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Los visitantes descubren que las explicaciones son innecesarias para admirar las obras

Felguérez y Friedeberg, en Bellas Artes, invitan a otros mundos

La producción del arquitecto es desquiciante, con mucha imaginación, tanta, que a veces se pasa, señaló un asistente

La muestra del zacatecano permanecerá hasta febrero de 2010

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En el aparente caos siempre aparece una suerte de emblema de Freideberg: la manoFoto Guillermo Sologuren
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Manuel Felguérez: invención constructiva invita a descubrir a uno de los mejores exponentes mexicanos del arte abstractoFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Martes 29 de diciembre de 2009, p. 2

Imaginar, habitar otros mundos, otras texturas, descubrir ideas, compartir sorpresas. Gozar la belleza y el misterio de obras que no necesitan explicaciones expertas para ser admiradas es la experiencia que brinda la visita a las exposiciones dedicadas a Manuel Felguérez (Zacatecas, 1928) y Pedro Friedeberg (Florencia, Italia, 1937), que se presentan estos días en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

¿Cómo es un corazón habitable? El artista Pedro Friedeberg lo imagina como una bella residencia victoriana, con ocho ventanas, seis puertas y dos escalinatas exteriores que conducen a un muelle, donde están dos barcos siempre listos para zarpar al lado de seis peces que juguetean con las olas.

En el techo de esa mansión se observan las cuatro cavidades del músculo vital y la antena de una tele; como fondo, el cielo impecable, con el Sol y la Luna al unísono, observando ese hogar.

Esta imagen, que enciende la curiosidad y los sueños del espectador, es una de 185 piezas (pinturas, serigrafías y ensamblajes) que conforman la exposición retrospectiva Pedro Friedeberg: arquitecto de confusiones impecables.

Nacido en Italia, en la era de Mussolini, pero afincado en México, donde fue discípulo de Mathias Goeritz (1915-1990) y de una institutriz zapoteca, como menciona en su biografía, Friedeberg se asume como inventor de un sinfin de estilos arquitectónicos, así como de una nueva religión y dos ensaladas.

El artista inyecta ese sentido del humor a cada una de sus obras, profundamente profundas, que dejan perplejos a visitantes como Ángel Calvo, quien asegura a La Jornada que la exposición lo ha dejado engarrotado.

Cada cuadro, es desquiciante, con mucha imaginación, tanta, que a veces se pasa; pero me gusta, añade para seguir observando la obra titulada Cuando no podemos tener lo que amamos debemos amar lo que tenemos, en el cual cuatro pequeñas bailarinas de ballet hacen piruetas en una majestuosa plaza, frente a una catedral, cuyas cúpulas son una manos, bajo cuatro mazos de barajas, entre otros detalles surrealistas.

Sicodélico, alucinante, onírico, esotérico, los calificativos se suman a muchos otros que en silencio se van conformando en la mente de los jóvenes (la gran mayoría de los visitantes), que, hinoptizados, miran y miran y vuelven a mirar cuadros con títulos provocadores, como La conversación de los imbéciles, Traje de etiqueta para los conciertos de masticar lechuga, Kindergarten para lagartijas, Cumpleaños de una aviadora irresponsable o San Antonio Lunático.

Algunos tratan de descubrir el secreto del Palacio de Sonambulópolis o simplemente sonríen ante las Chichonas de Fontainebleu, pero cada visitante, sin excepción, abre con sorpresa los ojos ante algún cuadro y elige su favorito: ése si me lo llevaría a mi casa; me imagino la cara que pondrían mis amigos al verlo, dice con entusiasmo una joven a sus acompañantes.

La exposición se ubica en las cuatro salas del último piso del museo, dividida en 10 núcleos temáticos que se recorren a la velocidad del asombro del espectador.

