s un hecho ya conocido en todo el mundo el premio que otorgó el gobierno español a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en mérito a la calidad de la enseñanza de la comunicación y las humanidades. En un acto que se celebró en la ciudad de Oviedo, el galardón fue entregado por Felipe de Borbón y recibido por el rector José Narro Robles. Bien está que se reconozca el grandísimo esfuerzo que hace en la actualidad nuestra alma máter.

Muchos de nosotros tuvimos la fortuna de asistir a ella, porque ayer, como ahora, no todos los jóvenes mexicanos que querían entrar pudieron lograrlo. Sin embargo, no bastan los reconocimientos de países amigos para ampliar su cupo y de esta manera poner la educación superior al alcance de todos los mexicanos que calificarían para ello.

El acelerado crecimiento de nuestra población demanda más y mejores universidades, de la misma altura de la que fue premiada ahora, con justificados méritos.

Al recibir el Príncipe de Asturias, el rector usó conceptos muy válidos, pues a pesar de que la UNAM carece de muchos recursos, ha logrado una muy aceptable calidad, según dan cuenta los conocimientos de los egresados. Todavía es mucho lo que falta andar y lo que merecen México y nuestros jóvenes.

Bien sabemos, y no podemos cerrar los ojos ni soslayarlo, del hecho de que grandes empresas mexicanas y extranjeras dan preferencia para emplear a egresados de la universidad nacional, ya que no dejan de reconocer la gran calidad de los estudios de sus egresados, quienes haciendo grandes sacrificios logran estudios de posgrado, tan necesarios en el México de ahora.