n los países ricos los políticos dicen que los signos de la recuperación pueden verse por doquier. Por eso en el encuentro del G-20 en Pittsburgh, uno de los temas fue el de las llamadas estrategias de salida
de los bancos centrales y ministerios de Finanzas. Esta idea se refiere a la mejor forma de cimentar la recuperación.
Los riesgos son múltiples. Si los bancos centrales y ministerios de Finanzas comienzan a subir tasas de interés y restringir el gasto público antes de consolidar la recuperación, las economías pueden ingresar en un largo periodo de estancamiento (al estilo Japón durante los noventa). Pero si se retrasan esas medidas, se puede entrar en una etapa de inflación pronunciada con efectos imprevisibles.
La pregunta clave en este contexto tiene que ver con las presiones inflacionarias que se pueden haber gestado por los planes de rescate y los paquetes de estímulo fiscal. Las autoridades estadunidenses han inyectado cantidades astronómicas de dólares en el rescate de bancos y aseguradoras, además de los estímulos fiscales. Ahora han creado liquidez desenfrenadamente a través del enfoque de flexibilidad cuantitativa del señor Bernanke en la Reserva federal.
Cualquier economista diría que esta cantidad de liquidez va a provocar una mayor inflación porque, como se dice, hay más dinero persiguiendo el mismo número de mercancías y eso hace subir los precios
. Se piensa, además, que como la Reserva Federal abrió líneas de swaps de divisas con otros bancos centrales, las presiones inflacionarias aumentarán porque esos recursos pueden ser usados para adquirir activos en Estados Unidos. Pero, como siempre, las cosas no son tan sencillas.
La inflación por exceso de liquidez tiene que manifestarse a través de un incremento en la demanda. Pero en etapas de desempleo elevado la demanda siempre estará floja, y hoy el desempleo roza el 10 por ciento de la población económicamente activa (PEA) en Estados Unidos. Desgraciadamente en ese país sigue pesando mucho la teoría de la tasa natural de desempleo (NRU, por sus siglas en inglés) creada por Milton Friedman y Edmund Phelps para justificar la política macroeconómica neoliberal y, sobre todo, la idea de que la política monetaria sólo sirve para controlar la inflación. La NRU indicaría una tasa de desempleo que no es posible reducir sin crear mayor inflación. Recientemente Phelps afirmó que la NRU en Estados Unidos aumentó de 5 a 7 por ciento de la PEA. De acuerdo con esta visión, ahora el aumento en la inflación se presentará antes, pues no será necesario esperar hasta que caiga el desempleo a 5 por ciento. La NRU es una teoría desprestigiada por todos conceptos, pero esta posición de Phelps simplemente revela que el medio académico estadunidense no está preparado para pensar la crisis.
En este momento el sector privado estadunidense está demasiado preocupado por recomponer su cartera de activos. No parece estar interesado por ingresar nuevamente en la loca carrera de los títulos de alto riesgo o en el consumismo. Los bancos, por su parte, han utilizado los recursos recibidos para recapitalizarse y apuntalar sus reservas. No están inyectando los recursos de los rescates a través de préstamos, y eso dice mucho sobre la evolución de la demanda.
Los activos personales en Estados Unidos sufrieron pérdidas de 8 billones (castellanos) de dólares entre 2008 y 2009. Desde luego, esta gigantesca destrucción de riqueza está asociada a una expansión artificial en el valor de los activos de las familias. Pero lo importante es lo que sucede con la nueva inyección de liquidez. Es probable que para desatar la inflación, el gobierno de Obama, con la ayuda de Bernanke, tendría que hacer funcionar la maquinita de billetes verdes con mayor fruición.
En síntesis, muchos analistas piensan que los pasivos de la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro serán más bien utilizados en la reconstitución de las cuentas de los agentes privados, más que en el relanzamiento de la demanda. Eso implica que una buena parte de los recursos que ha sacado el Tesoro al mercado está siendo invertida en títulos de mayor seguridad (como certificados de depósito).
En los países industrializados todavía no es momento de revertir las bajas tasas de interés y el déficit en el gasto público. En México no hay problema de estrategia de salida. Simplemente nunca se entró en la política macroeconómica para mitigar la crisis.
Detrás de la discusión sobre inflación y deflación está el futuro del dólar. Una depreciación del dólar le conduce a perder todavía más terreno como moneda de reserva. Y en las condiciones actuales, tanto el escenario de la crisis/deflación, como el de la inflación/tibia recuperación, implican pérdida de su valor. El ocaso del dólar como pilar de las finanzas internacionales es cuestión de tiempo. Las reuniones del G-20 van y vienen, y nadie quiere atreverse a plantear la transición a otro sistema monetario internacional porque eso implica cuestionar la globalización financiera neoliberal.
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