Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La sangre que no vuelve
T

oma tiempo seguir vivo.
Distrae más allá de lo aceptable.
Retarda, dilata, dispersa.
La vista se opaca.
De tanto repetirse, no alcanzan las palabras
ni el tamaño del corazón.
El ruido de los minutos al caer
adormila los tímpanos.
La lengua se cansa
de lamer.

Pero si no, el terreno ganado por la muerte
sería inmenso,
no importa cuántos años más vivieras
inútilmente.
Ya ves cuánto zombi.
Cuánto anciano millonario
conservado en hielo o formol.
Cuánto sobreviviente de sí mismo.
“Y no hay nada más ridículo
que un aprendiz de suicida”
dijo Frank Zappa.

Las vueltas del humo del incensario
no lo hacen mejor,
las aniquila su incapacidad para tomar forma.
El agua sin vaso.
El viento a mitad del océano.
Contenido sin continente,
antesala o antídoto de la muerte.

Tanto que toma mantenerse vivo
para que más pronto que tarde
resulte que fue tiempo perdido
y la tentación de recuperarlo
sea un delito, y necio.
No hay vida que alcance.
La sangre no vuelve.