El artista exhibe 22 cuadros y seis dibujos en el Orfeó Catalá de México
una aventura
Utilizo mucho los colores, la composición, las masas y el movimiento
La intuición me dicta la obra sin ponerme a pensar mucho, porque eso me bloquea la creatividad, aclara
Sábado 22 de agosto de 2009, p. 4
Cuando Javier Saavedra Valdés (DF, 1962) pinta un cuadro trata de que esa labor sea una aventura. Y si en algún momento del proceso la pieza lo sorprende, entonces quiere decir, indica, que puse en juego mi creatividad y que en el mejor de los casos pude hacer algo nuevo
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De conservar esa visión de cuadro tras cuadro, voy a llegar a lugares en los que me siento muy a gusto en lo creativo
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Al empezar una obra, explica, tampoco tengo muy claro lo que quiero hacer. De hecho, esa aventura de no saber exactamente cómo va quedar es lo que más me gusta
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No obstante, Saavedra nunca se lanza a pintar a ciegas, sin bocetos y sin un plan concreto: o me lanzo con un boceto muy elaborado, más o menos elaborado, o con un modelo que me guste
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En referencia al óleo Jaguar, uno de los 22 cuadros y seis dibujos que Saavedra tiene montados hasta el 26 de agosto en el Orfeó Catalá de México (calle Marsella 45, colonia Juárez), el entrevistado explica que partió de una artesanía de Yucatán hecha en madera.
Claro, está interpretada, cambiada de color, pero básicamente la idea salió de un objeto que me gustaba y tenía ganas de pintar. Siempre necesito partir de algo que me motive, será que soy miedoso de lanzarme a ciegas a la tela
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Partición en planos
Con estudios en el Instituto de Artes Plásticas de Taxco y la Escuela Nacional de Artes Plásticas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Saavedra, con 25 años de trayectoria, reconoce que siempre pinta un poco influenciado por el muralismo en cuanto a los colores, la composición, las masas y el movimiento
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En 1984 colaboró con Armando Ortega en un mural colectivo emplazado en el Centro de Convenciones de Taxco, Guerrero, mientras al año siguiente pintó un mural para el Club de Remo de la UNAM y, en 1986, colaboró con Daniel Ponce Montuy en otro en el edificio sede del Gobierno del Distrito Federal.
En seguida vivió seis años en Europa, principalmente en España, Francia e Italia, donde estudió pintura al fresco con Barnaby Fitzgerald, de la Universidad de Texas, en Cennina, Arezzo.
Su obra también hace alusión a algunos movimientos artísticos del siglo XX. Puede ser que a nivel de elementos haya cierto gusto quizá ornamental con el modernismo
, reconoce, aunque “en cuanto al uso de la pincelada, del color, a veces un poco subido, o arbitrario, me siento muy afín al expresionismo. Me han dicho que mi trabajo en ocasiones es surrealista, pero hasta donde sé ese movimiento parte de la base de que lo que haces es inconsciente y de allí el valor que tiene, que no pasa por la razón.
En cambio, el planteamiento que hago es bastante simbólico. Eso me diferencia, aunque a nivel de imágenes podría parecer que a veces mezclo las figuras, con un resultado medio onírico.
–¿Cómo construye un cuadro?
–No soy reflexivo a la hora de pintar. La intuición me dicta el cuadro, sin ponerme a pensar mucho porque eso me bloquea la creatividad. Pero ya que termino, sí reflexiono acerca de los cuadros. Veo, por ejemplo, que me interesa mucho partir las cosas en planos, aunque éstos no estén muy diferenciados, casi como si fuera una estética de bajo relieve.
Durante mi infancia hice figuras con plastilina, inclusive, profesionalmente he hecho ilustraciones con ese material. Creo que ese gusto por las formas, los colores, así medio pegados, retorcidos, con volumen, distorsionados, me puede venir por allí.