Opinión
Ver día anteriorMartes 6 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Agenda de divisiones y derrotas
T

odo conduce al pesimismo. Es la obra de todos y de nadie. Cuando brilla el futuro de América Latina, México se alejó de ella. Cuando nos anexamos al destino de Norteamérica, ésta se cierra y decae. Hay muchas cosas de que escribir y todas apuntan al pesimismo y una nos duele: la muerte de Mercedes Sosa.

Lo que en México llamaríamos fuerzas progresistas no sólo se dividen, sino que permanecen desde hace tiempo en profunda recesión de ideas, conceptos y falta de creación de alternativas. Quienes representan, por obra y gracia de la administración de los presupuestos, prerrogativas y los medios que les han dado, el carácter de interlocutores oficiosos de la izquierda y se dicen sus representantes políticos, ideológicos, sociales e intelectuales, hace tiempo que van como cabús en el tren de los que regresan.

Lo contradictorio en este vacío de una vía propia y alterna es que nunca como hoy existieron tantas condiciones objetivas y subjetivas para cambios profundos. Mas la preocupación de estas fuerzas oxidadas en la demagogia y los intereses propios no es el país, sino las pequeñas cuotas de poder que dan los votos manipulados. Para ello estas fuerzas progresistas, conducidas por la siniestra, van a todas las contiendas como chaperonas de fuerzas oligárquicas locales y los partidos que dicen combatir. Es lo que pasa en Oaxaca, Tlaxcala y en otras elecciones locales, donde el único proyecto es luchar por presupuestos, derecho a clientelas electorales, porcentajes de votos para cambiar por prerrogativas.

Cuando Felipe Calderón propone un impuesto de 2 por ciento contra la pobreza, lanza a las fuerzas políticas el mensaje de allegarse de recursos para todos y garantizar que la clase política conserve sus clientelas. Todos los programas sociales, de todos los gobiernos locales y federales contra la pobreza, no son para cambiar estructuralmente lo que la causa, sino para repartir jirones del presupuesto y contener el hambre sin intención de resolverla. Lo que pagaba el petróleo para sostener el sistema de dominación interna, corporativo, ahora debe pagarse desde el consumo, y por ello solamente se discute quién pagará la factura de tan antipopular medida, que en el fondo todos ellos defienden como sobrevivencia de la estructura de control, pues fuerzas políticas pobres son pobres fuerzas políticas.

Las llamadas fuerzas políticas progresistas no generan opción en ningún aspecto. En lo social, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), desde años atrás eje de una política nacionalista desde el sindicalismo, pone su división y estancamiento al servicio de quienes dice combatir. El gremialismo y la paralización para encabezar su propia modernización sin perder sus principios lo convirtió en objetivo de guerra y símbolo de los obstáculos que señalan las fuerzas globales como uno de los problemas de México.

Por viejos lazos empiezan a tejerse alianzas políticas en el Distrito Federal, Oaxaca y otros estados con el SNTE, en particular con el liderazgo de Elba Esther Gordillo, quien mece la cuna de candidatos locales y precandidatos presidenciales, renovando relaciones. Véase Gabino Cué en Oaxaca o la composición de la fracción del PRD en la Asamblea Legislativa que señalan reacomodos en las cúpulas. Alianzas con el PAN en un lado y con el PRI en otro, menos un camino propio ni la entereza para afrontar ser minoría clara en el presente para transformarse en mayoría posible en el futuro.

El escenario próximo es imaginable: el SME, con un conjunto de sindicatos, se moverá en el discurso gremial y la movilización habitual. La amenaza de paro es lejana, pues el entorno social y político que lo respaldaría se ha debilitado y desprestigiado.

El caso reciente de Iztapalapa (aún no se dan cuenta), a manera de renuncia de las luchas democráticas por el derecho a elegir gobernantes propios en el Distrito Federal, restauró la modalidad de una regencia delegacional, y por tanto habrá un gobierno bicéfalo, con un Juanito con la espada desenvainada, que abrirá su oficina propia para gestiones e instruir a la delegada interina, su regenta.

La retención de cuotas sindicales al SME es ya la declaración frontal de la guerra que cerrará un ciclo del estatismo, el sindicalismo y abrirá otros que ni se ven ni se entienden.

La vetusta oligarquía mexicana también está dividida y es incapaz de ofrecer condiciones para la gobernabilidad mexicana. Al igual que los partidos, sólo ve por sus intereses. La disputa por el sistema financiero, por mantener el proteccionismo, sus monopolios y privilegios, es el motor de muchas de las ineficacias. Por ello ya existen motivos fiscales para una revolución, ante los excesos contra los contribuyentes. La quiebra de éstos es la quiebra del país y fundamentalmente la quiebra del valor del trabajo, que nadie defiende.

Hoy, la demagogia, la política social chatarra que reparte, pero no resuelve, está agotada, y por ello somos un país donde rigen la división, la confusión y el desánimo.