El garlito de la Casa Blanca
uevamente se menciona en la Casa Blanca la intención de elaborar una propuesta que permita superar las inconsistencias del sistema migratorio. Pareciera que Obama está dispuesto a enfrentar las consecuencias de una propuesta que será objeto de nuevas tensiones. Dicha reforma habrá que entenderla y aquilatarla en el contexto de lo que su gobierno ha logrado. A un año de haber iniciado su gestión hay signos positivos que habrán de reconocer hasta los más escépticos críticos de Obama. Es casi un hecho que su propuesta para reformar el sistema de salud se convertirá en ley. La economía ha reaccionado positivamente a los paquetes para salir de la crisis. El desempleo está por arriba de 10 por ciento, pero la disminución paulatina del número de personas que buscan trabajo es un signo alentador. En Copenhague obtuvo un éxito relativo al convencer al gobierno de China sobre la necesidad de disminuir sus emisiones de CO2.
Por ello, el lanzamiento de una nueva propuesta migratoria parece riesgoso, no sólo porque la bancada republicana en el Congreso hará todo lo posible para obstaculizarla, sino porque incluso algunas de las organizaciones que tradicionalmente han apoyado al Partido Demócrata parecen estar en desacuerdo con algunos de los capítulos de dicha reforma, uno de ellos el programa de trabajadores temporales. El impulso de la reforma tendría como razón fundamental el cumplimiento de una de las promesas que Obama hizo: dar a los latinos indocumentados un estatus legal que les permita vivir en el país sin el peligro de ser deportados y separados de su familia. Cabe recordar que entre las exigencias de una parte de los legisladores para aprobar la reforma migratoria está la de primero reforzar la seguridad en la frontera y castigar a quienes contraten trabajadores indocumentados. Dicha exigencia se está cumpliendo. Y, aunque dichas medidas no son vistas con simpatía por las organizaciones que defienden los derechos de los indocumentados, son un mal necesario para lograr que más de 12 millones de ellos puedan permanecer en el país.
No es nada nuevo que los tiempos electorales suelen complicar las discusiones de cualquier reforma, particularmente la migratoria. En noviembre de 2010 se renovará la Cámara de Representantes, por lo que a partir del mes de abril toda la discusión política se enfocará hacia las campañas. En ese contexto, las discusiones sobre la reforma muy probablemente quedarán relegadas a segundo término, o peor aún, que los migrantes, documentados o no, se conviertan en rehenes de quienes por diferentes razones los ven como un estorbo para el país. Vale la pena el garlito, ya que de aprobarse una reforma migratoria que sea benéfica para los indocumentados, quienes la promuevan y aprueben tendrán asegurado la mayoría del voto latino en las próximas elecciones.