La mano de Fátima, libro reciente del autor, ha vendido 40 mil ejemplares en México
El escritor y abogado español participó en la Feria Internacional del Libro de Monterrey
La historia es una y no se puede cambiar, sólo interpretarla
, expresa a La Jornada
Martes 20 de octubre de 2009, p. 4
No existe la fama, además no la quiero y tampoco la potencio, dice el escritor catalán Ildefonso Falcones, quien ha vendido varios millones de ejemplares de su primera novela La catedral del mar y ahora su segundo libro, La mano de Fátima, parece encaminarse en el mismo sentido: desde su publicación en junio pasado ha vendido 400 mil ejemplares en España y un mes después comenzó a circular en México, donde la cifra hasta el momento es de 40 mil ejemplares. Pasó la prueba de fuego... y sin quemarse.
Pese al éxito, lo cierto es que no me reconocen en la calle. No soy ningún cantante, ningún director de cine. El lector, o los lectores, no avasallan; si alguien me reconoce por la calle quizá me diga que le ha gustado mi libro, pero nada más
, asegura Falcones en entrevista con La Jornada.
Tampoco ese éxito lo ha separado de la abogacía, profesión que ejerce desde hace tres décadas. “Abandonarla sería como tirar por la borda 30 años de trabajo muy duro, porque partí de la nada y formé un buen despacho, de prestigio, en Barcelona.
“En segundo lugar, porque escribir todo el día debe ser un coñazo: no se puede estar escribiendo todo el día, si escribes tres o cuatro horas es suficiente.
“La tercera razón es porque me permite seguir teniendo contacto con la realidad y eso no hay que perderlo nunca, porque después ves gente que dices ‘¡aterriza!’ Eso y mi familia son lo que me anclan a la realidad.”
Búsqueda de vestigios
Falcones vino a México para participar en la Feria Internacional del Libro de Monterrey, que terminó este domingo, y viajó a esta capital para platicar acerca de La mano de Fátima, la historia de Hernando (o si se prefiere Hamid ibn Hamid) en una de las épocas más convulsas de España: el reinado de Felipe II y en este contexto la expulsión de los moriscos en 1609, y recrea la vida de ese entonces en Al-Andalus, gracias al estudio de al menos 200 libros y de viajes a Sevilla, Córdoba y Granada.
Como escritor, las calles se ven diferentes, porque intentas imaginar cómo eran hace 400 años, encontrar aquellos vestigios que quizá en una mirada rápida o como turista no los pudieras encontrar. Vas a aquellos sitios de los que has leído en libros de arquitectura que quizá no sean tan turísticos pero sí tienen aquello de que unen la historia con la realidad
.
–Existe un riesgo al escribir novelas históricas: los autores a veces ofrecen demasiados datos y queda como libro de historia o, por el contrario, la ficción se come a la Historia. ¿Cómo lograr el equilibrio?
–Es muy difícil. Estoy convencido de que también depende del lector: a algunos les parecerá que hay demasiados datos, a otros pocos. Creo que en esta novela no habrá nadie a quien le parezca que es poco. Ese equilibrio, además te voy a hacer muy sincero, se da con la lectura por terceros, porque hay veces que cometes el error de querer trasladar al lector todo aquello que has aprendido y estudiado, que además es muy interesante. De hecho yo cometo ese error, pero mi primera lectora, que es mi esposa, es quien me dice que me paso y después viene mi editora y también me puede corregir.
–¿Qué otro aspecto cuida?
–Los datos históricos, por supuesto tienen que ser ciertos. Yo defiendo, a capa y espada, y lo defiendo como lector casi más que como autor, que cuando leemos una novela de tipo histórico o cualquier otra novela, por qué no una que trate de Internet, que los datos que nos proporcione el autor, históricos o científicos, sean reales, ciertos. La historia es una y no se puede cambiar, se puede interpretar. Tienes que buscar la ficción que sirva a esa historia, lo que no puedes es pretender variar la historia para adaptarla a tu ficción.
Los musulmanes eran españoles
–La publicación de La mano de Fátima coincide con el aniversario 400 de la expulsión de los moriscos. ¿Es coincidencia?
–Es una coincidencia que incluso te diré más, si la hubiera tenido en consideración a la hora de empezar a escribir, igual me habría replanteado esta historia, porque generalmente, cuando suceden estas efemérides, siempre alguien escribe al respecto. Ha sido una coincidencia total y absoluta.
–La novela, aunque habla de hace 400 años, trae una situación muy actual, que es el choque entre lo occidental y lo oriental.
–Efectivamente podemos encontrar esa relación, traspasarla; sin embargo, en la novela hay algo en lo que hago mucho hincapié: los musulmanes eran españoles, eran occidentales, no eran orientales. Hoy cuando hablamos de musulmanes casi siempre los relacionamos de manera instintiva con la inmigración, y a veces hasta con la migración ilegal, sin embargo, esta gente llevaba 800 años en España, querían a España y se consideraban españoles. Hay muchos descendientes de los musulmanes expulsados que viven en Túnez y que todavía tienen las llaves de sus casas del Albaicín de Granada y las muestran con orgullo después de 400 años. No es exactamente una lucha oriente-occidente; hoy la podemos ver de esa manera pero en aquella época no era así: eran españoles.
–En La catedral del mar fue Barcelona, Cataluña; La mano de Fátima es Andalucía. ¿Se piensa seguir con cada una de las regiones de España?
–¿Por qué no? Esa podría ser una buena idea. Escribir novela histórica me ofrece la posibilidad de estudiar, de conocer épocas que tal vez conoces de manera genérica, por ejemplo el siglo XVI, la época de Felipe II es conocidísima: la batalla de Lepanto, la Armada Invencible, las guerras de Flandes, pero al escribir tienes que profundizar en ese conocimiento: qué comían, qué espadas usaban, cómo vestían. Si llevaban ropa interior. Me volví loco para saber si las mujeres llevaban ropa interior. Claro, en todo eso tienes que ir profundizando y eso me atrae mucho.