l gobierno, o más bien el régimen en manos de una clase política insaciable y poco hábil, de inexpertos sin brújula doctrinaria, no se ocupa más que de mantener en puestos públicos a sus integrantes y buscar a toda costa altos sueldos, contratos y comisiones. Por ello se ha endurecido contra el pueblo, en especial en dos aspectos: pegándole duramente a su economía por una parte, y por otra echando a rodar lo que nos queda de patrimonio nacional, comprometiendo una y otra vez nuestra soberanía y nuestra independencia.
Este régimen, que sigue siendo bien identificado como el Prian, a pesar del aparente enfrentamiento de sus dos partidos poderosos, ha abierto, en contra de la nación mexicana, al menos cinco frentes simultáneos que repercutirán necesariamente en consecuencias sociales todavía no previsibles.
Enumero estos embates irreflexivos contrarios al interés de México como Estado independiente y contrarios a la economía popular:
Otorgar permisos, por supuesto, a grandes corporaciones internacionales para sembrar en nuestros mejores campos de cultivo maíz transgénico que compromete aún más nuestra independencia alimentaria, atenta contra la economía rural, ya de por sí disminuida y golpeada, y muestra el complejo de inferioridad de nuestros dirigentes sociales, con los ojos siempre puestos más allá de las fronteras e incapaces de buscar soluciones propias.
Alza de impuestos en lugar de austeridad y apoyo a la productividad con justicia social, cumpliendo con la disposición constitucional que ordena al Estado apuntalar tanto al sector privado de la economía como al sector social.
Venta de cartera vencida del Infonavit a corporaciones cobradoras, por supuesto extranjeras, a precios de remate y poniendo en manos de estos grupos –que tienen todo, menos interés en nuestros problemas– una parte del territorio nacional mediante los miles o millones de inmuebles hipotecados.
En la Suprema Corte el asunto que venía con proyecto contrario a los intereses populares se había transferido de la segunda sala al pleno del tribunal; sin embargo, de manera intempestiva, y sin tiempo para argumentar, se devolvió a la sala y silenciosamente, aprovechando la gran cantidad de temas fundamentales en los medios, se resolvió rápidamente en contra de los intereses mexicanos; sólo el ministro Genaro Góngora Pimentel emitió su voto en contra, voto que en el pleno hubiera dado lugar, al menos, a un debate más abierto.
Minas de litio, descubiertas en Zacatecas y puestas apresuradamente a disposición de consorcios mineros –nuevamente, por supuesto, extranjeros– para que exploten este mineral tan importante para la industria moderna.
Mientras que en países como Bolivia, con orgullo nacional se preservan las fuentes estratégicas de riqueza para explotarlas en beneficio del propio pueblo, en México, olvidando las vergonzosas historias de explotación de lo nuestro por otros, volvemos al mismo error.
Golpe a Luz y Fuerza del Centro y a su sindicato, actuando como el mono de la fábula, que por matar la mosca que molesta al cachorro del león, de un mazazo mata mosca y cachorro.
En este último dramático asunto, el régimen no solamente actuó con torpeza y falta de sentido político, sino que agravó las cosas implementando una política basada en la extorsión y la mentira.
Usó para preparar el terreno ante la opinión pública, antes de cometer su atropello, una campaña de exageraciones y francas calumnias en contra de los integrantes del sindicato que sin duda disfrutaban de algunos privilegios, si se les compara con la situación de otros trabajadores, pero la solución no era desaparecer como gremio a quienes habían obtenido las ventajas que debieran tener todos los trabajadores, sino que lo debido era corregir las fallas administrativas, sanear la economía de la empresa y manejarla con inteligencia. Esto, sin embargo, hubiera estorbado los negocios que se pretenden hacer con los kilómetros de fibra óptica tan codiciados por empresarios privados.
Pero lo peor de todo es la forma en que se combate a los sindicalizados, dejándolos de la noche a la mañana sin los recursos de la organización y simultáneamente cortándoles individualmente todo tipo de ingresos. Esta actitud es inmoral a todas luces; es llevar a nivel colectivo la fórmula ya usada individualmente de “copelas o cuello”; ahora es: si quieres comer, al menos un año más, copelas y aceptas las migajas que te doy y además te callas.