Unos mezcales en honor de Macario Matus
ara evocar a Macario Matus (quien murió el pasado jueves 6 de agosto a los 66 años), inevitablemente hay que tomarse unos mezcales. Sólo después de dos o tres tragos podríamos decir que fue un iluminado, quizá el interlocutor más auténtico y profundo de la magia zapoteca del Istmo (particularmente de Juchitán), con sus contemporáneos del mundo occidental, durante los 25 años recientes. No hablamos sólo de un erudito de esa región, fue también un intelectual políticamente incorrecto, además poeta, crítico de arte, narrador, periodista, ensayista y promotor cultural; fue un auténtico taganero, palabra zapoteca que se refiere a aquellos que desparraman su intensidad etílica y su lubricidad sensual por todas las tabernas y todas las pieles que pasan a su lado.
Para explicar la atrevida actitud de Macario ante el mundo, habría que conocer su propia reinvención de su ancestral origen: Juchitán, un pueblo en donde todo puede ocurrir: las fiestas (Velas) interminables, la adoración hacia los homosexuales (Muxes) como bendición de las familias, el poderoso matriarcado de las tehuanas, el más idílico movimiento de izquierda (COCEI) y un brote luminoso de músicos, poetas y pintores de la dimensión del narrador Andrés Henestrosa o el pintor Francisco Toledo . Ahí nació ese personaje sencillo y provocador.
En 1995 escribió lo siguiente en el número Porno, de la revista Generación: “Los juchitecos no tuvimos literatura escrita porque las versiones orales las quemaron los religiosos cristianos por su falsa moral. Han quedado plasmadas escenas subidas de color en las imágenes de las estelas, murales, códices, títulos primordiales, monumentos, cerámica y esculturas. Francisco Toledo y Jesús Urbieta, entre otros pintores contemporáneos, son los herederos de esa sexualidad intensa y sin tapujos, con una estética y ética de los que éramos desde la epifanía de la cultura milenaria de los Binni Záa.
Para los zapotecas no hay mejor muerte que la que acontece besando el sexo de enfrente. Casi prefieren fenecer en la cueva del eterno placer: agonizar dentro de la vagina de la mujer o sobre el palo mayor de un hombre musculoso. Cantamos, danzamos, componemos, pintamos, actuamos por y para el sexo.
Así, con este texto, Macario no sólo explica cómo viven su sexualidad sus paisanos, también nos habla de su personal actitud desprejuiciada y blasfema de la leyenda dionisiaca de su cultura. Pero más allá de su lúbrica picardía popular, Macario también supo ser muy formal para contar la historia sociopolítica de su pueblo y advertir la construcción de una de las más prolíficas tradiciones literarias y especialmente plásticas en nuestro país.
En su texto intitulado El renacimiento de la cultura zapoteca (Generación Juchitán
2004), Macario Matus hace un recuento histórico de Juchitán, en donde anota: “Las vicisitudes del primer triunfo de la COCEI (Coalición de Obreros, Campesinos y Estudiantes del Istmo) entusiasmó a intelectuales de otras partes del país que brindaron apoyos contundentes a la organización en momentos difíciles. La presencia de intelectuales como Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, Felipe Ehrenberg y muchos fotógrafos de prestigio como Héctor García, avalaron con su firma y su crónica los actos de protesta de la COCEI.
Macario escribió para decenas de catálogos, revistas y suplementos culturales sobre la obra de la mayoría de los artistas juchitecos contemporáneos; también rescató y reinventó las leyendas y tradiciones de la cultura zapoteca, siempre desde una postura desligada del mercado del arte y de las buenas costumbres.
En tiempos recientes fundó un centro cultural independiente en donde nunca faltaron los buenos artistas, las garnachas y las tlayudas, pero sobre todo sus amigos y los mezcales. Qué bueno que te moriste Macario, las cosas del mundo contemporáneo ya no son para un auténtico juchiteco como tú.