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Por tirarse a matar dando el pecho, Ortega estuvo a punto de sufrir una cornada en el corazón

Tras inspirada faena, El Fandi cortó la oreja de un manso de San Isidro

Al negarse a otorgar la otra, que pedían los ingenuos, el juez Cardona mostró congruencia

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El Fandi, triunfador de la sexta corrida en la MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 14 de diciembre de 2009, p. a38

David Fandila El Fandi, granadino de 28 años y siete de alternativa, se arrodilló junto a las tablas ante los belfos de Guadalupano, un novillo negro bragado, de escaso trapío y delantero de pitones, para cambiarle el viaje con una larga afarolada que extrajo del público el primer ooole de la tarde, pese a que la sexta corrida de la temporada de invierno 2009-2010 había empezado hacía casi una hora atrás.

Galopando al hilo de las tablas, el bicho del hierro San Isidro dio la vuelta al ruedo para encontrarse de nuevo con El Fandi, quien de hinojos en el mismo sitio le repitió la dosis y logró que su atención se fijara en él. Por eso, cuando el andaluz se puso de pie y lo llamó agitando el percal, acudió a la cita con alegría y metió la cabeza por abajo en cuatro verónicas lentas y bien templadas, sobre todo por el pitón derecho, antes de verse involucrado en una chicuelina y ser despedido con un recorte que desató la ovación.

Cuando los picadores ocuparon sus puestos, El Fandi se fue a los medios y se quedó inmovil para aguantar el arranque de Guadalupano y zumbárselo en una chicuelina más ceñida aún, a la que siguieron otras, ahora sobre piernas, para dejar al astado, entre renovados ooooles y aplausos, frente al caballo. Pero entonces la bestia selló su destino. Al sentir la puya se quedó quieta, sin pelear, revelando su clara mansedumbre, algo que apreció correctamente el juez Miguel Ángel Cardona, por lo que a continuación se leerá.

Engolosinado por la dulzura de su enemigo, El Fandi le cuajó nomás por gusto una serie más de verónicas. A continuación cogió las banderillas, que lo han hecho célebre, y colgó dos pares de poder a poder, corriendo hacia atrás, dándole todas las ventajas al novillo, hasta el momento de la reunión, cuando clavó los palitroques a la usanza española en medio del júbilo popular.

Dueño de la escena, pidió prestado un sombrero y con las banderillas en la derecha y la prenda en la izquierda, puso un vistoso par de Calafia, y después, galleando en la cara, colocó el sombrero sobre el testuz, antes de sembrarlo en el ruedo triunfalmente. Para los incautos, el aire olía a faena grande; para los conocedores, había terminado lo mejor. Y en efecto, a las primeras de cambio, la falta de emoción que generaba el torete por su nula bravura, y las conocidas limitaciones del Fandi en el uso del paño, provocaron que la faena se desdibujara, pese a que los ingenuos celebraban todo.

Por eso, cuando el granadino dejó un estoconazo trasero y de efectos retardados, chillaron y le mentaron la madre al juez, inconformes porque éste, con gran acierto, concedió una oreja y negó el arrastre lento: a un manso nadie lo premia por eso. Pero si Cardona hubiera otorgado la otra oreja, habría equiparado la discreta labor del Fandi con el faenón que Arturo Macías logró hace dos domingos. Así que, la verdad sea dicha, demostró congruencia.

El tlaxcalteca Rafael Ortega, que en 38 actuaciones en la México ha cortado 36 orejas, ayer no entendió a Agradecido, otro novillo de San Isidro, probón y con genio, y por desdeñar su pésima calidad se tiró a matarlo dando el pecho y estuvo a punto de llevarse una cornada en el corazón, antes de caer entre las patas del peludo y sufrir un golpazo en la oreja izquierda.

Si con la presencia de Ortega y El Fandi el cartel era poco atractivo en sí mismo, la empresa de Herrerías incluyó a Manolo Martínez hijo, para garantizar que asistiera el menor número posible de gente, porque en el estadio Azul, a sólo unos pasos, se jugó al mismo tiempo la enésima final del futbol mexicano, en una tarde que los taurinos, sin duda, nunca más recordarán...