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Tres cuentos
Jorge Degetau
ASESINATO
La puerta automatizada se cerró detrás de mí. Entre sombras no pude mirarlo directamente pero supe, por su pisada de rinoceronte viejo y pesado, que era un hombre disimulado y astuto, impetuoso sólo si se necesitaba. Estoy seguro que su cabeza se levantó para mirarme antes de emparejar por completo su paso con el mío. Caminamos por la vereda adoquinada que lleva a la biblioteca, y era tan de noche que la luna ya se había metido. Lo tenía pescado de reojo y la cabeza me decía ‘no lo sueltes'. Pero justifiqué mi sospecha con razonamientos: es otro estudiante, no estoy en México sino en El Primer Mundo. Por eso, distraído comencé a buscar liebres hasta donde la vista lo permitía; vi un par –mal augurio– que se alejaba corriendo a toda velocidad.
Recuerdo que cuando regresé la vista al frente, alterado por mis instintos, el rabillo de mi ojo ya no percibía su presencia; mi oído, eso sí, seguía escuchando sus pasos, ahora menos a mi izquierda y ligeramente más atrás de mí. Pronto escuché, también, mi respiración agitada.
Cuando volteé, él ya tenía el cuchillo en la mano.
LUIS LÓPEZ
Mi nombre es Luis López. El mío es un nombre especial, contraintuitivamente de lo que podría pensarse, pues aparece 6,563 veces en la Sección Amarilla de mi ciudad. En una población sobre los 600 mil habitantes habemos 6,563 versiones de la misma persona, lo que representa más del uno por ciento del total. Esto quiere decir que de cada cien individuos uno siempre seré yo. Yo, Luis López, soy obrero, oficinista, entrenador de nado, guía espiritual, contador, cadenero, transexual o jardinero, según de cuál de mis versiones se trate. Mientras estoy en el autobús, camino al trabajo, me ejercito en un gimnasio en tanto, quizás, me acuesto con la mujer de otro Luis López, también yo, lo que no puede considerarse adulterio, sino satisfacción garantizada. Soy lo más próximo a Dios, por lo menos en mi ciudad, e incluso puedo considerarme superior a él, que tan mediocremente se presume trino, cuando en mi sola persona caben 6,563 naturalezas distintas. Así, no cabe duda: Luis López es un nombre especial.
DÍAS DE ESTANTE
Luego del amor y del tinto dormíamos con las piernas hechas un nudo, entrelazadas como dos mulas de seises. Entonces éramos un caos íntimo: ella arropaba su boca en mi pecho, mudaba a mis manos las suyas, removía mi pelo con sus dedos educados y agudos. En la madrugada despertábamos parejo, sin razón aparente, y yo acuñaba su nombre en el aire violentado por los estertores de los vientres; me gustaba morderle el labio grueso para cortar la fluidez de sus gemidos.
Cuando todo pasaba, recostados en las telas húmedas, ella me decía desde lo más profundo de su boca de mar ‘te quiero'; luego dormíamos como dos libros en el estante. Pero terminó, como todo lo bueno, antes que mi vida.
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