Mansos y débiles, los novillos de San Judas Tadeo echaron a perder la última novillada del año
A Lupe López se le fue viva una res, pero se volvió el personaje más interesante de la temporada
Lunes 5 de octubre de 2009, p. a41
Menos de 5 mil personas acudieron ayer a la Plaza México a ver el desenlace de la temporada chica 2009, protagonizado por el joven queretano Santiago Fausto, el adolescente tlaxcalteca Sergio Flores y la torera yucateca Lupita López, ante un encierro de San Judas Tadeo que echó todo a perder, porque los animalitos resultaron mansos, rajados y débiles, excepto el cuarto de la tarde que, si bien terminó soseando, era el más emotivo al embestir, pero fue lamentablemente desaprovechado.
Fue un festejo más bien extraño –había un cielo luminoso y hacía calor de agosto– en el que tanto Santiago como Lupita no lograron conectar con el público: el queretano porque llegó en plan de maestrito y se condujo con soberbia, pese a que no pudo con su lote, y la artista de Mérida porque le tocó en suerte lo peor de lo peor y, aunque una vez más derrochó afición y valor a raudales, anduvo como ausente.
En cambio, con sus 18 años de edad, su buena escuela y su enorme clase, Sergio Flores emocionó de verdad, sobre todo al torear con la muleta, y fue quien recogió las ovaciones más sentidas porque expresó el arte de la tauromaquia de la manera más auténtica. Por eso los aficionados lo despidieron con el corazón en la mano, mientras Santiago Fausto era paseado en hombros por un solitario cargador de alquiler, y Lupita se retiraba repartiendo sonrisas trémulas a quienes la aplaudían con cariño, sin acordarse ya de que no pudo matar al que cerró plaza.
Por su personalidad, su vocación de lucha, su simpatía y sus altibajos, la yucateca se fue del pozo de Mixcoac convertida en el personaje más interesante de la temporada. En los tendidos de sombra, quizá por solidaridad de género, estaban Hilda Tenorio con su familia y por otra parte, con su apoderada y otras amigas, la gitanita Vanessa Montoya. Hilda y Vanessa, así como Elizabeth Moreno y desde luego Lupe López cambiaron este verano la fisionomía de la fiesta, y abrieron camino para otras toreras que vendrán tal vez el año entrante.
Una encuesta debería preguntar a los aficionados qué les gusta más: las corridas con matadores o con damas. Los resultados podrían ser sorprendentes, se decían ayer los cabales de José Cueli, mientras miraban con el rabo del ojo los trapazos y la notable ausencia de temple y de mando que toda la tarde exhibió Santiago Fausto, quien después de verse radicalmente superado por su segundo enemigo realizó tres veces la dosantina porque sabe que esa suerte cuando sale bien no falla y cosecha muchas palmas. De modo que en plan francamente ratonero culminó una faena efectista, entre airados gritos de ¡toro, toro!
, y se perfiló para entrar a matar dejando un estoconazo que le valió una oreja.
Lo mismo había hecho ante el que abrió plaza, al que tampoco pudo cuajar pero también lo mató con eficacia, para cobrar otro apéndice. Este, sin embargo, le costó un abucheo grande, en señal de que la mayoría del público no compartió el criterio del juez Eduardo Delgado. Muy otra sería la actitud de los asistentes que estallaron en aplausos atronadores para Sergio Flores, para sacarlo al tercio tras la muerte de su primer enemigo, y para entregársele en lluvia de flores, sombreros y botas cuando dio la vuelta al ruedo con la oreja del quinto de la tarde, otro manso infumable al que sometió a su torera voluntad. He allí una figura de época en potencia.