Cultura
Ver día anteriorLunes 28 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Recorre La Jornada la versión inglesa de Gabriel García Márquez: una vida, de Gerald Martin

Qué bueno que estuviste, para que cuentes a la gente que no fue mentira: Gabo

La traducción al castellano del título estará disponible en librerías a partir de octubre próximo

 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de septiembre de 2009, p. a11

Todo el mundo tiene tres vidas: la pública, la privada y la secreta: Gabriel García Márquez.

La biografía Gabriel García Márquez: a life es un cruce mágico de todos los caminos que ha recorrido el escritor colombiano, desde la pobreza casi absoluta hasta la fama y el reconocimiento internacional, pasando por todos sus oficios ya conocidos –estudiante de derecho, periodista, escritor, Nobel de Literatura, si es que podemos llamarlo oficio–, hasta los menos conocidos: poeta, dramaturgo, publicista, y diplomático tras bambalinas.

El título llegará a las librerías del país en octubre y lo hará acompañado de una serie de actividades preparadas por la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes y la editorial Random House-Mondadori, como informó La Jornada.

Esta biografía sorprenderá a los lectores. Van a pensar que lo conocían, pero no tanto, dijo el autor, Gerald Martin, en la entrevista publicada en estas páginas el miércoles pasado.

Y es cierto. En este volumen, que se puede leer en inglés y que en la versión castellana lleva el título de Gabriel García Márquez: una vida, Martin camina con Gabo desde la mítica Aracataca (que en el imaginario colectivo no es otra que Macondo), donde nació en 1927, hasta Cartagena, ciudad colombiana donde se le rindió un triple homenaje en 2007.

Está dividido en tres partes: Home: Colombia 1899-1955; Abroad: Europe and Latin America: 1955-1967, y Man of the world: celebrity and politics 1967-2005, con un total de 24 capítulos, a los que se debe añadir el epílogo, Inmortality–The new Cervantes (2006-2007), y Family trees (árboles genealógicos), así como notas, bibliografía, referencias de las ilustraciones y fotografías, además del índice alfabético, agradecimientos, mapas, prefacio y prólogo, con el título From origins obscure (1800-1899).

Desde el prólogo (De orígenes oscuros), el académico británico comienza el viaje en la vida y obra de García Márquez al remontarse a la complejidad del árbol genealógico de su familia desde su origen andaluz, los entuertos y enredos de las relaciones extramatrimoniales, los hijos legítimos e ilegítimos hasta llegar a las familias García Márquez, Barcha Pardo y García Barcha.

Su contexto político

No se trata sólo de un recuento del ir y venir del Nobel de Literatura –cuya popularidad no está lejos de la de los deportistas, estrellas de cine o músicos, tal como remarca el biógrafo en las primeras páginas–, sino que a la par de su vida y la creación de sus obras Martin hace un análisis político de lo que ocurría en ese momento para afianzar cómo, dónde y por qué García Márquez estaba donde estaba y de qué manera esa situación histórica influyó en sus decisiones e incluso en su obra.

Incluye, además, la reproducción de algunos textos escritos por el autor de El coronel no tiene quien le escriba.

Para Martin, el trabajo literario, más que el periodístico, es la forma en la que Gabo se ha reconciliado con el lugar donde nació, con su familia –sus padres decidieron dejarlo con sus abuelos en Aracataca cuando era un bebé y reaparecieron varios años después– y quizá con él mismo.

Sin ser sensacionalista, el biógrafo no deja de lado la vida amorosa de García Márquez, desde sus encuentros con prostitutas y su relación con Tacchia Quintana en París hasta su matrimonio con la mujer que ha sido la compañera de su vida: Mercedes Barcha.

Antes de ser quien es, de crear su propio mito y su figura literaria (e histórica), Gabo experimentó la pobreza, sobre todo en su estancia en Europa, que se prolongó durante varios años, ya que sobrevivía de la generosidad de sus amigos e incluso de recoger botellas para venderlas (bien conocido es aquello de que parecía que siempre le faltaban los últimos cinco centavos). De la suerte con la que siempre ha corrido, de saber estar en el momento preciso en el lugar adecuado y, mejor aún, de crear su propia suerte.

