Mundo
Ver día anteriorDomingo 2 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Las heridas de Haití

La prostitución se ha incrementado, señalan organizaciones no gubernamentales

Violencia sexual, nueva emergencia en los campos de refugiados por el sismo

Poco a poco, las mujeres remontan el duro golpe que el terremoto propinó al feminismo

Enviada
Periódico La Jornada
Domingo 2 de mayo de 2010, p. 28

Puerto Príncipe, Haití. De color lavanda, el color del movimiento de las mujeres de Haití, en los más de mil campamentos-albergue para la población que perdió su techo el día del terremoto circulan tarjetas con la siguiente leyenda:

¡Si usted o alguien a quien usted conoce ha sufrido una violación, una agresión sexual o algún maltrato, no se sienta culpable! Si usted denuncia los hechos dentro de las 72 horas siguientes, puede salvar su vida. Usted tiene derecho a recibir asistencia confidencial. Al reverso se pueden leer las coordenadas de 10 centros donde se ofrece asistencia médica y legal.

Las tarjetas, distribuidas masivamente en las últimas semanas, intentan hacer frente a una nueva emergencia dentro del estado de contingencia que prevalece desde hace tres meses: la explosión de casos de violencia sexual contra niñas y jóvenes en los campos de damnificados.

Los expedientes son confidenciales y la coordinadora de Solidaridad con la Mujer Haitiana (SOFA), Olga Benoit, pide no citar nombres ni ubicaciones precisas. Pero ahí está el testimonio de esta chica de 19 años, refugiada en Cité Soleil, que sufrió una violación tumultuaria mientras esperaba su turno en las regaderas del campamento. Siete individuos se involucraron en la agresión.

Severamente herida fue remitida a un hospital. Ahí identificó a uno de sus agresores. El muchacho fue detenido. Pero los demás amenazaron de muerte a la familia de la joven que ha tenido que volver al campamento, a convivir con sus violadores. A pesar de todo, ella está dispuesta a continuar con la denuncia.

Otra chiquita, de 14 años, estaba sola en la tienda cuando entró un hombre y la violó. Esto ocurrió en un albergue de Carrefour-Feuilles. El individuo es un conocido de la familia. A la niña ya se le detectó una infección vaginal. En un caso similar, de otra niña de 14, la consecuencia de la violación es un embarazo.

Otra historia es la de una pequeña de 10 años. El violador fue detenido. Pero su familia amenazó de tal modo a la madre de la niña que ésta se desistió del proceso penal –ya que en Puerto Príncipe ni siquiera la violación de menores se persigue de oficio– y ahora el individuo sigue merodeando la carpa donde vive su víctima. Madre e hija se sienten totalmente a su merced.

Hay un expediente que no refiere una agresión sexual pero sí una situación de violencia intrafamiliar insostenible. Es una muchacha de 16 años, con dos hijos. Vive en una carpa con el padre de los niños y sus suegros. Pero éstos la consideran una carga indeseable y la agreden y golpean constantemente, todo en un espacio de dos por tres metros cuadrados. No tiene familia propia.

Este delgado fajo de expedientes, que nos permite ojear la dirigente de SOFA, es apenas un botón de muestra de la explosiva situación que se ha desencadenado en contra de las mujeres y niñas que perdieron sus casas en el terremoto.

La cara femenina del desastre

Se requirió que las feministas que trabajan en la red de organizaciones haitianas, como la Coordinadora de la Plataforma para la Defensa de los Derechos de las Mujeres, Kay Fanm; Mujeres Deciden, Refraka y otras levantaran la voz y llegaran incluso a golpear el escritorio de algún funcionario para que esta problemática alcanzara alguna visibilidad.

El feminismo haitiano fue duramente golpeado por el sismo. Tres de sus principales figuras murieron el 12 de enero: Myriam Merlet, asesora del ministerio de la Condición Femenina; Magalie Marcelin, de la organizació Kay Fanm, y Anne Marie Coriolan, fundadora de SOFA. Sus compañeras, sin embargo, remontaron el golpe y desde los primeros minutos se hicieron presentes en la escena del desastre.

Foto
Afectada por el sismo, en un campamento de Puerto PríncipeFoto Alfredo Domínguez

Una vez cubiertas las necesidades primarias de agua y alimentos, empezó a aflorar la otra cara del desastre: Hubo una negligencia total de la condición femenina en los albergues, apunta Jesi Chancy, militante feminista e investigadora del centro Cresfed. Y lo sigue habiendo.

Las organizaciones de mujeres reclamaron que había que feminizar la ayuda humanitaria: conseguir toallas femeninas, pañales para los niños, facilitar medios de distribución de agua y comida donde no privara la ley del más fuerte, aplicar medidas de prevención para la violencia que finalmente terminó por extenderse.

Un primer recuento realizado por estas organizaciones detectó en los campamentos a más de 7 mil mujeres embarazadas. Decenas de bebés están naciendo ahí mismo, en las carpas, bajo la lluvia. Estas agrupaciones detectaron también que aunque en cada campamento hay un comité coordinador, es muy raro el caso de una mujer que pertenezca a alguno.

Las feministas integraron células interdisciplinarias que recorren los campamentos para ofrecer apoyo psicosocial a las mujeres, para hacer talleres de prevención y sensibilización, abrir canales para hacer posibles las denuncias que muy poco a poco empiezan a abrirse camino. Se logró que en el hospital general se abriera una área específica de ginecología, adonde son canalizadas las mujeres violadas (aquellas que se atreven a denunciar, que son minoría) y ahí reciben atención médica, un kit de anticoncepción del día siguiente y asesoría legal.

Un descubrimiento atroz

Lo que estas células han descubierto es atroz.

“La vida en los campamentos para las mujeres es de total vulnerabilidad –explica Olga Benoit–. Están totalmente expuestas, sin intimidad ni siquiera para bañarse, sin una puerta detrás de la cual puedan recluirse, lejos de las estructuras familiares que la protegían. No sólo se dispararon los casos de hostigamiento y agresión sexual, sino también de comercio sexual. Muchachas que intercambian su cuerpo, o madres que ceden el de sus pequeñas hijas, a cambio de una tarjeta para recibir alimentos, una lona para mejorar su carpa, cualquier ventaja que pueda mejorar un poco su situación”.

A fuerza de denuncias lograron primero llamar la atención de las ONG extranjeras, como Amnistía Internacional, que emitió un informe específico. Después consiguieron que las autoridades tomaran algunas acciones, entre otras crear algunos campamentos exclusivos para mujeres.

Otra medida será el próximo despliegue de mujeres Cascos Azules. Se trata de un batallón de 130 mujeres policías de Bangladesh, más personal de apoyo, que llegará el próximo 12 de mayo, según anunció el secretario general de la ONU Ban Ki Moon. El boletín del centro de información de la ONU no lo menciona, pero el origen de la creación de estos batallones femeninos en las misiones los Casos Azules radica en un antecedente criminal que nada tiene que ver con la pacificación, estabilización y protección de civiles.

En 2005 el organismo mundial se vio obligado a atender en tribunales especiales 340 denuncias de abusos y violaciones sexuales que involucraron a 217 efectivos uniformados y a 123 integrantes civiles de sus misiones de paz en Haití, Congo y Kosovo.

En el caso haitiano había sido precisamente la difunta Magalie Marcellín quien llevó la acusación contra más de 100 cascos azules, que forzaban a niñas hasta de 13 años por tener sexo con ellos a cambio de un dólar. Este hecho vergonzoso persiste aún en la memoria de muchas haitianas.