Opinión
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El caleidoscopio de Conlon Nancarrow
D

espués de muchos años de ofrecer exhibiciones de su música para pianola en su estudio ante unos cuantos conocidos, Conlon Nancarrow aceptó presentar parte de su repertorio en una sala del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México. Había estado alejado de los ejecutantes y de la presentación pública de su obra en lugares abiertos durante años. No hizo publicidad del concierto. Esperaba que asistieran apenas unos cuantos amigos.

Poco antes de comenzar la audición, Nancarrow pasó al escenario para colocar en el piano mecánico el primer rollo de papel perforado con una de sus creaciones. El instrumento musical comenzó a reproducir automáticamente la composición. Al terminar la pieza el artista subió para insertar una nueva obra. Así lo hizo en sucesivas ocasiones a lo largo de la noche, hasta agotar el programa.

Al concluir cada una de las ejecuciones, a pesar de que no había músicos que interpretaran los estudios, los asistentes aplaudieron. Tímidamente, el compositor agradeció el reconocimiento inclinando su cuerpo hacia adelante. La ovación siguió y Nancarrow hizo una reverencia y señaló con la palma de la mano al héroe de la jornada: la pianola. Según escribió Annette Margolis, segunda esposa del artista, el auditorio rió. Al final de la audición, la multitud lo vitoreó mientras gritaba ¡oles!

Hasta antes de la década de los 80 del siglo anterior, Conlon Nancarrow fue relativamente desconocido. Sin embargo, revolucionó la música. Influido por la lectura del libro Musical Resources, de Henry Cowell, con trabajo arduo, intuición y gran talento anticipó algunos de los derroteros por los que la creación artística electrónica caminaría a partir del uso de las computadoras.

Sus piezas usan una polifonía (conjunto de sonidos simultáneos en el que cada uno expresa su idea musical, conservando su independencia, formando con los demás un todo armónico) basada en distintos tempos (velocidad con que debe ejecutarse una pieza de música). Reproduce estructuras rítmicas de gran complejidad basadas en la idea de que las frecuencias sonoras y rítmicas pertenecen a un mismo ámbito constructivo. Para ello recurre al piano mecánico. “Con la pianola –explicó el artista– siempre hice lo que quería hacer.”

Nancarrow nació en 1912 en Texarcana, Estados Unidos. Ejemplo genuino de una generación que actuó con libertad de juicio, que hizo de lo pensado lo vivido, que presintió el advenimiento de una nueva época, terminó haciendo de su soledad el crisol en el que forjó una obra que puso la periferia en el centro. El compositor György Ligeti consideró su creación como algo grande e importante para toda la historia de la música. Su música es tan brutalmente original, disfrutable, perfectamente construida, pero al mismo tiempo emocional... Para mí, al día de hoy ésta es la mejor música de cualquier compositor vivo.

Aunque es conocido fundamentalmente por su producción artística, la vida del Conlon Nancarrow fue un caleidoscopio único. El ritmo intenso de su creación sonora fue también el sello que marcó su existencia. Composición musical, compromiso político y vida personal fueron los tres espejos que formaron el prisma triangular en el que se reflejaron las imágenes multiplicadas simétricamente, dibujando figuras llenas de colores y formas originales.

El compositor mexicano Julio Estrada escribió que Conlon era un asceta gozoso. “Caso único en la música occidental del siglo XX –afirma Carlos Sandoval, durante años su asistente– la obra de Nancarrow es singularmente autobiográfica; en ella se refleja no sólo el hombre creador, sino también el hombre cotidiano, enclaustrado, sencillo y feroz.”

Hombre rebelde, amante e intérprete de jazz, rechazó la educación escolarizada. De joven estudió trompeta con un agradable anciano borracho. Autodidacta en muchos terrenos de su vida, admitió que la única enseñanza formal importante que hice fueron los estudios que tuve, en estricto contrapunto, con Roger Sessions. Ése fue el único entrenamiento formal que tuve. Bach y Stravinsky influyeron en su formación. Comenzó a componer desde los 15 años.

Desde muy joven fue un rojo. A partir de los 10 años de edad leyó, en secreto, los Little Blue Books, serie de panfletos editados (y con frecuencia escritos) por Haldeman Julius, antiguo militante de los Trabajadores Industriales del Mundo (los Wobblies), cuyo lema era una ofensa a uno es un ataque a todos y, su objetivo, promover la solidaridad obrera en la lucha revolucionaria contra la patronal. Cuando su madre encontró el material que su hijo escondió en su casa, dijo: Ahora entiendo qué fue lo que le pasó.

Más que dominar la política pareció padecerla. En Boston trabajó activamente consiguiendo fondos para el Partido Comunista de Estados Unidos. Para celebrar el décimo aniversario de la muerte de Lenin organizó, en 1934, un concierto en su memoria.

En 1936, Nacarrow se unió como soldado raso a las Brigadas Abraham Lincoln, el grupo de voluntarios estadunidenses que peleó en la Guerra Civil española al lado de la República. Peleó en España dos años. Enfermó de hepatitis, fue enviado de contrabando a Barcelona en un buque de carga y, al triunfo de los falangistas, cruzó Los Pirineos a pie rumbo a Francia.

Cuando en 1940 el gobierno de su país le negó la renovación de su pasaporte, al igual que hizo con otros integrantes combatientes contra el franquismo, Nancarrow huyó a México. Se convirtió en un exiliado político. Aquí aprendió español. En 1953 perdió la nacionalidad estadunidense; un par de años más tarde obtuvo la mexicana. Al final de su vida rechazó la oferta de Washington de restituirle su nacionalidad, si renegaba de su pasado político.

Educado en el seno de una familia protestante, fue un hombre que vivió su vida con intensidad poco común. Le gustaba fumar cigarrillos de tabaco oscuro sin filtro, como los Partagás cubanos, los Gauloise franceses y los Delicados mexicanos. De vez en cuando se daba unos toques de mariguana sembrada en su jardín. Era un gran bebedor de alcohol y café exprés. Disfrutaba enormemente comer todo tipo de platillos, vísceras y quesos fuertes incluidos. En su enorme biblioteca abundaban libros de cocina.

El 10 de agosto de 1997 su corazón dejó de latir. Como muestra la biografía que sobre él escribió Jürgen Hocker, dejó como herencia más de 60 estudios para pianola y una vida tan genuina que hace palidecer a las más atrevidas producciones cinematográficas de Hollywood.