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La trascendencia no depende de las cosas que se dicen, sino de cómo se cuentan, decía

Murió Francisco Ayala, prolífico escritor y referente de la cultura española
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Francisco Ayala, Premio Cervantes 1991, en imagen de 2006Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de noviembre de 2009, p. 8

Madrid, 3 de noviembre. Francisco Ayala, el último sobreviviente de la generación del 27, memoria viva de un siglo y de una etapa convulsa en la historia y en las letras españolas, murió hoy en Madrid, a los 103 años de edad, después de haber sufrido en su domicilio un debilitamiento de sus facultades físicas.

Su obra y su vida lo catapultaron a la condición de clásico vivo de la literatura en español, tanto por su prosa afilada y su imaginación desbordada en su narrativa más celebrada como por su trajín de perseguido político, de exiliado sin patria por la guerra civil que sufrió y vivió.

Ayala nació en 1906, en Granada, en un continente, Europa, que se preparaba para sufrir la época más violenta, dolorosa y terrible de su historia.

Él mismo, en una de sus últimas entrevistas, enfatizaba que por encima de su periplo de exiliado o de las peripecias por convertirse de un día para otro en apátrida y en perseguido político, lo más importante en su vida fue la literatura.

Lo esencial de la vida es la literatura. El ser humano vive en una doble relación, que recibe influencias del entorno y fluyendo sobre él. La literatura no es separable de la vida, sino la misma cosa. La literatura es la expresión con cierta orientación estética, artística o filosófica de la propia vida. La trascendencia no depende de las cosas que se dicen, sino de cómo se cuentan.

Doble pérdida para España

Francisco Ayala se encontraba lúcido y activo, interesado en las transformaciones del mundo, y observaba con apasionamiento desde su particular páramo, una casa en Madrid, que lo mantenía comunicado de forma permanente con el debate literario y político de su tiempo.

En las semanas recientes había sufrido una bronquitis de la que tardó en recuperarse y que, tras un largo periodo de convalecencia y de medicación intensiva, debilitó su cuerpo, maltrecho por la edad. Pero murió en su casa, acompañado de su eterna compañera, la hispanista estadunidense Carolyn Richmond, y su joven amigo y cómplice, el poeta Luis García Montero.

Una vez difundida la noticia de su muerte se instaló el pesar y el duelo en un país que se estaba sobreponiendo al fallecimiento del mítico actor José Luis López Vázquez. La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, explicó que Ayala fue un escritor que ha dado una visión importantísima de nuestro siglo, con un recorrido amplísimo por las distintas formas de la escritura, por lo que con estas dos pérdidas la cultura vive un día muy triste.

Mientras la presidenta del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, afirmó que con su muerte se cierra la gran literatura española del siglo XX. Ayala amó la vida pese al desesperanzado exilio y las ingratitudes, repartió generosidad por dos continentes y fue el intelectual modélico en el que se reconoce lo mejor de nuestra cultura.

El director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, aseguró que fue un referente de la convivencia y de la concordia, que conservó la lucidez hasta el último momento.