Productos básicos
Martes 2 de marzo de 2010, p. 28
La seguridad alimentaria resurgirá como un tema prioritario global, luego de haber sido dejado de lado temporalmente durante la recesión mundial. El crecimiento de la población, el temor a una escasez de suministros, el cambio climático y la recuperación de los precios –los cuales tuvieron una fuerte caída a consecuencia de la crisis financiera y económica– significan que la seguridad alimentaria ocupará un lugar prominente en el debate político en los años por venir.
En los meses anteriores a la crisis los precios de alimentos se habían disparado. Según el índice de alimentos y bebidas de EIU (que mide los precios de 17 artículos, entre ellos granos, oleaginosas y azúcar), los precios casi se duplicaron entre 2005 y 2008. Hubo inquietudes de que la cadena de suministro alimentaria mundial pudiera hacer frente a la demanda, sobre el impacto del cambio climático en la producción agropecuaria y las consecuencias sociales de la carestía. Hacia mediados de 2008, 31 países, preocupados por la seguridad alimentaria, habían suspendido o restringido las exportaciones agrícolas.
El declive de la economía mundial ha reventado la burbuja de los precios agrícolas, en parte al reducir el crecimiento del consumo en los hogares. Los números del ganado se han reducido, en reflejo del descenso en la demanda. Las existencias de productos agrícolas han comenzado a crecer de nuevo, con lo cual presionan los precios a la baja y revierten la pauta de la crisis, en la cual las existencias bajaban porque los compradores trataban de evitar pagar precios mayores. (Ese proceso, a su vez, había conducido a una mayor volatilidad en los precios al hacer el mercado más susceptible a pequeñas perturbaciones en la oferta.) Los costos de la energía también han caído desde mediados de 2008, reduciendo los costos de fertilizantes, distribución y almacenamiento. Nuestra previsión de una accidentada recuperación de la economía mundial, y poca presión a la alza sobre los precios de energéticos, sugiere que una repetición de la burbuja de precios alimentarios es improbable a corto plazo.
Sin embargo, las tendencias a mediano plazo sugieren que resurgirán las preocupaciones por la seguridad alimentaria. Si bien los efectos son difíciles de cuantificar, el cambio climático vuelve más difícil predecir las cosechas en países tradicionalmente productores de alimentos. Cuando caen las cosechas, el debate casi de inmediato se vuelve hacia el cambio climático. El alza en el precio de los granos en 2006-08 fue en parte resultado de años sucesivos de sequía en Australia. Los precios del cacao y el café se dispararon en 2009 –pese a un crecimiento muy leve en la demanda– a causa de las pobres cosechas en África occidental, Sudamérica e Indonesia.
Fuerte crecimiento del consumo
El creciente consumo de alimentos presionará también sobre la oferta, debido al aumento de la población. La ONU prevé que la población mundial llegará en 2050 a 9 mil millones, 30% más que hoy. Además, al crecer los ingresos, los consumidores se volverán más exigentes, por ejemplo respecto a mayor contenido de carne en las comidas o tener fruta de temporada todo el año. El consumo de carne en China ha crecido 100% en los 15 años pasados, y el de lácteos va en aumento a una tasa de 20% anual.
Energía vs alimentos
Los temores de desabasto reflejan también las crecientes cantidades de productos agrícolas y de tierra cultivable que se dedican a la producción de biocombustible. La industria estadunidense del etanol consume casi la tercera parte de la producción maicera de EU. En Indonesia, el aumento en las plantaciones de palmera para atender la creciente demanda de aceite de coco para el sector de biocombustibles ha sido acremente criticado por su impacto negativo en el ambiente (desmonte de bosques). Se dice, no sin razón, que la demanda de biocombustible ha contribuido a la fuerte alza en los precios del azúcar en 2009 (si bien la razón principal ha sido probablemente la aguda caída en la producción del dulce en muchas partes, India en particular).
Una posible solución al debate alimentos vs combustible es el desarrollo comercial de biocombustibles de segunda generación hechos de cultivos no alimenticios, residuos de cultivos y desperdicios, los cuales no reducirían la cantidad de productos agrícolas disponibles para consumo humano e incluso se podrían usar para generar electricidad al mismo tiempo, lo cual es particularmente útil en las zonas rurales de países en desarrollo. Sin embargo, por el momento la tecnología está aún en desarrollo y los costos son relativamente altos.
Respuesta política
También hay que tomar en cuenta la dimensión política de la seguridad alimentaria. Pese a la reciente mejoría en el panorama de la oferta y los precios de alimentos, existen claros signos de que los países empiezan a protegerse de los riesgos de desabasto global. Países del golfo Pérsico, conscientes de su dependencia de los alimentos importados, han venido usando su riqueza derivada del petróleo para comprar grandes porciones de tierra de cultivo en países como Pakistán, la Comunidad de Estados Independientes e Indonesia. Se podría alegar que es una transferencia benéfica de capital a los países en desarrollo y un útil reciclamiento de petrodólares, pero tales movimientos podrían también conducir a un aumento del nacionalismo y el proteccionismo.
De hecho, la respuesta de muchos países productores a la carestía de alimentos ha sido restringir las exportaciones. Así lo hicieron India, Vietnam y Camboya cuando los precios del arroz se dispararon a principios de 2008. Argentina aplicó restricciones, sobre todo impositivas, a muchas exportaciones agrícolas, y Rusia impuso derechos a la exportación de trigo. La escasez de alimentos, a veces junto con las alzas de precios, condujo a disturbios civiles, con manifestaciones públicas, en al menos 30 países en la primera mitad de 2008.
Las principales economías europeas han cuestionado en público si es ético comerciar en mercados de cambios bienes de uso humanitario, como productos agrícolas. Como la mayoría de las culpas se atribuyen a especuladores, los gobiernos demandan controles más estrictos de los mercados de futuros. Sin embargo, aunque nada hay de malo en procurar transparencia en esos mercados, gran parte del esfuerzo parece tener motivación política, pues los gobiernos se afanan en mostrar al público que dan pasos para reducir los precios de alimentos y energéticos.
Pronóstico
Mientras los gobiernos están obsesionados con liberar a sus países de la recesión sin crear burbujas inflacionarias o monstruosas cargas de deuda, poca atención se presta al riesgo de una crisis alimentaria global. También hay falta de consenso respecto de lo que se debe hacer para prevenir esa crisis, aparte de un amplio acuerdo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y contener el cambio climático. Parece probable que los científicos tendrán que encargarse de encontrar formas de usar la tierra con mayor eficiencia y sustentabilidad desarrollando cultivos más resistentes y de mayor rendimiento, al encontrar nuevas formas de almacenar y conservar alimentos, y mejorar la eficiencia de los métodos de producción en cuanto al uso de agua y energía.
Sin embargo, nada de esto evitará que la seguridad alimentaria siga siendo un tema altamente politizado y potencialmente explosivo. Es probable que los gobiernos continúen haciendo lo que puedan para proteger las existencias de alimentos y construir reservas estratégicas, sea en su territorio o en el extranjero. En algunos casos esto conducirá a fricciones internacionales, pero como la alternativa es la inquietud social interna, los gobiernos tendrán pocos reparos en competir con otros países por los suministros.
Fuente: EIU
Traducción de texto: Jorge Anaya