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Entrará en la historia como el precedente más amoral y vergonzoso de la diplomacia rusa, dice

Fugaz visita de Medvediev a Osetia provoca airada reacción del presidente de Georgia

Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 14 de julio de 2009, p. 20

Moscú, 13 de julio. Camino a Sochi, el exclusivo balneario en la costa rusa del Mar Negro, que algunos días veraniegos suele convertirse en despacho suplementario de los gobernantes de este país, el presidente de Rusia, Dimitri Medvediev realizó este lunes una visita relámpago a Tsjinvali, la capital de la secesionista república de Osetia del Sur, cuya independencia reconoció el Kremlin tras derrotar a Georgia en la guerra que libraron en agosto del año anterior.

La sorpresiva aparición de Medvediev en Tsjinvali, donde permaneció poco menos de dos horas desde que su helicóptero aterrizó en la base militar que Rusia mantiene en Osetia del Sur, no tuvo otro propósito que poner de manifiesto que hay controversias en las cuales el Kremlin no piensa hacer ninguna concesión.

Apenas una semana antes, el titular de la Casa Blanca, Barack Obama, dijo aquí ante el embarazoso silencio de su anfitrión –en la conferencia de prensa al término de sus conversaciones con Medvediev– que es necesario respetar la soberanía e integridad territorial de Georgia, en alusión al reconocimiento ruso de la independencia de Osetia del Sur y Abjazia.

La escala fugaz en la capital suroseta –más en la base militar que en la ciudad propiamente– tuvo también una acendrada connotación geopolítica en un contexto dual: la depreciación del rublo frente al dólar y el euro por la caída de los precios internacionales del petróleo y, sobre todo, la firma hoy en Ankara, Turquía, de los acuerdos intergubernamentales que dan luz verde a la construcción del gasoducto Nabucco, el cual se concibió para transportar el gas natural de Asia central y el Caspio hacia Europa, eludiendo el territorio de Rusia.

El proyecto, promovido por la Unión Europea para disminuir su dependencia energética de Rusia, que a su vez, impulsa el South Stream como ruta alternativa a través del Mar Báltico y Alemania, es una extensión del ducto Bakú (Azerbaiyán)-Tbilisi (Georgia)-Erzurum (Turquía) y, en el mejor de los casos, no podría empezar a funcionar antes de 2014.

El proyecto Nabucco depende no sólo de ingentes inversiones –11 mil millones de dólares– sino también de la estabilidad en una región en la que Georgia, país clave de tránsito, sigue reivindicando, con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, que aún le pertenecen Osetia del Sur y Abjazia.

Por eso, el espaldarazo del Kremlin a la independencia suroseta se interpretó como un intento de sembrar dudas sobre la viabilidad del Nabucco y provocó una airada reacción del presidente de Georgia, Mijail Saakashvili.

El mandatario georgiano, que asistió como invitado a la ceremonia de firma en Ankara, resumió toda su frustración y rabia en esta frase: Creo que lo que ocurrió hoy (la visita de Medvediev a Tsjinvali) entrará en la historia como el precedente más amoral y vergonzoso de la diplomacia rusa.

Ya desde su residencia en Sochi, Medvediev, en declaraciones a las agencias noticiosas rusas, respondió a Saakashvili: Acabo de estar en un nuevo Estado, que se creó hace poco menos de un año. Sucedió como consecuencia de la burda agresión del régimen de Georgia, el único responsable de todo lo que ocurrió.

Pero el último mensaje que envió Medvediev este lunes tuvo otro destinatario, su colega estadunidense, Barack Obama, quien parece creer que es posible llegar a un acuerdo de desarme nuclear sin renunciar a su escudo antimisiles en Europa del este.

Pese a la crisis económica no hemos recortado ningún parámetro de financiamiento de nuestro ejército y nuestra Armada, afirmó Medvediev al reunirse con oficiales navales en Sochi.

Anunció, por si acaso: Desde un submarino estratégico (léase, nuclear) hoy se realizó un exitoso lanzamiento de un misil balístico, que dio en el blanco programado, dijo Medvediev, aunque los expertos coinciden en señalar que se trató de un misil Sineva, en servicio desde 2007, y no de una prueba del nuevo misil intercontinental de última generación Bulava, cuya fase de experimentación dista de haber concluido, lo cual pospone su incorporación al arsenal de la Armada rusa.