Centenares de jóvenes rindieron homenaje a un poeta sonriente y jubiloso
Las coincidencias entre la España de la preguerra civil y el México actual me aterrorizan
Jueves 3 de diciembre de 2009, p. 4
Guadalajara, Jal., 2 de diciembre. José Emilio Pacheco (JEP), en la continuación de su homenaje en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, en el acto denominado “Mil jóvenes con…”, habló de lo más reciente que ha leído, una novela que le pareció magnífica, pero que lo estremeció al comparar lo que ahí se cuenta con la realidad imperante en el México actual.
“Acabo de leer ahora, es tan reciente que ni siquiera está distribuida todavía en las librerías de Madrid, una novela de Antonio Mora Molina que me compré en el aeropuerto de Barajas; es un libro como de 800 páginas y se llama La noche de los tiempos. Me parece magnífica y es sobre la víspera de la Guerra Civil española, me gustó mucho, pero al mismo tiempo me aterrorizó por las coincidencias de esa España de preguerra civil y el México de estos días.”
Sin embargo, Pacheco prefirió evitar hablar de cosas tristes o terribles
y ante una pregunta sobre los escritores, el poeta, ensayista y traductor respondió que si bien los reconoce como abominables, no duda en defenderlos, pues existen muchos literatos maldicientes, soberbios y egoístas, el que peor habla de los demás escritores, sin embargo, siempre tiene un grupo de autores que respeta y de libros que celebra.
“Nunca he conocido un médico, un dentista o un peluquero que reconozcan lo hecho por el otro. ‘Pero, ¿quién le hizo ese corte? Mire, le destrozó la dentadura. Con esa medicina que le recetó lo puso al borde de la muerte’. Eso no se da de forma tan absoluta entre los escritores”, manifestó.
La felicidad de José Emilio Pacheco era patente incluso antes de ser ovacionado a su llegada al salón Juan Rulfo, el cual debió ser abierto para dar cabida a cientos de personas que convirtieron aquello en una romería para escuchar al poeta sonriente, para aprovechar la oportunidad de alzar la mano y hacerle una pregunta al Premio Cervantes de Literatura 2009.
La literatura es un juego entre la verdad y la mentira. Y la mentira te sirve para decir la verdad
, respondió Pacheco como fórmula de su alquimia personal a una de las preguntas.
–¿Qué pasa por su cabeza cuando escribe? –preguntó una joven.
–Pasa una nebulosa, algo como el humo que sale de un cuarto de vapor y a medida que escribo eso se va precisando. La ventaja de la literatura es que te ordena, este proceso lo va haciendo automáticamente la palabra escrita y uno siempre tiende a ser vago cuando habla.
“Creo que lo que pasa por mi mente es el deseo de contar una historia, pero que no se ha precisado. Sé que hay novelistas que tienen diagramas diciendo capítulo uno, aquí pasa esto y aquí hay que meter un personaje cómico. Yo escribo y después veo si me salió (…) Responde a algo que me trasciende considerablemente que es la necesidad humana del relato, de la relación, todas las relaciones humanas están basadas en cosas que nos contamos unos a otros. El chisme, la narración y el relato tienen el mismo origen. El chisme es el deseo de saber lo que no conocemos de las otras personas. La novela y el cuento son grandes chismes, finalmente.”
–¿A qué edad comenzó usted a escribir?
–Como podrán ver soy muy torpe para muchísimas cosas, entonces tenía que haber por economía del mundo algo para lo que sirviera (…)
Comencé a escribir antes de saber escribir, mis abuelos me leían cuentos y novelas y a mí me gustaba tanto eso que yo quería seguir viviendo dentro de esa historia. Ya así como en orden, ya con afán de convertirme en escritor, comencé como a los 14 o 15 años y escribí muchas cosas que mi madre guardó. Desgraciadamente no se pueden leer, porque tengo una letra muy mala y era infame, pero sería interesante ver qué escribía un niño de los años 50 en el México de aquella época.
–¿Y por qué siente la necesidad de escribir?, ¿lo hace para usted o para los demás? –insistieron.
–Escribes con la esperanza que alguien te lea y recoja… Se ha comparado un texto literario con la botella en el mar que lanza el náufrago. Siempre hay otro tras la página, o la página va hacia él o hacia ella, pero la única manera de aspirar a que alguien lo acepte es primero complacerte a ti mismo.
Yo no puedo hacer un texto deshonesto, nunca hay que despreciar al lector, nunca sentirse por encima, pero tampoco por debajo, nunca hacer concesiones.