De verdad y de mentiras
Pamplona y el autorregulado
amplona, durante la Feria de San Fermín, se convierte en una increíble fiesta de vida e incluso de muerte. El viernes pasado Daniel Jimeno Romero, joven español de 27 años, con experiencia en esos menesteres, decidió correr delante del cuarto encierro de la feria, compuesto por seis arrogantes toros, cinco negros y uno castaño listón, ojalado y rebarbo, del hierro de Jandilla, vecino de Cádiz.
Precisamente en el breve tramo de Telefónica, unos metros antes de la entrada a la plaza y luego del largo trayecto de la calle de Estafeta, el toro castaño de nombre Capuchino, que encabezaba la manada, fue obligado a rezagarse al arrollar a varios mozos en su viaje y, por azares del destino, pues participan miles de corredores, su pitón izquierdo se encontró con el cuello de Daniel.
La muerte, ya la ves, un simple ruido, escribió el poeta toledano Rafael Morales, y en un chasquido apenas perceptible el diamante de la fiera cercenó la yugular de aquel hombre fiel a una tradición y continuó lanzando cornadas y prendiendo cuerpos. Esto, que escandaliza a los que se sueñan civilizados, posee más humanidad que invadir países y asesinar civiles con el pretexto de la democracia.
La mentira se multiplica más fácil que la verdad, por eso la fiesta de los toros difícilmente sobrevive donde prevalecen la simulaciones. Primero, el autorregulado de la Plaza México insultó al juez por no conceder una oreja, enseguida arrojó al suelo el escudo de la ciudad, después suspendió la temporada de novilladas en dicha plaza y por último demandó una reunión inmediata con las autoridades del Distrito Federal para seguir autorregulándose por tiempo indefinido.
Como las autoridades tienen cosas más delicadas que atender que los caprichos e ineptitudes del promotor de una fiesta privada, como éste sostiene, el pasado viernes el autorregulado mandó a algunos novilleros, subalternos, monosabios, cubeteros, vendedores y boleteros a la explanada del Zócalo para solicitar a esas autoridades que se reúnan con él, escuchen sus jeremiadas, pongan jueces a modo y sea reabierto el coso.
¿A quién se le ocurrió suspender la temporada de novilladas? ¿Quién insultó al juez de plaza por no otorgar un premio que a su entender era inmerecido? ¿Quién ha hecho lo que le da la gana en su pequeño coto taurino desde hace 16 años? Si la fiesta es un negocio privado según el autorregulado, ¿qué tiene que dialogar con una autoridad a la que nunca ha reconocido?