Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un nuevo curso para el desarrollo
E

n algunos países desarrollados hay indicadores que muestran que la recesión tocó fondo hace dos meses. Sus gobiernos y bancos centrales han insistido en que no es momento para plantearse retirar los apoyos fiscales que se han venido otorgando. Se reconoce que la recuperación será lenta y difícil, y que algunas variables fundamentales, como el desempleo, pudieran seguir deteriorándose en los próximos meses. El gasto público deberá seguir fluyendo para asegurar que la recuperación se consolide y no resulte efímera. La política económica tendrá que mantener su carácter anticíclico.

En México el Inegi ha publicado el dato de julio del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), en el que se aprecia por segundo mes un ligero crecimiento respecto al mes anterior, aunque la variación porcentual anual sigue siendo negativa. En junio y julio el IGAE desestacionalizado respecto a mayo y junio, respectivamente, aumentó 0.41 y 2.45 por ciento. Dos meses seguidos con crecimiento no se habían reportado desde finales de 2008. Anualizadamente el IGAE es menor 6.87 por ciento respecto a julio de 2008. Este indicador, en consecuencia, da cuenta de que ha habido una cierta recuperación en los dos meses anteriores.

En los próximos meses veremos si la recuperación se consolida o si hay una recaída de la actividad económica. El asunto no es, por supuesto, azaroso. Depende de la manera como operen variables básicas: ingresos petroleros, remesas recibidas, ingresos por turismo, el gasto público y el gasto de consumidores y empresas. Es evidente que los ingresos petroleros se reducirán, tanto porque la cobertura que garantizaba un precio al barril exportado de 70 dólares ha terminado, como por la reducción en los volúmenes de crudo exportado. Las remesas inevitablemente se seguirán contrayendo, así como los ingresos por turismo.

Consecuentemente las fuentes para asegurar la recuperación tendrán que ser domésticas, y en ellas el gasto público es el único que puede impulsar la actividad económica. No hay duda de que la crisis actual es la agudización de una crisis que veníamos sufriendo de tiempo atrás. Los años de 2003 a 2008 fueron de auge para América Latina que, en promedio, alcanzó una tasa de crecimiento de 4.7 por ciento, mientras en México fue de 3.1, lo que equivale a decir que México creció solamente 66 por ciento de lo que creció América Latina en estos años de auge.

Nuestro país se benefició, como el resto de la región, de precios del petróleo, de minerales y de algunos productos agrícolas como no se habían visto en décadas, de ingresos por remesas extraordinarios y de condiciones de financiamiento externo favorables. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en otros países latinoamericanos, aquí la política macroeconómica fue ineficiente. Lo fue por la terquedad gubernamental en mantener una estrategia de desarrollo que provocó el desmantelamiento del aparato productivo y la agudización de la desigualdad.

El gobierno mexicano también ha sido ineficiente para enfrentar la crisis. Los primeros planteos fueron grotescos, y los programas anunciados carecieron de una visión que se propusiera contener los impactos de una recesión que se transmitía por canales reales y financieros y que afectaba más a los países más vulnerables. Se presumió que nuestra fortaleza estaba en las finanzas públicas y la propuesta presupuestal para 2010 se ha construido a partir de la debilidad crónica de esas mismas finanzas públicas. El centro del paquete económico es resolver el faltante de ingresos y no la situación crítica que vive buena parte de la población.

Lo urgente es aprobar una política que integre los requerimientos de corto y de largo plazos, esto es, un presupuesto anticíclico que se conecte con la transformación de la actual estrategia económica. Hoy, como en la crisis de 1929-33, existe la posibilidad de modificar drásticamente la estrategia y la política económica. Por eso tiene un enorme valor la propuesta México frente a la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo, presentada por un grupo de economistas, en un trabajo auspiciado por el rector de la UNAM.