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Los intérpretes de Ingrata festejaron 20 años en el Centro de Convenciones de ese municipio

A Tlalnepantla, Café Tacvba y Zoé llevaron buena vibra y baile

Culminaron gira de 2009 por diversas ciudades de Europa, Estados Unidos y América Latina

Ya llegó el panzón capitalista, pero nosotros no somos sus clientes, dijeron de Santa Clos

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Rubén Albarrán, vocalista de los tacvbos Foto Yazmín Ortega Cortés
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De Zoé, León Larregui, durante el conciertoFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Domingo 20 de diciembre de 2009, p. 7

Sudoroso baile y pura buena vibra. Café Tacvba y los presentes en el Centro de Convenciones de Tlalnepantla –cuyas localidades se agotaron– crearon juntos una fiesta colectiva, capaz de acabar con cualquier pesar y desencanto. Al finalizar el concierto del viernes pasado, a donde uno volteara había sonrisas.

Fue un encuentro con dos de las bandas más populares actualmente en México: una con larga trayectoria y otra que recientemente se ha colocado entre las más exitosas: los tacvbos y Zoé.

Alejandro Flores, a estas alturas también elemento de Café Tacvba, aunque no lo sea formalmente, soltó en su violín los primeros acordes de Ojalá que llueva café, y puso a cientos a bailar son huasteco, cada uno a su manera. El grupo de rock mexicano es el más popular aquí y en el extranjero, en buena medida, precisamente, porque crea un diálogo de la música tradicional mexicana con el rock, el punk, el funk y la electrónica. (Aunque el caso de Ojalá que llueva café es distinto, por ser un tema original de Juan Luis Guerra.)

A pesar de los millones de discos vendidos, no había estrellas de rock. Podrían haber estado tocando mezclados entre la gente, de tan igual a igual que se sentía. Para los presentes –de varias generaciones– los tacvbos son uno de nosotros: cantan lo que sentimos, lo que se vive en la ciudad: me metí en un vagón de un Metro y no he podido salir de aquí...; en el amor: “…su piel morena chichimeca, pero en el punk ella aún cree”, y el desamor: ingrata, no me digas que me quieres, no me digas que me adoras, que me amas, que me extrañas, que ya no te creo nada.

Músicos de honor

“Denle nuestros honores a sus hermanos, papás, mamás. Disfruten de las fiestas; no chupen demasiado, fúmense un gallo… no se les olvide regar sus plantitas”, aconsejó el vocalista Rubén Albarrán. Y recomendó la autosuficiencia perfecta y no participar del narcotráfico: Hay que empezar a sembrar lo que fumamos y comamos.

Café Tacvba culmina un año de celebración de dos décadas de existencia; fue movidito, con una extensa gira por 20 ciudades europeas, estadunidenses y latinoamericanas: de mayo a julio, y luego, en noviembre y diciembre recorrieron más sitios mexicanos y estadunidenses, hasta culminar este sábado en la Central de Abasto de Tultitlán. Así como llenan el Foro Sol y el Zócalo capitalino, también se presentan en centrales de abasto y centros de convenciones.

Antes de los tacvbos, se presentó Zoé, la banda del momento, con actitud cool, despegada. Actitud que no comparten sus seguidores, muchos adolescentes, quienes gritaron entusiasmados y cantaron a todo pulmón, sintiendo cada palabra de Nada: Y no sé tú, ni qué dirás, pero no hay nada mucho qué pensar,/ la oscuridad me acecha incrédula./ Nada que pueda perder,/ nada que no pueda hacer,/ algo que te alivie/ algo que me cure.

Sobre el escenario, el grupo, más bien hacia adentro, como si tocaran para sí mismos, corporalmente poco expresivos. Mientras desde el público –con rostro de ellos-sí-me-entienden– una mayoría cantaba Dead: “Siento que me voy a hundir,/ que mis labios no funcionan más,/ y que tus lágrimas de láser,/ desintegran mis palabras./ Dead, dead”. Sobre sus cabezas, condones que un patrocinador regalaba a la entrada, inflados volaban.

Luego de casi 40 minutos de espera, finalmente subiría al escenario Café Tacvba, y arrancarían con todo, con la energía hasta arriba, con una versión heavy de No controles, aquel himno ochentero de Flans que compartieron fresas y rockeros por igual; para luego entrar a Alármala de tos, de Botellita de Jeréz. Aunque por momentos se veía que comenzaban a cansarse (probablemente por el largo trajín acumulado del año), los tacvbos se entregaron a todo lo que daba durante dos horas y 20 minutos, hasta el último momento, cuando culminaron con una gran descarga seguida por una profunda reverencia al público del cual, al final del día saben que son.

Antes de las complacencias, Albarrán dijo: Ya llegó el gordo panzón capitalista... Santa Clos... No, no somos clientes de ese señor. Café Tacvba siempre ha tenido posturas progresistas, a pesar de que no todos sus seguidores lo son, como Óscar Mejía, contador público de 28 años, de Izcalli. Él los ha visto en Coachella, el Vive Latino y en el concierto por sus 15 años, pero no lee La Jornada por izquierdista y tener demasiada letra. Mejor se entera de las noticias por la estación de radio Reactor. Ya no compra discos; mejor baja la música de Internet y prefiere pagar para entrar a un concierto.

El tecladista, Meme, tocaba los primeros acordes de El baile y el salón, y un mar coreó paparapapaeoeo (palabra contenida en la pieza que siempre se escucha antes de un concierto de esta banda). Y de pronto se creó un indescriptible ambiente entre el grupo y el público que quizá sólo se pueda emparentar con el amor.

Nuestra casita es el corazón, dijo Albarrán. Deseó que la buena energía se la llevaran todos, y que los acompañe cuando se sientan tristes.

A juzgar por los rostros, al final, todos se la llevaron.