Lunes 20 de julio de 2009, p. a45
Dígase lo que de ella se diga –que es arcaica, sanguinaria, retrógrada, absurda, lo cual sin duda es cierto–, la fiesta brava pertenece al ámbito de la cultura, pero carece de un museo o de un memorial que preserve sus relaciones con las bellas artes, con la política y con la historia. Vagando ayer por la ciudad, este cronista desocupado por la inactividad de la Plaza México halló un título del Fondo de Cultura Económica, impreso en 2006, que contiene dos novelas (El libro vacío y Los años falsos), las únicas que escribió la polifacética creadora tabasqueña Josefina Vicens (Villahermosa 1911-DF 1988), quien, entre otras cosas, fue... crítica taurina.
“Sí, Josefina Vicens –menuda como era– fue cronista de toros, Pepe Faroles era su firma y estuvo a punto de ser golpeada por un boxeador, amigo de un torero muy famoso, quien resintió sus comentarios adversos”, explica en el prólogo del volumen su amiga y discípula Aline Pettersson. Vicens, agrega, fue, también, escritora de guiones cinematográficos y de política bajo el sobrenombre de Diógenes García
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Cosas de la casualidad (o de Internet), en un artículo publicado en el diario español El Mundo, hace unos días, el periodista Raúl Rivero apuntó: Uno de los críticos taurinos del siglo XX mexicano se llamaba Pepe Faroles. Era contemporáneo de un comentarista político que no brillaba demasiado, pero era incómodo y escribía bien. Firmaba como Diógenes García. La verdad es que el experto en la lidia de toros y el analista de la actualidad política eran sinónimos de Josefina Vicens, la novelista que nada más necesitó dos libros para que la literatura hispanoamericana no pueda dejarla en el olvido
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Rivero abundó en que “la señora Vicens escribió más de un centenar de argumentos para la cinematografía de su país. Tres de sus guiones más reconocidos son los de Las señoritas Vivanco, Renuncia por motivos de salud y Los perros de Dios”. Ante el hallazgo de tantos y tan deslumbrantes datos, surge una reflexión inevitable: si la Plaza México fuese convertida en un museo nacional de la tauromaquia mexicana, el muro o la sala correspondiente a Josefina Vicens conectaría a los visitantes con la literatura, el cine, la política y la lucha feminista, por ejemplo, porque la escritora tabasqueña fue además líder sindical campesina.
Claro que estamos en crisis, claro que el gobierno de Marcelo Ebrard no tiene dinero para soñar siquiera con un museo como éste, pero la Plaza México ahí está y luchar para que tal sea su destino es una causa más que noble.