ebastián Castella se presentó en la Plaza México después de dos años de espera por parte de la afición. No defraudó las expectativas que se crearon en torno a su toreo. El francés logró realizar una faena fuera de serie que malogró con la espada. Sebastián se ha consolidado como un torero dominador a carta cabal. Desde que se abrió de capa hasta que se despachó a su último enemigo de regalo, se mostró como un dominador de los cites y las distancias. En última instancia dueño de una inteligencia torera no desprovista de estética.
Lástima que se le pasa la mano de inteligente y se presenta a lidiar unos novillones de Teófilo Gómez (el quinto y el de regalo) indignos –o ya no se sabe– del coso de Insurgentes. No sólo daña esta tenebra a la sencillez austera, a la pureza expresiva de Sebastián sino que perjudica su quehacer torero; esfumándolo, al escamotear gran parte de la belleza que emana de su capacidad artística.
En la misma forma no requiere de una cierta teatralidad coaccional para llegarle a los sentimientos y opinión a un público ineducado y frívolo. Sebastián ha realizado una de las faenas más bellas vistas en los años recientes en la México. Faena que implica una evolución dentro de su trayectoria. Su torear expresaba el refinamiento melancólico de una sensibilidad cargada de sensualidad que rápidamente conecta con los aficionados y aficionadas. Lleno de una inédita euritmia, sin trágica desesperación. Al contrario, relajado, muy relajado, conquistador del coso desgranaba los pases ligados en donde sobresalía el ritmo torero.
Lo que pudo haber sido un triunfo apoteósico, quedó en un simple triunfo. Gracias a los toros de Teófilo Gómez con los que jugaron al toro, él y sus compañeros de terna. Los toros pasaron la suerte de varas jugando a que recibían un puyacito. ¡A lo que hemos llegado! El de la faena grande, un bombón de fantasía, planeaba, inofensivo. Sebastián se encargó de la transmisión al tendido que le faltaba al toro. Tiene muy hecho el pase de pecho con la izquierda enlazado a un pase natural de dos tiempos, dejando la muleta en el hocico del toro y que en virtud de su invalidez queda en el terreno del torero, consiguiendo la espectacularidad del pase, pese a no tener mando. Más, sobrecargado de emoción. Los aficionados esperamos la reaparición de Sebastián. Ojalá y no sea dentro de dos años.