Además se apellida Terroba. Así cómo quieren que los ciudadanos confíen en ellos, papá. Confieso: la voluntad flaquea y la esperanza languidece, papá.
En estas circunstancias sólo falta un guiño para que se produzca la estampida. Ése es el problema de las expectativas. Por eso el Ulises, pero no de Joyce, intervino. Resulta que el presidente de la autoridad electoral declaró que conocía la normatividad europea en la materia porque vivió mucho tiempo en Bélgica. Aclaró, bien ufano, que era egresado de la Universidad de Robaina.
Y después de todo esto que es sin malas vibras, qué nos queda por decir. Stop. Alto. Arretez-vous. Vade retro, Satanás. Que no sé si viene a cuento. Señores, por favor, serenidad, un largo minuto de silencio. Para que los ciudadanos se recuperen de la vergüenza ajena. Papás preciosos. Mis héroes.
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