“No todos se mueren de sida, sino por la toxicidad del medicamento”. Iván recuerda la voz del servidor de salud que le confirmó con crudeza su seropositividad, a finales de los años noventa. Tras la noticia, nació un miedo que lo silenció, un pavor “al rechazo, al qué dirán”, un temor que se murió hace dos años, cuando una enfermedad oportunista lo llevó al Centro Ambulatorio de Prevención y Atención en Sida e Infecciones de Transmisión Sexual (Capasits) de Ecatepec, estado de México.
Iván hoy tiene 29 años de edad y es optometrista. En el Capasits conoció a su pareja. Confiesa que las terapias de grupo llevadas a cabo en este Centro lo ayudan a “salir adelante”. No hay homofobia, “allá afuera sí”, se refiere al resto de los servicios del sistema de salud en México.
A su lado está Leonardo, que opina: “la discriminación no la sientes hasta que tú mismo te discriminas. Lo que buscan aquí es que tú te sientas más que un paciente, un ser humano. Ya hay cura pa’ esto, un condón y educación, porque a veces no estamos enfermos del cuerpo sino del alma”.
A Leonardo lo acompaña Carlos, un viejo amigo que se atiende en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado. Él cuenta que en la Clínica de Xalostoc un burócrata se refirió a los homosexuales con VIH de forma despectiva: “¡Todavía de que hacen sus fregaderas vienen a quitarnos el tiempo!”
En el grupo también está Edgar, a quien amigos y familiares le han señalado que en otros Capasits, por ejemplo, el ubicado en el vecino municipio de Nezahualcóyotl, “son muy déspotas, fríos, malos tratos, te atienden de mala gana, cuando se les antoja, y si no hay medicamentos te dicen que vengas al otro mes”. Islas inexploradas
De acuerdo con José Luis Centeno Pedroza, director del Capasits Ecatepec –municipio cuya población ascendía en 2005 a un millón 688 mil 258 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática–, esta jurisdicción sanitaria es “una de las más pobladas de América Latina”. Adicionalmente, 20 por ciento de los pacientes proviene de otros puntos del estado: Texcoco, Teotihuacán, Zumpango, Cuautitlán y Coacalco.
A tres años de la inauguración del Capasits, hay 435 usuarios, de los cuales, 80 por ciento jamás había tenido atención médica. El resto llegó después de perder su empleo y, con ello, la seguridad social. Asimismo, de la totalidad de personas atendidas en este Centro, 30 por ciento refirió al ingresar que ya conocía su diagnóstico VIH positivo; sin embargo, lo ocultó al pensar que “me voy a morir, me van a rechazar”.
En el Capasits de Ecatepec “creemos en el mundo de la justicia social, donde todos los seres humanos tengamos las mismas oportunidades. El personal que está aquí es por convicción. Promovemos que la gente se adueñe de su cuerpo y de su vida”, expresa.
Para Centeno, los Capasits representan un “gran avance”, sobre todo porque las personas con VIH cuentan ya con una “isla” en donde no caben ni la homofobia ni la discriminación; sin embargo, estos Centros, a largo plazo podrían constituir “un retroceso”, toda vez que los demás servicios de salud, así como “la mayoría de la población”, aún no están sensibilizados al respecto.
“Aquí sí hacemos trabajo extramuros: vamos a escuelas, reclusorios, psiquiátricos, explanadas, realizamos cerca de 30 mil pruebas rápidas, repartimos 150 mil condones y llevamos 27 ferias en 30 meses”, expone Centeno para después reconocer que en el país hay Capasits donde el trabajo de prevención, sensibilización y detección del VIH únicamente se da al interior de sus arquitecturas.
Estos Centros, considera el doctor Centeno, son todavía desconocidos para el grueso de la población mexicana, y quienes sí saben de ellos piensan que son clínicas donde exclusivamente se atiende VIH/sida. Así, de todas las personas que asisten cotidianamente a la unidad de Ecatepec, aproximadamente 10 por ciento lo hace para recibir tratamiento contra alguna infección de transmisión sexual (ITS), “cuando debiera ser al revés”, es decir, que la mayor cantidad de gente acudiera para tratamiento de infecciones. “¿Sabes qué?, no repartas condones”
“No hay condones”, advirtió durante el mes de octubre un letrero que colocaron los funcionarios públicos del Capasits de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Sólo podían acceder a los preservativos las personas seropositivas, narra Alejandro Cortés Calderón, coordinador del Programa Estatal de VIH/sida.
El motivo de la escasez y la restricción al público en general es que la federación no había enviado los insumos habitualmente suministrados a esta entidad norteña, entre los que se preveía un millón de preservativos. La Secretaría de Salud (Ssa) nacional aseveró que los mandaría en el último trimestre de 2009. Entonces, el gobierno tamaulipeco tuvo que comprar alrededor de 2 millones de condones durante todo el año, más del doble de lo que originalmente había presupuestado.
