Nueva York, 2 de noviembre. La recesión dejó muchas deudas incobrables a CIT Group Inc, el prestamista de cientos de miles de negocios pequeños y medianos que se declaró el domingo en bancarrota, por lo que no pudo autofinanciarse. La quiebra también es un golpe para el gobierno de Estados Unidos, que en diciembre invirtió 2 mil 330 millones de dólares en CIT a través del programa de alivio de activos con problemas (TARP, por su sigla en inglés) y que posiblemente perderá la mayor parte de esos fondos.

La bancarrota, una de las más grandes en la historia corporativa de Estados Unidos, era esperada desde hace meses y es poco probable que genere una sacudida masiva a corto plazo en el sistema financiero. Pero podría influir negativamente sobre la frágil economía estadunidense.

Los contribuyentes sólo recibirán dinero después de que se cancele la deuda con bancos y bonistas. La bancarrota se traduciría en la primera pérdida para el gobierno originada por el TARP, aunque Washington podría recuperar algunos fondos con el paso el tiempo.

La mayor parte de los acreedores de CIT ya habían aprobado su plan de reorganización, y la firma dijo que espera emerger de la bancarrota para fines de año.

Superar la quiebra rápido es vital para CIT si desea mantener a sus clientes, entre los que se cuentan las franquicias Dunkin’ Donuts y la firma de producción de cine Dark Castle Entertainment.

Mientras más esté en bancarrota una institución financiera, más se disipará el valor de la compañía. La fe, la confianza y la percepción tienen importancia crucial para una institución financiera, mencionó Jack Williams, profesor de derecho experto en bancarrotas del Colegio de Derecho de la Universidad Estatal de Georgia.

CIT tiene intención de seguir en los negocios y sus subsidiarias operativas no fueron consideradas en la declaración de quiebra presentada en una corte de Nueva York. CIT aún ofrece nuevos préstamos y cumple con sus compromisos, agregaron fuentes familiarizadas con el asunto.