Echen confites y canelones...
n los próximos días se va a recordar el nacimiento del Niño Jesús, fecha de enorme importancia para el mundo cristiano. En nuestro país esta celebración comenzó en el siglo XVI como parte del proceso de evangelización que, entre otros recursos, utilizó las posadas y las pastorelas como medios para acercarse a los naturales.
Años más tarde se comenzaron a instalar nacimientos en las iglesias, desde la Navidad hasta la fiesta de Reyes, costumbre que se copió en todas las casas que, según el presupuesto, se instalaba con sencillas figuritas de barro o finísimas de madera, cerámica o cera, lujosamente ataviadas, en representaciones con infinidad de personajes.
En las posadas se incluyó la costumbre de romper la piñata, tradición de origen chino, de donde fue llevada a Italia por Marco Polo. De ahí pasó a España para llegar a México, en donde tuvo tan amplia aceptación, que prácticamente es el único país en donde continúa viva. Constituye una magnífica muestra de la creatividad popular. Admira ver la diversidad de formas que adopta; con su corazón de barro, se cubre con tiritas de papel de china, de multitud de colores, graciosamente rizadas, se convierten en estrellas, frutos, flores, animales. Ahora muy modernizadas, adoptan las formas de personajes de moda entre los infantes y muchas ya son sólo de cartón pintado.
A partir del siglo XX se introdujo la costumbre sajona del árbol de Navidad. El notable cronista decimonónico don José María Álvarez comenta con pesar la cada día más popular costumbre del árbol de Navidad y Santaclós, escribe: “En los tiempos antañones no se introducía aún la costumbre de poner el árbol de Navidad, ni se habían importado a nuestro país copias exóticas del extranjero Pere Noel, como se dice en Francia, Wottan en Alemania, o Santa Claus, nombre híbrido con el que se le designa en Estados Unidos y que es una corrupción de San Nicolás, que fue un santo griego que se volvió leyenda en Rusia, lo que explica su atuendo, que es parecido al de un mujick, con el blusón atado a la cintura, pantalón bombacho y botas. El rojo del atuendo se atribuye a que San Nicolás era obispo y éstos usan la vestimenta de ese color; el trineo tirado por renos era el transporte usual durante el gélido invierno en ese país”.
De la tradición del árbol de Navidad, nos comenta don José María que proviene de los países nórdicos de Europa, en donde existe una leyenda cristiana que alude a un monje llamado Colomban, quien reunió a sus correligionarios en lo alto de una colina, en torno a un sabino venerado por los habitantes, para fijar en sus ramas, justamente la noche de Navidad, antorchas en forma de cruz. Iluminado por su resplandor, Colomban, quien después fue santo, predicó sobre el nacimiento de Jesús. En México introdujeron la costumbre extranjeros que pronto fueron copiados por la aristocracia nacional y finalmente por los habitantes de las ciudades.
Ahora, el Paseo de la Reforma ostenta un gigantesco y desangelado árbol de Navidad, que junto con unas cabañas de madera tipo nórdico y un enorme templete frente a la columna de la Independencia, lastiman la nobleza de nuestra avenida más hermosa. Lo mismo que la pista de hielo, toboganes y demás, que mancillan la Plaza de la Constitución, espacio emblemático con enorme significado simbólico desde la época prehispánica. Es lamentable, pues tenemos muchas tradiciones como las posadas, pastorelas y piñatas que se podían llevar a cabo en esos espacios y que son de un costo mucho menor.
Consolémonos yendo a alguno de los restaurantes El Cardenal, sea el de la calle de Palma, el del hotel Sheraton en la Alameda o el de la avenida de Las Palmas en los rumbos de las Lomas. Aquí podemos agasajar el paladar y el espíritu con un rico bacalao y unos romeritos con sus tortas de camarón. También los sirven en tortas, preparadas con unos bolillitos crujientes que hornean ahí mismo. De postre, unos tejocotes en almíbar.