Tan alarmante como el descastamiento, el conformismo en la Feria de San Isidro 2010
La bravura manipulada te cobra, como la naturaleza, que lo está regresando con creces
Lunes 14 de junio de 2010, p. a50
Quedé alarmado con el descastamiento y el conformismo de los asistentes a la Feria de San Isidro en la plaza de Las Ventas este año. La capacidad de protesta se ha inhibido, incluso en los del tendido siete. Eso sí, grandes llenos las más de las tardes, ambiente en los tendidos y en los alrededores de la monumental, con gente muy bien vestida para eventos que no fueron taurinamente importantes, observa el ganadero Bernardo Muñoz Reynaud, uno de los dueños del centenario hierro de Zacatepec, junto con sus hermanos Alejandro, Juan Pablo y Mariano.
–Entre tanta frivolidad quizá los madrileños se cansaron de su fundamentalismo taurino –le comento.
–Lo que no se acaba de entender –responde– es que las relaciones del ser humano con sus semejantes y con la naturaleza se sustentan en valores esenciales. La confusión de valores a la que algunos llaman crisis de valores, necesariamente se refleja en la fiesta de toros y en sus valores actuales.
Hacer lo correcto y tratar de hacerlo bien, abunda el ganadero, haría del mundo algo muy diferente, incluida la fiesta brava, que inevitablemente se ha plegado a los valores de la época. Además, esta obligación de hacer las cosas bien es para que la siguiente generación las haga mejor.
¿Cómo hacer desaparecer, se pregunta Muñoz, la idea de que todo tiempo pasado fue mejor en un mundo menos ingenuo que el de antes? En la fiesta de toros, se responde, con la bravura de siempre, esa que pide dos credenciales al torero: la vocacional y la técnica. Si lo hacemos de a de veras, es de a de veras. Toda reinvención, toda renovación debe partir de la autocrítica y de la recuperación de valores esenciales. Si no es así, la posibilidad de que la fiesta se vaya convirtiendo en un espectáculo circense es inevitable.
–¿Qué valores taurinos son esenciales?
–La bravura por sobre todas las cosas, y enseguida la integridad, entendida como conciencia ética, y la responsabilidad. Acerca de la integridad alguien dijo: Si la tienes, todo lo demás no importa; si no la tienes, todo lo demás tampoco importa
. Si el toro no llega a toro, todo lo demás no importa. Esta norma ha sustentado la fiesta y el negocio taurino. La aproximación a la norma es factible pero poco recomendable, porque se pone en juego la esencia del toreo.
Hoy se habla de toros manejables
, que es un término tristísimo para el ganadero. El buen ganadero es sólo un administrador temporal del encaste, no un inventor de nada. Muchos ganaderos buscan hacer un toro después de que ya ha nacido, pero la bravura no es desarrollable fuera del vientre de la vaca.
“El negocio de la ganadería brava –continúa Muñoz Reynaud, es todo menos negocio, excepto quizá para el espíritu. Nosotros criamos lo que creemos que debe ser el toro bravo, conscientes de que la emotividad no es sustituto de bravura, principal generadora de la emoción. Lo bravo, si lo manipulas te cobra; si violentas a la naturaleza, te lo devuelve con creces, como lo estamos viendo.
Luego del centenario de la ganadería de Zacatepec –concluye–, decidimos no vender ni una corrida más, pues nos salíamos totalmente del mercado, no de la bravura sino del concepto de lidia que prevalece hoy, por lo que no tenía caso producir lo que el mercado no es capaz de consumir. Nuestras novilladas conservan una bravura más lidiable. La integridad no es de esta época pero deberá serlo de la siguiente como condición de supervivencia de la humanidad”.