El nuevo mensaje del miedo: contaminación del agua en el DF
Manipular información se hace costumbre panista
a semana que pasó empezamos a vivir otro capítulo de la serie que desde todos los ámbitos del poder panista se ha desatado contra la ciudad de México y sus habitantes, y que busca, más que cualquier otra cosa, atemorizar a la gente que habita la capital del país.
Se trata, como quiera que se vea, de una nueva campaña de terror cuyo guión se escribió en los sótanos del poder azul, donde aún se concentra todo el odio político resultado de los fracasos de esa derecha por imponerse y dominar en el DF.
Se acabó Juanito, no se puede volver a amenazar con la influenza pues los resultados fueron económicamente nefastos; no es posible seguir con el asunto del sistema de distribución de agua potable, pues ya quedó demostrado que mientras se encendían las alarmas en la ciudad por parte de las autoridades federales, el sistema se reventaba en el estado de México... en fin, si no hubiera sido por el cártel del trife, listo a avalar las ilegalidades electorales del PAN, la derrota hubiera sido descomunal.
Ante la falta de argumentos, ahora, como el conejo del mago, de lo más oscuro de la chistera salta asustado Miguel Ángel Toscano para urdir el nuevo mensaje del miedo: el agua de al menos tres delegaciones está contaminada con caca.
Se hizo el escándalo, de eso se trataba –hubo quienes incluso de otras delegaciones diferentes a las que señaló el panista acusaron daños en su salud por beber agua proveniente de tinacos–, pero parece que nadie recuerda quién es Toscano, y principalmente a qué intereses obedece.
Por eso es necesario hacer memoria. Toscano fue diputado local hace ya dos legislaturas. Su paso por esa instancia fue algo menos que gris, aunque trató de montarse en todo lo que significara un escándalo que redituara en favor de quienes lo mandan.
Así, un día se lanzó con todo, contra todos, para denunciar que los diputados había recibido favores de las empresas tabacaleras con tal de que no impidieran que los anuncios de cigarrillos siguieran en la televisión. Contó en tribuna que con dinero de las empresas del tabaco los legisladores, incluyendo los de su partido, habían hecho viajes de ensueño y por ello peligraba la ley que prohibiría los anuncios de cigarros.
El escándalo fue mayor; allí mismo, en tribuna, se le exigió dar nombres, presentar pruebas. La acusación, por grave, planteaba una descomposición dentro de la asamblea que a todas luces era imperdonable. Toscano dio algunos nombres, pero aún con la presión encima, no pudo presentar las pruebas de su dicho. Cayó en el descrédito.
Es costumbre panista, ya se sabe, manipular verdades, chantajear, como se hace ahora con el tema de la pobreza, o mentir con impunidad –dirán que para eso es el poder–, pero ante la poca eficacia de la falacia, cada vez se inventa una nueva, más dañina, más terrorífica.
Esta vez más vale que Toscano haya mentido y enfrente las consecuencias de su dicho, pues de lo contrario no podrá explicar por qué ocultó la información sobre el agua casi tres meses, por qué no avisó de inmediato si tenía todos los datos. ¿Qué esperaba el funcionario de Calderón: que se diera una epidemia de enfermedades gastrointestinales, que hubiera muertos para culpar al gobierno de Marcelo Ebrard?
Si además de la irresponsabilidad en el manejo de la información, como es costumbre panista, ahora hay dolo, no bastará con la renuncia de Toscano. Las leyes tendrían que mirar su caso, aunque los jueces, como ya hemos visto, en esta administración estén por la ya establecida impunidad azul. Qué barbaridad.
De Pasadita
Hace algunos años, no muchos, la policía perseguía a los jóvenes de cabellos largos, o vestimenta fuera de lo común. Eran los tiempos anteriores al 68, y la policía preguntaba, antes de encerrar a los muchachos, si estudiaban o trabajaban, pues la vagancia era delito. Pasó el tiempo y ahora los encierran sin hacer aquella pregunta, por una razón sencilla: si no se les puede dar empleo ni escuela, el gobierno provoca la vagancia, el enojo, la violencia. Frente a esto las autoridades deberían ser más tolerantes, y cuando menos brindarles la ayuda necesaria para hacerles comprender, de alguna manera, cuáles son los tiempos que les ha tocado vivir, y no meterlos a la cárcel como han hecho las autoridades del DF. Ojo con eso.