erlín, 21 de febrero. Por una ocasión, los premios otorgados por el jurado sí respondieron en general a lo que hubo de calidad en la mediocre Berlinale recién concluida. Tal vez la presidencia de Werner Herzog influyó en la sensatez, aunque él mismo protagonizó un escándalo cuando hace unos 15 años, en el festival de Cartagena, convenció a sus compañeros de jurado de que ninguna película merecía premio y debían quedarse todas los categorías desiertas.
Si bien uno hubiera preferido que el Oso de Oro se lo llevara la película rusa Kak ya provel eti letom (Cómo pasé el verano), de Alexei Popogrebsky, también era comprensible que el jurado se inclinara por la turca Bal (Miel), de Semih Kaplanoglu. Tal vez la única injusticia fue el ninguneo a la danesa En familie (Una familia), de Pernille Fischer Christensen, que hubo de conformarse con el Premio de la Crítica designado por FIPRESCI.
Pero el reparto fue razonable aun cuando incluyó el acto solidario de nombrar a Roman Polanski mejor director del certamen. Aunque no hay duda de que The Ghost Writer está realizada con pericia formal, ni el exégeta más delirante del cineasta polaco podría defender su importancia en su obra reciente. Obviamente Herzog y compañía quisieron abogar en su favor, dado el problema legal en el que sigue embrollado.
Una previsible premiación para un festival que dio poco sobre qué entusiasmarse. No es sólo mi impresión particular. En la influyente publicación Variety, el crítico Derek Elley apuntaba: La selección oficial de este año se ha mostrado de una manera digna pero aburrida, como un festival gigante que camina en cámara lenta. Escasos son los títulos que han generado alguna emoción o discusión acalorada, y hasta hay aún menos gente clama haber hecho hallazgos
. Elley añade: A diferencia de otros años, ninguna de las secciones paralelas ofreció verdaderos descubrimientos, ya sea en el nivel gay/político de Panorama, o el progresivo/experimental del Foro
.
No es que quiera uno ensañarse con el chino Zhang Yimou, pero seguro fue, si se mide la desproporción entre las expectativas y el resultado, quien más decepcionó con Una mujer, una pistola y una tienda de tallarines, su remake mal concebido de Simplemente sangre, de los Coen. También fue el año del resbalón para muchos otros profesionales por razones climatológicas. Hace mucho no nevaba tanto en Berlín durante el festival y el hielo formado sobre las aceras hacía a la gente caminar como si se hubiera enjabonado su paso. Varios fueron los asistentes accidentados; entre ellos, un distribuidor mexicano se luxó el hombro y un funcionario indio se rompió una pierna. Uno que ha padecido esas circunstancias hace votos por su pronta recuperación.
Al parecer, las críticas tuvieron su efecto en la dirección del festival. En los últimos días Dieter Kosslick –apodado El Guasón entre la prensa, por su propensión a contar chistes en público– anunció la formación de un grupo de asesores para el comité de selección. O sea, asesores de los asesores. Por lo pronto, se le podría recomendar no programar más ninguna otra película con la palabra mamut, o sus derivados, en la competencia. Después de los abucheos recibidos por Mammoth, del sueco Lukas Moodyson, el año pasado, y la indiferencia generada ahora por la francesa Mammuth, sería prudente cambiar de paquidermo.