ecía un muy destacado investigador que su país, Argentina, era la única nación en el mundo que convertía una oportunidad en crisis. Y creo que eso podría aplicarse al gobierno mexicano cuando se analiza la propuesta de presupuesto presentada por el Ejecutivo federal para 2010, que ha causado enorme descontento en muy distintos sectores de la población mexicana.
Se trata de un presupuesto cuyo objetivo es simplemente recaudatorio, que castiga el consumo y afecta a los contribuyentes cautivos históricos, y con ello la posibilidad de que el mercado interno pudiera iniciar una recuperación. No amplía la base tributaria, pues no toca ni con el pétalo de una rosa a ninguno de aquellos que se benefician de regímenes fiscales especiales y a quienes les son devueltos miles de millones de pesos por artimañas de la propia ley que los ejércitos de abogados de estas grandes empresas se encargan de hacer efectivas. No se ve por ningún lado, más que en la retórica de siempre, que se reduzcan en forma determinante los inmensos gastos que siguen asignándose a la ampliación desmesurada de burócratas de alto nivel y a sus prebendas, o para rubros tan inútiles como el de Comunicación Social de Presidencia.
El gobierno federal pretende contribuir a combatir los niveles de pobreza mediante la aplicación de un impuesto de 2 por ciento en alimentos y medicinas y al consumo de diversos bienes y servicios, propuesta totalmente discutible, ya que el incremento de impuestos reduce la capacidad de consumo de la población con el consecuente efecto negativo para la economía nacional y para el crecimiento de las empresas que así verían restringidas sus posibles ventas. Tampoco parece tomarse en cuenta que todas aquellas inversiones que po-drían relanzar la tan vapuleada economía nacional se han reducido de manera alarmante, como son las dedicadas a infraestructura y a la construcción, que, como se sabe, es un multiplicador de otros sectores industriales.
El gobierno se enfrenta a la disminución de un conjunto de ingresos que le permitieron manejar sus gastos, como los de la renta petrolera en las recientes épocas de bonanza, pero que fueron dilapidados y no fueron puestos en la reserva para momentos difíciles, como sí han hecho países como Chile o Brasil. Por lo tanto, los contribuyentes cautivos tendrán que pagar por ello.
Las remesas también están disminuyendo, y esto también lo resiente el gobierno, pero sobre todo las familias que han dejado de recibirlas. Por si fuera poco que una considerable parte de la población mexicana haya tenido que exiliarse
, porque los sucesivos gobiernos han sido incapaces de instrumentar un proyecto nacional que permita a toda la población vivir con justicia y equidad, ahora hay que aumentar la carga a los contribuyentes cautivos.
Si bien todo ello muestra la falta absoluta de visión para el futuro, el golpe más gravoso para una posible modernización del país tiene que ver con la educación. Se pretende reducir en 800 millones el presupuesto a las universidades, lo cual supone eliminar en algunos casos investigaciones académicas en curso, o bien la imposibilidad de abrir nuevas plazas para quienes pretendan hacer de su vida productiva la investigación, la docencia o la difusión de la cultura, y lo más grave es que se condena a miles de jóvenes que verán truncado su futuro a no acceder a una educación superior, no por falta de capacidad intelectual, sino por la incapacidad presupuestal, producto de la miopía total del gobierno federal.
El problema del país no se resuelve con los impuestos que propone el Ejecutivo federal, porque no plantea por ningún lado políticas públicas que promuevan el empleo y un salario digno, y menos aún la modernización del país a través de la innovación, de la investigación y el desarrollo, lo que nos aleja cada vez más de la posibilidad de convertirnos en una sociedad del conocimiento que concentre talentos y creatividad creciente.
Para asegurar el éxito a largo plazo debe hacerse una inversión pública en el sistema de educación superior y no reducirla, como pretende el gobierno. Hay que impulsar un nuevo liderazgo, enfocado a la formación y retención del talento. Nada de esto se encuentra entre las prioridades del gobierno, de tal suerte que a las migraciones tradicionales se añadirán, lamentablemente, la de talentos, que son muy solicitados por los países desarrollados.
Con gobiernos tan torpes, México está cancelando su futuro.