Opinión
Ver día anteriorViernes 29 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Haití y el averno
A

penas despuntando el nuevo año que se muestra tan difícil como incierto, nos sacudió la terrible tragedia del devastador terremoto acaecido en Haití.

Durante estos 17 terribles días nos hemos visto bombardeados por imágenes y relatos de sucesos cada vez más siniestros. Dando bandazos entre el espanto y la consternación hemos visto los matices extremos de la conducta humana, desde la ternura y el altruismo hasta las conductas más abyectas y criminales.

Hemos transitado del shock inicial a la consternación y la tristeza, y asimismo a la rabia y la impotencia. Llega el momento de rehacernos un poco y dar paso a la razón y la reflexión en paralelo al duelo y a los intentos de elaboración de la situación traumática que por momentos se nos hace indigerible.

De entre la multiplicidad de hilos negros que están anudándose en esta tragedia (muerte, hambre, destrucción, robos, saqueos, violaciones, tráfico de infantes, asesinatos y carencias brutales a todo nivel y en proporciones que rebasan y desbordan a cualquier ser humano) hay dos puntos que quisiera destacar: la magnitud de la neurosis traumática y la trágica historia del pueblo haitiano, ambas íntimamente entrelazadas.

Si bien el origen de la catástrofe en Haití es imputable a causas geológicas no causadas por el hombre (sin olvidar las terribles consecuencias que vivimos a causa del cambio climático, debido a nuestro comportamiento ecocida), la terrible magnificación de los estragos sí lleva la huella de la destructividad humana. Sismos de similar magnitud han acontecido en otras latitudes sin llegar a desembocar en un infierno dantesco como el que se vive en Haití.

El pueblo haitiano desde su origen ha sido golpeado por la adversidad: esclavitud transgeneracional, colonialismo, ocupaciones, embargos, seudoindependencia, dictaduras brutales, gobiernos corruptos con su consiguiente estela de explotación, vejación, discriminación, coartación de posibilidades de desarrollo autónomo y de los más elementales derechos humanos y pobreza extrema.

A la par ese destino de marginalidad permanente ha sido caldo de cultivo para neurosis traumáticas también transgeneracionales, caracterizadas por dejar secuelas del trauma por sumación, y de los duelos inelaborables que los han incapacitado para lograr superar sus condiciones de miseria y seguir siendo carne de cañón para los depredadores.

Ante tales circunstancias, cuando no han sido vapuleados y explotados por otras naciones, debido a su precaria estructura emocional, social, económica y política, han sido explotados por villanos de su propia etnia, debido a que en la neurosis traumática uno de los mecanismos de defensa (muy primitivos por cierto) utilizados es la identificación con el agresor; de allí que se elijan o se soporten líderes sádicos.

Aun cuando nos consterne ver tanta barbarie y destructividad, no debería sorprendernos. Todas estas aterradoras manifestaciones de la naturaleza humana fueron descritas y bien puntualizadas por Freud: neurosis traumáticas, trauma por sumación, sadismo, masoquismo, compulsión a la repetición y pulsión de muerte, narcisismo, fenómeno regresivo a etapas pregenitales, donde las manifestaciones de lo más arcaico y destructivo afloran y se actúan hasta la irracionalidad y la crueldad más extremas, los fenómenos de masas donde el yo individual se diluye, las conductas fratricidas y la criminalidad y la parte negra que a todos nos habita.

Los expertos creen que la reconstrucción de Haití llevará por lo menos 10 años. ¿Y los duelos y traumas inelaborables? Mucho tendremos que reflexionar al respecto.