–Doctor, usted declaró a la prensa local que “los muchachos salen en parvada y acuden a solicitar condones en forma estrepitosa y ocasionando aglomeraciones, por eso de colocó el anuncio”, ¿es cierto?– preguntó Letra S, en entrevista telefónica.
–Tengo dos Capasits que están enfrente de instituciones educativas. Acuden muchachitos a pedir condones, y ya los conocemos; entra un niño y luego vuelve a entrar, entonces es allí donde le digo al personal que racionen condones.
–¿Suponen que los jóvenes juegan con los condones y no los usan?
–Hicimos una encuesta con los chavitos de secundaria, y de cinco condones que damos, posiblemente sean utilizados nada más tres. El resto, lo utilizan para abrirlos, jugar con ellos, andan ahí enseñándoselos a los compañeros, que, viéndolo por el lado positivo, está bien porque apenas están iniciando su sexualidad. El tener el material antes de su primera relación sexual para mí es favorable, esa es mi postura ante mis jefes, que me dicen “oye, ¿para qué le das a un niño de secundaria?”
–¿Las autoridades?
–Eh, no. Me lo cuestionan en ciertas ocasiones los mismos directores de las secundarias, los maestros. Ellos son los que inclusive me dicen: “¿sabes qué?, no repartas condones”.
Elefantes blancos
Según la doctora Griselda Hernández Tepichín, directora de Atención Integral del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida (Censida), los Capasits deben ser espacios libres de homofobia y discriminación; no obstante, hay gobiernos estatales que ante la reducida lista de médicos especializados en el tema, toman la decisión de contratar “el que haya, aunque tenga unas ideas raras sobre la epidemia”.
En tanto, la doctora Andrea González, titular del Programa de VIH/sida del DF, sostiene que en México no hay suficientes especialistas en VIH/sida en función de las necesidades de la población. Se trata de un problema de formación de recursos y programas de estudio de las universidades, así como una carencia de actualización en VIH por parte de quienes se dedican a otras especialidades médicas.
González comenta que el presupuesto ejercido este año por el Gobierno de la Ciudad de México para la compra de condones y pruebas rápidas, así como programas de prevención y el incremento de la plantilla médica es de aproximadamente 70 millones de pesos.
Hay un proyecto en reclusorios, por 23 millones de pesos, dirigido a los 40 mil reos de la ciudad; una investigación de virus del papiloma humano en varones, el centro de atención médica para población transgénero –en los dos primeros meses se inscribieron cien personas– y un módulo de atención y formación en derechos humanos dirigido a usuarios y personal de la Clínica Especializada Condesa. Asimismo, está el programa de atención a víctimas de violencia sexual, que ha atendido hasta la fecha a 500 personas, de las cuales 10 por ciento son hombres.
“¿Por qué lo hacemos? Porque si no incrementamos la calidad de los servicios de salud, si sólo los percibimos como potenciales infectados, no los estamos viendo como personas. Se hace todo con evidencia científica y no por decreto”.
Apolonio Gómez, coordinador del proyecto Condomóvil de Colectivo Sol, menciona que durante las giras de prevención que ha hecho al interior de la República se ha encontrado con Capasits en donde labora gente que no sabe la diferencia entre VIH y sida; que tiene “telarañas mentales” respecto a la homosexualidad o la transexualidad –como es el caso de Tlaxcala–, y vehículos Prevenmóvil que están estacionados, por ejemplo, en Guanajuato.
En tanto, José Cruz Guzmán, de la organización Tabasqueños Unidos por la Diversidad y la Salud Sexual, dice que a su estado todavía no llegan los Capasits. Tres veces se ha pospuesto la inauguración del de Villahermosa, ubicado en la Colonia Casa Blanca, zona que resultó afectada en la inundación de la ciudad, hace dos años. En cuanto entre en operaciones, alrededor de 300 personas.
“Yo siento que se están convirtiendo en dispensarios médicos de entrega de antirretrovirales, en elefantes blancos”, reprocha por su parte Roberto Guzmán, presidente de la organización Red Positiva de Quintana Roo. El activista además critica que en el Capasits de Cancún, cerca de 600 personas son atendidas por un solo médico. En consecuencia, “no se dan abasto”; cada dos meses citan a los pacientes.
No hay fármacos contra ITS en algunas unidades, por lo que las personas son referidas a otros centros de salud. Asimismo, existen Capasits que confunden la prevención con la entrega de “tiritas” de condones y folletos, así como con la mera oferta de pruebas rápidas, bajo la actitud de la “batita blanca” que indica “yo soy la neta”. La mayoría cuenta con un solo turno de labores –matutino–, el cual es incompatible con las problemáticas de las poblaciones clave y los horarios de trabajo de los pacientes, coinciden los activistas. S U B I R |