Señor del campo bravo
an quedando pocos. Antes que la edad se les viene encima la frivolidad de la época, que simplona y tenaz ahuyenta de las dehesas el concepto fundacional: bravura, la única, la que dio apellido y estirpe a la fiesta de toros, convertida por los varones del dinero, no de la sensibilidad, en fiesta de tres o cuatro toreros, corrijo, de tres o cuatro afamados que confunden la grandeza con la comodidad.
Luis Barroso Barona (México, DF., 21 de enero de 1928-6 de enero de 2010), fue uno de esos ganaderos de bravo que a sus sólidos conocimientos pecuario-taurinos añadió otra cualidad: excepcional intuición para presentir y efectuar empadres o cruzas significativas para el prestigio del espectáculo, de su ganadería y del torero, a partir de la emoción única de la bravura con buen estilo, de la transmisión con toreabilidad.
Alquimista de la zootecnia que supo formar venturosa alianza con la naturaleza para producir toros con tauridad –con presencia, bravura y nobleza no sólo para propiciar grandes faenas sino además para, con su casta, dar espectáculo a lo largo de la lidia–, Barroso Barona fundó en 1948 la ganadería de Mimiahuápam, en la ex hacienda de San Miguel de Mimiahuápam, municipio de Tlaxco, Tlaxcala, y durante los siguientes 25 años sus toros escribieron brillantes capítulos a escala nacional e internacional, a la vez que contribuyeron a consolidar la carrera de no pocos toreros de prestigio, entre otros la de Manolo Martínez.
En insólito hecho, dada la tradicional cerrazón del medio taurino español hacia lo extranjero, don Luis logró lidiar, gracias a sus éxitos en México y Sudamérica, un encierro de Mimiahuápam en la plaza de Las Ventas, en Madrid, en plena Feria de San Isidro, el 22 de mayo de 1971. El cartel lo completaban el mexicano Antonio Lomelín, que cortó una oreja, y los españoles Victoriano Valencia y José Luis Parada, que se fueron en blanco. Tras el prolongado viaje en barco, las reses tlaxcaltecas se recuperaron y aclimataron durante casi un año en la finca Los Alburejos, de don Álvaro Domecq.
Esa tarde fue memorable para los presentes y ejemplar para los ganaderos de bravo de todo el mundo, ya que varios de Mimiahuápam fueron aplaudidos en el arrastre por su gran juego y dos de ellos, Cariñoso y Amistoso, segundo y cuarto de la tarde, respectivamente, recibieron el honor, en la torista Plaza de Las Ventas, no en la mitotera México, de la vuelta al ruedo a sus despojos. Misión cumplida, don Luis.