l fin de año, como parte de mi investigación, tuve nuevamente la oportunidad de pasar unas semanas en Estados Unidos entrevistando a trabajadores migrantes mexicanos que se encuentran en algunas comunidades de la costa este de Estados Unidos. Uno de mis objetivos era conocer cómo estaban enfrentando la crisis y si había alguna disparidad con la situación vivida a finales de 2008.
Encontré algunas diferencias. En primer lugar me pareció que se sentían más tristes de lo que había observado el año pasado, debido en gran parte a la mayor incertidumbre en relación con su situación laboral. Presentaron mayores niveles de desempleo, y habían disminuido sus horas de trabajo. En consecuencia, sus salarios también se vieron afectados, lo que repercutió en las remesas, lo cual era un motivo más de tristeza, pues si se habían trasladado a Estados Unidos era para trabajar y así poder ayudar a su familia.
Sin embargo, cuando se les preguntó si pensaban volver a México, la respuesta de la inmensa mayoría fue un rotundo no. En primer lugar porque son conscientes de que la situación en México es bastante peor, no sólo porque hay menos oportunidades para encontrar un empleo, sino que vivir con el salario mínimo es inaceptable, sobre todo con el vergonzoso aumento de 2.60 pesos, que ni siquiera les permitiría adquirir la canasta básica. Todo ello a pesar de que en Estados Unidos tuvieron que incrementar sus ya de por si altos niveles de austeridad, obligados a restringir paseos y cualquier gasto que pudiera parecer superfluo.
Los viajes a México para ver a sus familias también se limitaron, no sólo por la falta de dinero, sino en gran medida por su condición de indocumentados. No estaban dispuestos a sufrir nuevamente el horror de la frontera, pero sobre todo, porque el pago verdaderamente excesivo que habían tenido que pagar a los coyotes seguía pesando sobre ellos. Así que la tristeza era clara en sus rostros al tener que enfrentar una realidad que sienten siempre ajena.
¿Cuáles son las perspectivas para el fenómeno migratorio en 2010? Habría que considerar un posible escenario, el cual tiene que ver con la eventualidad de que Barak Obama cumpla con su promesa de poner a debate la cuestión de la reforma migratoria. Diferentes estudios han señalado la importancia para el propio Estados Unidos de que sea una reforma integral, es decir, de que se legalice a los 12 millones de indocumentados que se encuentran en el país vecino, y no sólo por la importancia económica de ese grupo laboral, sino también por cuestiones demográficas.
Los opositores a la reforma integral siempre ponen como ejemplo el supuesto fracaso de la Ley IRCA o Simpson-Rodino, que si bien amnistió a 2.7 millones de indocumentados no impidió que en la década siguiente se disparara la migración indocumentada. Pero justamente, este el ejemplo histórico perfecto que sirve para evitar que se repita el error del 86. ¿Qué pasó?, que si bien se amnistió a los indocumentados, al mismo tiempo se intentó sellar
la frontera con diversos programas, y reducir drásticamente las visas de trabajadores temporales, lo que llevó al crecimiento impresionante de los indocumentados, pues Estados Unidos a partir de los años 90 iniciaría un extraordinario crecimiento económico y los contingentes extranjeros le resultaban absolutamente necesarios.
Lo que ha quedado claro, sobre todo con la crisis actual, es que los migrantes se desplazan si saben que van a encontrar un trabajo, de lo contrario sus flujos se retraen en forma significativa. Pero si hay trabajo y en su país no lo encuentran, entonces pasarán por lo que sea. Por tanto, para evitar la indocumentación, Estados Unidos tiene que compaginar sus necesidades económicas con las visas laborales, siempre y cuando estas visas no supongan al mismo tiempo la negativa absoluta para que algún trabajador, en caso de que así lo desee, pueda no sólo cambiarse de trabajo, sino residir en el país. Los países receptores deben recordar que si bien piden trabajadores, reciben seres humanos
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Esta visión, que articulara la legalización con un programa de trabajadores temporales, permitiría que los migrantes tuvieran salarios justos y beneficios laborales, tales como los que reciben los nativos. Pero lo más importante, podrían ir y venir, manteniendo a sus familias unidas y con la posibilidad de revertir una tendencia migratoria que sin duda se ha convertido en una sangría para el país, la cual se agaravaría en el momento en que el país les ofreciera dignas condiciones de vida.