Foto
El escritor colombiano, en una imagen captada durante una estancia en México en 2003Foto Roberto García Ortiz

La segunda parte del libro se entrelaza precisamente con el punto en que se quedó Gabriel García Márquez en su autobiografía novelada Vivir para contarla (publicado por editorial Diana en 2002): el año es 1955 y Gabo comienza ahí un viaje que lo llevaría no sólo a satisfacer su instinto periodístico, sino su apetito cinéfilo –estudió cine y estuvo en el Festival de Venecia–; viajó a Europa del este; en París padeció hambre y fue encarcelado en pleno conflicto argelino porque lo tomaron por árabe; en Londres padeció por no encontrar tabaco negro (su preferido), por lo que gastaba su dinero en cigarros importados; pero también conoció a los que después serían grandes intelectuales en los años venideros.

Las peripecias en Europa concluyeron en diciembre de 1957 y de ahí viajó a Venezuela, antes de regresar a su país natal. Fue en ese país donde su retórica se hizo más explícita con respecto a los derechos humanos, la democracia y la justicia, cuenta su biógrafo. Después de su matrimonio con Mercedes, en marzo de 1958, Gabo quemó las cartas que ella conservaba de él (unas 600 hojas); ahí comenzó la construcción de su imagen.

Su desencanto del periodismo

Después, Cuba, Nueva York –como corresponsal de Prensa Latina–, las presiones, la renuncia y su viaje a México con la esperanza de conseguir trabajo, ya no de periodista –el desencanto lo hizo separarse de su profesión–, sino que a lo mejor conseguiría algo de intelectual. Llegó a México el 26 de junio de 1961 después de mil peripecias en su viaje en tren, acompañado por su esposa y su hijo Rodrigo.

¿Intelectual? Primero tuvo que arreglárselas para mantener a su familia y trabajó de director de las revistas La familia y Sucesos para todos, la primera destinada a la mujer y la segunda a los escándalos, pero pidió que su nombre no figurara en el directorio. Leyó a Juan Rulfo gracias a su amigo Álvaro Mutis, y envió a Colombia su libro La mala hora para un concurso literario, el cual ganó; fue entonces cuando nació Gonzalo, su segundo hijo, en 1962.

Su confianza en Cuba, la crisis de los misiles, su labor de guionista, la publicación de sus textos en los principales suplementos culturales y, entonces, el ataque de la musa que lo llevó a escribir su obra cumbre, Cien años de soledad. A partir de ahí... la fama.

Su compromiso social

En la tercera parte del libro Gerald Martin da cuenta de esa parte política y de compromiso de Gabriel García Márquez –la decisión de no escribir ficción mientras Augusto Pinochet gobernara en Chile, por ejemplo. La figura de García Márquez adquiere nuevas dimensiones por su trabajo diplomático y su compromiso con causas como las de algunos presos políticos cubanos liberados gracias a su intervención, la creación de escuelas como la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba.

El Nobel en 1982, a cuya ceremonia asistió vestido con el tradicional liquiliqui; la escritura de otras obras, hasta Memoria de mis putas tristes.

Este viaje emprendido por su biógrafo concluye con el homenaje internacional que se le ofreció en Cartagena. El motivo fue triple: su cumpleaños 80, las primeras cuatro décadas de la publicación de Cien años de soledad y el 25 aniversario del Nobel. Parte de ese homenaje –del que La Jornada fue testigo, y del cual se dio cuenta en estas páginas– fue la edición especial de Cien años de soledad, preparada por las academias de la Lengua y de la cual se imprimieron un millón de ejemplares.

Ese homenaje y la breve conversación que sostuvieron biógrafo y biografiado en Cartagena supusieron el fin de muchas cosas, dice Martin antes de poner el punto final. Gabo le dijo: qué bueno que estuviste, para que le cuentes a la gente que no fue mentira.

Y no fue mentira.