Sociedad y Justicia
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“No queremos pueblo mágico, sino fábricas para trabajar”, dice una mujer al Presidente

Reclamos de damnificados marcan el recorrido de Calderón por Angangueo

El mandatario visita la comunidad por vez primera, 12 días después de la tragedia

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El jefe del Ejecutivo, Felipe Calderón, durante su recorrido por la comunidad afectada por el desgajamiento de un cerro, ofreció a los habitantes agilizar la entrega de ayudaFoto Alfredo Guerrero
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 16 de febrero de 2010, p. 37

Angangueo, Mich., 15 de febrero. A un grupo de damnificadas por la tormenta que destruyó Angangueo no les convence la afirmación del presidente Felipe Calderón de que su pueblo, hasta hace dos décadas rico enclave minero, tiene un nuevo mineral: el turismo. “No queremos pueblo mágico, sino fábricas para trabajar”, le espeta una de ellas en relación con la etiqueta que pretenden ponerle a la comunidad para atraer paseantes.

Doce días después de la tragedia, que acabó con 80 por ciento de este pueblo, el mandatario visita por primera vez a sus paisanos, quienes aún buscan a una niña y una anciana que están sepultadas bajo toneladas de tierra debido a que se desgajó un cerro, y recogen de entre los escombros sus pertenencias y remueven muros, carcasas de carros y troncos de árboles.

Cuando llega a un albergue habilitado en el municipio vecino de Ocampo, encuentra a otras mujeres que no quieren escuchar más la promesa de que Angangueo será pueblo mágico. Queremos trabajo para sacar a nuestros hijos adelante. Ya no se lo pedimos, se lo exigimos, expresa la primera.

Otra afirma: no hay trabajos aquí. Que haya fábricas de lo que sea. Y demanda no más carreteras, porque se destruyen los árboles que protegen del caudal del río.

Mientras las señoras lo rodean, algunas con bebés en brazos, Calderón expone que los empleos no se crean por decreto. Agrega: les puedo echar la mano por ahorita con empleo temporal, pero no tengo permiso del Congreso para hacerlo permanentemente.

Al caminar por la calle El Sauz, partida por el río, que destrozó banquetas, los hermanos Hernández hacen un círculo en torno del Presidente y le dicen que no encuentra a una niña de 14 años y exigen que los apoyos lleguen directo a las familias. A Bernardo le tiembla la boca cuando explica que hay algunos que se quieren aprovechar de las ayudas de la Secretaría de Desarrollo Social. Su hermano Felipe lo secunda: usted sabe que hay manos negras. Le pedimos que todo sea transparente.

En este municipio, gobernado por el petista Alfredo Olmos, el Presidente responde que le queda claro y promete entregar cheques en nombre de los beneficiarios para eludir a los intermediarios y reconstruir el pueblo.

Los habitantes de Angangueo no ocultan su desesperación ante Calderón y el gobernador Leonel Godoy, quien lo acompaña en el recorrido. Queremos hechos, no palabras, gritan varias mujeres cuando pasa frente a ellas, y un hombre muestra una pancarta al convoy presidencial, la cual decía: señor presidente, nos está matando de hambre el precio tan alto del fertilizante.

Al llegar a la plaza, donde se concentran cientos de personas para ver a los visitantes, Dolores Zamudio, habitante, alza la voz y advierte: nos da temor que se dé un hundimiento. Que no nos engañen, que nos digan si se va a poder seguir viviendo aquí para regresarnos.

Mire, señora, no soy geólogo, contesta Calderón, y añade con el lenguaje directo que usó con otras personas: no le quiero mentir. Eso, creo, deben decirlo los técnicos. Mi impresión es que fue un problema de deslave, de falla geológica o de falla de mina. Pero mire, para estar ciertos, vamos a hacer lo que los técnicos digan. Creo que su veredicto será el que nos pondrá tranquilos.

Así, los técnicos decidirán el futuro de este pueblo, cuyas minas de oro y plata fueron explotadas desde el siglo XVII por los españoles, hasta que en los años 50 del siglo pasado la American Smelting and Refining Company fue la última de varias empresas europeas que las abandonó, cuando 25 mineros murieron en un accidente.

Cerrado en 1991 por incosteable, el yacimiento ya no da empleo a los pobladores, y con la destrucción que provocó la granizada del 4 de febrero hay pocas esperanzas. Un hombre refiere a Calderón que trabaja de albañil en Atizapán de Zaragoza: tenemos que salir cada ocho días y dejar a nuestras familias. Necesitamos empleo y que paguen salarios dignos.

“La idea es que Angangueo sea pueblo mágico para que atraiga más turismo”, insiste el mandatario.