Nunca se pensó en las consecuencias de exhibirlo como trofeo
, deplora funcionario
Domingo 20 de diciembre de 2009, p. 5
El cadáver de Arturo Beltrán Leyva permaneció intacto cuatro horas, de las 21:30 horas del 16 de diciembre a la 1:30 del día 17. Minutos después de que fuera abatido por la infantería de marina a la puerta del departamento 201 del condominio Altitude, comenzó la revisión del lugar y de los restos del capo.
Cuando arribaron al lugar los peritos de la procuraduría de Morelos, a la una de la mañana con cinco minutos del día 17, el cuerpo de El jefe de jefes ya tenía los pantalones a las rodillas y la playera enrollada hasta el pecho, mientras su trusa sostenía un letrero con el número 3. Luego se le colocaron los billetes de dólares y pesos con que apareció en las gráficas.
Fue, equivocadamente, mostrar la gloria del momento
, consideró un funcionario que participa en el gabinete de seguridad nacional.
Para la Secretaría de Marina-Armada de México es un caso cerrado
, del que Gobernación se hizo cargo
. Sin embargo, hay una investigación abierta para conocer quién autorizó que se tomaran imágenes del departamento donde vivía Arturo Beltrán y de su cadáver.
Luego del enfrentamiento, personal de la Armada se hizo cargo de la vigilancia en toda la zona, de la revisión de la vivienda –localizada en el segundo piso del edificio Elbus– y de los primeros manejos del cadáver de El jefe de jefes.
Un marino permaneció vigilante cerca del cadáver una vez que se le colocó el letrero con el número 3, pero en el momento en que otro integrante de las fuerzas especiales de la Armada –vestido de civil, con capucha y guantes negros– tomó fotografías con un celular, nadie custodiaba el cuerpo.
Más tarde tres hombres sin uniforme, de la procuraduría morelense, colocaron sobre una sábana blanca los restos. Uno iba sin máscara, pero su cara era cubierta a medias por la capucha de una sudadera de color oscuro. Los otros dos dejaban ver parte del rostro, de la nariz a la frente.
Para mover el cadáver, los tres individuos usaron guantes de látex. Dos iban con botas negras similares a las que utilizaron los marinos vestidos con uniformes reglamentarios.
Hasta el momento no existe explicación oficial de por qué Beltrán Leyva tenía los pantalones a las rodillas y la playera enrollada ni por qué el cadáver fue manipulado sin que se terminaran los peritajes de criminalística.
En el inmueble ni siquiera quedaron marcados los sitios donde fueron encontrados los cuerpos de los sicarios y su jefe.
Los billetes, las imágenes y un rosario que supuestamente portaba Arturo Beltrán al momento de su muerte fueron sacados de sus bolsillos y colocados sobre el cuerpo. El dinero fue acomodado en hileras, del cuello a las rodillas y alrededor del brazo derecho.
En ese momento rodeaban el cuerpo tres individuos, uno con botas tipo militar, aparentemente del mismo grupo que colocó el cadáver sobre la sábana; otro llevaba tenis negros y uno más zapatos de vestir, del mismo color.
Los marinos autorizaron al filo de las dos de la madrugada el acceso a las cadenas televisivas, y una hora más tarde a las cámaras de algunos medios de comunicación. Los restos seguían con los billetes encima y la ropa fuera de lugar.
Poco después de las 2:50 horas el cadáver fue sacado del inmueble y colocado en una camioneta del Servicio Médico Forense (Semefo), de la procuraduría estatal.
El personal de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada arribó a las 3:30 horas, y los cadáveres de Arturo Beltrán y sus sicarios fueron trasladados a las 9 de la mañana al Semefo.
Los funcionarios del gabinete de seguridad nacional que fueron consultados señalaron que lo sucedido con los restos fue una falta de experiencia y el exhibir un trofeo. Nunca se pensó en las consecuencias
.
El enfrentamiento que sostuvieron el miércoles en Cuernavaca las fuerzas especiales de la Secretaría de Marina era la tercera gran operación que realizaban en el país.
La primera fue el 4 de diciembre, cuando elementos de la Armada se enfrentaron a integrantes de Los Zetas en el municipio de Juárez, Nuevo León, resultando muerto Ricardo Almanza Morales, El Gori I, y siete de sicarios; asimismo, fueron detenidos nueve presuntos delincuentes.
La segunda acción ocurrió el 11 de diciembre en Tepoztlán, Morelos, cuando se enfrentaron a miembros del cártel de los Beltrán Leyva. Tres sicarios murieron y 11 fueron detenidos, mientras El Barbas escapó.
En tanto, después de que el gobierno federal se deslindara de esas fotografías y sugiriera que eran responsabilidad de las autoridades de Morelos, el secretario general de Gobierno de la entidad, Jorge Morales Barud, afirmó que la procuraduría estatal abrió una investigación, y advirtió que se aplicará la ley y se dará de baja a los trabajadores que resulten responsables.
Por otra parte, Morales Barud afirmó que desde el jueves se ha puesto mayor atención en el pase de lista de los agentes de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), así como en las policías municipales, pero agregó que no se han reportado inasistencias.
La mayor atención se debe a que se informó que varios policías estaban en las narconóminas de los Beltrán Leyva.
Ayer militares revisaron armamento y nómina de la policía municipal de Cuernavaca, sin que se reportaran detenciones.
Llegan los restos a Sinaloa
Por otra parte, custodiado por efectivos del Ejército, llegó al aeropuerto de Culiacán, Sinaloa, el cadáver de El Barbas junto con el de otro individuo no identificado, que al parecer es el de uno de los sicarios que también murieron el miércoles pasado.
El aeropuerto estuvo fuertemente custodiado por militares durante la tarde y noche de este sábado. Recibieron los restos algunos familiares, y personal de la funeraria los trasladó al velatorio Moreh, ubicado en la esquina de Zapata y Obregón, en pleno centro de Culiacán, donde se desplegó un centenar de soldados.
Trascendió que el cuerpo de El jefe de jefes será llevado durante la madrugada para su inhumación a la comunidad de La Tuna, municipio de Badiraguato, de donde era originario.
Con información de Javier Valdez, corresponsal