Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Vicente Gandía:
jardín del tiempo
CHRISTIAN BARRAGÁN
Lezama Lima y el otro romanticismo
GUSTAVO OGARRIO
Paradiso
(fragmento del capítulo IX)
JOSÉ LEZAMA LIMA
El hombre al que sólo lo calman los clásicos
CARLOS LÓPEZ
Los collages de
Rosa Velasco
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ
La cara artística de la Luna
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ
“La Bamba” alemanista y la primera arpa jarocha
YENDI RAMOS
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Columnas:
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JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
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Felipe Garrido
Constancia
Durante treinta años Bonifacio guardó una soltería impoluta, hasta que Minerva enviudó por segunda vez. La primera, veinte años antes, había ocurrido cuando mi tío estaba en Estados Unidos. En aquel tiempo Minerva tenía tres niños y la gente consideró que hacía muy bien en aceptar como marido a un ganadero acaudalado, ocho años menor que ella. Cuando Bonifacio regresó, con una enorme fortuna, volvió a suspirar por la señora, quien para entonces tenía otros dos hijos y estaba más bella que nunca. El caso es que volvió a enviudar, y entonces sí mi tío decidió actuar. Una vez terminado el luto, empezó a cortejar a Minerva. El día que se casaron, rodeados por los hijos y los nietos de su esposa, el pueblo suspiró aliviado. Aquella historia de amor había tenido un final feliz. Minerva y Bonifacio no tuvieron hijos. Él, como es natural, ha ido envejeciendo. Ella está rozagante, firme, esbelta. Dicen que tiene la esperanza de volver a enviudar. |