Hay cuadros donde juguetean Joyce, Proust, Platón y Confucio, así como símbolos mayas y orientales, mandalas, escudos, peces, leones, gatos, grecas, líneas, puntos de fuga, caballos, sillas, cacahuates, diablos, laberintos.

En el aparente caos de formas y colores, una imagen aparece siempre, como una suerte de emblema del artista: la mano, figura por la que es reconocido a escala mundial, por haber creado una silla de madera que encantó a personalidades como Roman Polansky, propietario de una de las primeras piezas elaboradas por Friedeberg.

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Friedeberg mezcla símbolos mayas y orientales, mandalas, escudos, peces, leones, grecas, líneas, puntos de fuga, caballos, sillas, cacahuates, diablos, laberintos, entre muchas otras figurasFoto Guillermo Sologuren

La muestra Pedro Friedeberg: arquitecto de confusiones impecables es patrocinada por la Sociedad de Amigos del Museo del Palacio de Bellas Artes AC, Canal 40, Comex, Eumex, Fundación BBVA Bancomer, Patronato de la Industria Alemana para la Cultura AC, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y Trilce Ediciones. Permanecerá abierta hasta el 31 de enero de 2010.

Intención de descifrar

Otro recorrido que también ha entusiasmado a los jóvenes visitantes del Museo del Palacio de Bellas Artes es el que propone la exposición Manuel Felguérez: invención constructiva, ubicada en las salas Nacional, Westheim y Justino Fernández del recinto.

Son 108 piezas (pinturas, lacas, dibujos y esculturas) que provocan al público a desafiar a los vigilantes y, a escondidas, sacar sus teléfonos celulares para llevarse la imagen de su cuadro preferido.

Es que ese está muy padre, afirma Dulce Gómez, quien viene de Zacatecas a descubrir en el recinto marmóreo a su paisano: no sabía que Felguérez fuera zacatecano ni que hubiera un museo dedicado a él allá; de regreso a mi casa lo primero que voy a hacer es ir a conocerlo.

Clausura de la esperanza, Luz peregrina y Viento de ceniza son algunos de los títulos de las pinturas abstractas que algunos intentan descifrar, buscando alguna pista en los círculos o rectángulos, en los hilos de pintura que se aglutinan en el centro del lienzo, en el espacio ocre alrededor de un manchón central, en la sombra de algo que parece un rostro o un paisaje: ¿qué significa?, le pregunta una pareja a una vigilante.

Lo que ustedes quieran, no se preocupen por eso, sólo disfrútenla, responde conocedora.

El Museo del Palacio de Bellas Artes ofrece la oportunidad de recorrer la exposición de Manuel Felguérez con material interactivo que ayuda a comprender los elementos plásticos de la obra del artista y conceptos como el automatismo.

Hace 20 años que este museo no dedicaba una exposición al maestro Felguérez, por lo que la retrospectiva invita a descubrir a uno de los mejores exponentes del arte abstracto en el país. Obras que conducen a la imaginación del espectador a los terrenos del lirismo.

Las visitas gratuitas para conocer a detalle algunas de las ideas que maneja el pintor zacatecano serán los domingos de enero y febrero a las 12 horas, dirigidas al público infantil y juvenil (cupo 40 personas).

Si se anima a recorrer las dos exposiciones la propuesta es el recorrido titulado La imaginación edificada: Felguérez y Friedeberg donde los participantes no sólo conocerán las características estéticas de las piezas que presentan los pintores, sino que trabajarán con elementos de arte como líneas rectas, geometría, equilibrio, además de la repetición de las formas y manejo del espacio. La cita para esta actividad es los domingos 31 de enero y 7 de febrero de 12 a 14 horas, en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.

También hay visitas guiadas por la exposición de Manuel Felguérez los lunes, miércoles y viernes de enero, entre las 10 y las 15 horas a grupos que así lo soliciten, previa reservación.

Para los niños y jóvenes, los recorridos, gratuitos también, son martes y jueves de enero y febrero a las 12 horas.