ace pocos días tuvo lugar la segunda edición de la semana de la ciencia y la innovación, organizada por el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, que dirige la doctora Esther Orozco. Esta actividad se ha convertido en oportunidad para reflexionar sobre el papel del conocimiento en el desarrollo de nuestro país. En esta ocasión se convocó a un importante grupo de especialistas nacionales y extranjeros, entre los que destacan cinco investigadores que han obtenido el premio Nobel. No es fácil reunir a un grupo tan selecto de científicos. Su presencia, así como la de sus colegas mexicanos, pone de relieve la importancia que el Gobierno del Distrito Federal asigna a la ciencia y la tecnología, lo que contrasta con el abandono que se procura a estas actividades a escala federal.
Los temas que fueron abordados durante esa semana de actividades fueron variados. Me pareció muy importante que se incluyera el examen de los retos de la comunicación del conocimiento, pues es la vía para la integración de la ciencia con la sociedad. También fueron abordados los retos que enfrentan el país y el mundo en áreas como la economía, el medio ambiente, la biomedicina, la energía y las relaciones entre ciencia e industria, procurando en todo momento examinar el papel del conocimiento en la solución de los problemas de la ciudad de México.
Fue un privilegio escuchar a los premios Nobel de Química, el mexicano Mario Molina; de Medicina, Ferid Murad, y a tres de Economía: Robert Engle, Edmund Phelps y Eric Maskin, quien por cierto criticó la idea de aplicar nuevos impuestos, pues en su opinión provocarán un aumento de la pobreza.
A los científicos extranjeros se unieron las voces de expertos mexicanos como Alejandro Alagón, Carlos Arámburo, René Asomoza, Julio Boltvinik, Alejandro Dabat, Juan Ramón de la Fuente, Mayra de la Torre, Carlos Gay, Thalía Harmony, Juan Pedro Laclette, Antonio Lazcano, Óscar Armando Monroy, José Narro Robles, Lorena Orozco, Rosaura Ruiz, Feliciano Sánchez Sinencio y Miguel José Yacamán, entre muchos otros. En la sesión de clausura, Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, hizo un llamado enérgico a aumentar los recursos públicos para la educación superior, la ciencia y la tecnología en México.
El Distrito Federal se convirtió así, en el centro de la vida científica del país… Pero ahora me resulta inevitable dar un giro, pues esto ocurre en una ciudad asediada. Mientras se discutían en la semana de la ciencia y la innovación las vías para resolver los problemas del país por medio del conocimiento, en otros círculos se planeaba y ejecutaba una estrategia para dañar al gobierno y a los habitantes de la ciudad de México.
Los frentes son variados. El gobierno federal ha recortado los recursos para el desarrollo de obras públicas en la ciudad, como el caso –entre otros– de la nueva línea del Metro, que el licenciado Felipe Calderón incluso presumió en su mensaje con motivo del tercer informe. Esta guerra sucia se emprende desde la dirección de la Comisión Nacional del Agua, con las continuas amenazas y recortes en el suministro del líquido, con argumentos que en ocasiones pueden ser válidos, como los bajos niveles de las presas del sistema Cutzamala, pero, en mi opinión, con una mal disimulada intencionalidad política. Más recientemente se ha unido la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), cuya función, al igual que en el caso anterior, deja de ser exclusivamente técnica para convertirse en una herramienta política contra la ciudad.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación invariablemente resuelve las controversias que se le presentan a favor del partido gobernante y en contra de la izquierda inconveniente para el poder, como en los casos de Iztapalapa, Cuajimalpa y Miguel Hidalgo. Para colmo, se evitó que la Comisión del Distrito Federal en la Cámara de Diputados quedara en manos de la izquierda que es mayoría en la ciudad capital, y se le asignó al Partido Acción Nacional quedando presidida por una ex delegada que ha expresado su odio contra el gobierno de la ciudad.
Yo nunca había observado una actitud tan claramente agresiva contra una entidad federativa, en este caso el Distrito Federal, que produce daños no sólo a su gobierno, sino a la población. Ya sé, algunos dirán que estoy planteando la existencia de una especie de complot… Pues sí, sí lo veo. Los pobladores de esta gran ciudad debemos ser conscientes de ello. Pero la ciudad de México tiene camino y rumbo, como el respaldo a la educación y a la ciencia, que, a pesar de que algunos quisieran ver fracasar, es una vía que hay que seguir transitando.