Sinfonías de Shostakovich y Gubaidulina
Lunes 21 de septiembre de 2009, p. a13
El joven venezolano Gustavo Dudamel realizó el estreno mundial de dos partituras al frente de la Filarmónica de Berlín y convirtió de nuevo la mejor sala de conciertos del planeta en un caldero de emociones que hicieron estallido en aplausos y aclamaciones. Se prolongaron seis minutos, tiempo récord que implantó en su debut hace apenas unos meses al frente de esa orquesta.
De nueva cuenta entabló un programa ruso: la premiere en esa sala de Glorius Percussion, fascinante partitura de la compositora tártara Sofia Gubaidulina, y en la segunda parte del concierto la Sinfonía número 12 de Dmitri Shostakovich, que para asombro de muchos nunca había interpretado la filarmónica berlinesa.
Un elemento indicativo de ese asombro es la dedicatoria que hizo Shostakovich de esa obra a Lenin y el título, El año 1917. Paradojas de la vida: el espíritu revolucionario del compositor habría de sufrir el acoso y persecución de Stalin, quien buscó destruir al músico, según narró Maxim Shostakovich, hijo del sinfonista, en una entrevista que concedió a La Jornada hace algunos años.
Así como en su anterior experiencia como director de la Filarmónica de Berlín, Gustavo Dudamel hizo un concierto ruso, con partituras de Rachmaninof, Stravinsky, Prokofiev (La Jornada, 9/3/09), ahora formuló una dupla sensacional, con obras de Sofia Gubaidulina y del mentor de ésta, Shostakovich.
Glorious Percussion es, efectivamente, gloriosa. Está escrita para cinco percusionistas al frente de la orquesta y dura casi 40 minutos de fascinación. Instrumentos percusivos tártaros, árabes, egipcios, africanos y occidentales se fundieron con la orquesta, cuyos integrantes tocaban y al mismo tiempo levitaban frente al ritual cuasi dancístico de los solistas que activaban artefactos de sonidos de ensueño.
En el intermedio, como es costumbre en las fabulosas transmisiones de los conciertos de la Filarmónica de Berlín en vivo vía Internet, presenciamos una entrevista de fondo.
En esta ocasión Margarete Zander entrevistó a Sofia Gubaidulina, quien explicó, en alemán, el tema técnico y temático de Glorious Percussion: la fascinación por el pulso del mundo, puesta en intervalos concretos. Los distintos sonidos del planeta integrados en la pulsación de la naturaleza puesta en espejo. Las culturas ágrafas que se expresan a través de un pulso vital, sin texto y pleno de fascinación
.
A la pregunta formulada a propósito de su trabajo en colaboración con Gustavo Dudamel respondió sonriente: Gustavo tiene bellísima luz interior. Como en las personas verdaderamente hermosas, su belleza es interior. Su temperamento, gracia y encanto son factores añadidos. Solamente uno de los componentes de su parte divina
.
Reinicia el concierto: Dudamel sin su melena. Ahora, el pelo recién afeitado, luce grandes patillas y un gesto adusto y concentrado que se espejea, especialmente en los momentos lentos y sublimes, con la conmovedora concentración de los músicos. Ángeles sumergidos en un óleo de Giotto. Algunos entrecierran los ojos, otros más musitan. Hacen una música de ensueño.
Los pasajes telúricos, las explosiones de fagotes burlones, oboes retozones, tubas percutidas, cuerda a todo tren, ponen al público en órbita.
Gustavo Dudamel, en los cuernos de la Luna, agradece sonriente los aplausos, los vítores, los vivas, y responde a la exigencia del público que no quiere abandonar la sala, ese templo laico, ese ceremonial heroico, sin tenerlo nuevamente a la vista, ahora en el escenario desnudo, todo para él, y recibir un baño de cariño expresado en aplausos, palmas, exclamaciones de furor y encanto. Seis minutos más de gloria.
De nueva cuenta triunfaron la música, el amor y la belleza. Brilló, como lo puso en palabras Sofia Gubaidulina, esa luz interior de Gustavo Dudamel reflejada en todos los circunstantes y, magia de la tecnología, en todos quienes presenciamos este nuevo milagro desde la intimidad del hogar, merced a la transmisión en vivo vía Internet.
Gloria in excelsis.