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Mexicanos al grito de guerra...
E

sas palabras que inician nuestro Himno Nacional, a muchos nos ponen la piel chinita de emoción, que se va incrementando al ir subiendo el tono de voz al avanzar en el canto, aunque sea uno terriblemente desafinado. Algunos han dicho que el himno ya no tiene vigencia, pues carece de valores para la época actual y que se debería hacer uno nuevo. Afortunadamente, la gran mayoría de ciudadanos se oponen a la idea, entendiendo que el significado emocional e histórico rebasa en mucho el sentido de las palabras, que además, cuidadosamente estudiadas, vemos que proponen valores perennes: la paz como destino de nuestra patria; su defensa y la de su territorio, en caso de ser profanados por algún enemigo; la generosidad y el valor ante el contrario; el fin de la discordia entre hermanos y del derramamiento de sangre; la unión, la libertad, la soberanía y la dignidad, entre otros, que en la actualidad mucha falta nos hacen.

En un bello libro que publica Artes de México, titulado La Guía del Himno Nacional Mexicano, la destacada historiadora Guadalupe Jiménez Codinach nos platica acerca de los autores, del entorno social, político y cultural que prevalecía en la época, de los personajes, de la vida cotidiana. Con magnífica pluma va contando la historia de nuestro himno, salpicada con anécdotas que hacen deliciosa la lectura.

Con un atractivo diseño, el libro está bellamente ilustrado a color con fotografías y reproducciones de buenas pinturas. Aquí nos enteramos que el himno lo cantó por vez primera la prima donna Enriqueta Sontan, una soprano prusiana, el 17 de mayo de 1854, en el teatro entonces llamado Santa Anna, después Nacional, soberbia construcción neoclásica del arquitecto Lorenzo de la Hidalga.

Este teatro, que se encontraba en lo que hoy es la esquina de Bolívar y 5 de Mayo, fue mandado demoler por Porfirio Díaz a principios del siglo XX, para ampliar esta última avenida con el fin de que desembocara en el nuevo gran palacio que mandó edificar, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia. Ya habrán adivinado que se trata del Palacio de Bellas Artes. Habíamos visto fotos del Teatro Nacional, que era bellísimo, como se puede apreciar en la imagen que aparece en el libro, pero no sabíamos cómo era el interior que la autora nos describe con gran detalle.

Volviendo al debut del himno, la prusiana lo cantó con la música de Giovanni Bottesini, director de la orquesta de la Opera Italiana, pues aún no se escogía la música del concurso oficial. Un mes después de su interpretación, la prima donna, de regreso de un paseo por Tlalpan, se sintió enferma y a los pocos días falleció. Se había contagiado de la epidemia de cólera morbus, que asediaba a la capital. Varios otros miembros de la compañía de opera también fallecieron. Curiosamente, unos años más tarde, en 1861, el poeta y autor de la letra, Francisco González Bocanegra, murió víctima de una epidemia de tifo. Por cierto, en algún paseo por el Centro Histórico puede echar un vistazo a las casas en donde vivieron Bocanegra, en la calle de Tacuba 8, y Jaime Nunó, autor de la música, en Venustiano Carranza 26.

Hay muchísimo más que quisiera comentarles de esta guía, pero necesitaría otras crónicas y varios lectores me reclaman cuando los dejo sin la pausa gastronómica, así es que para seguir con la emoción patriótica que nos despierta el Himno Nacional, vamos a saborear la comida de la tierra de don Benito Juárez, el patriota por excelencia. ¿Qué les parece Oaxaca en México?, el agradable y colorido restaurante que se encuentra en la calle de Violeta 92, en la colonia Guerrero. De entrada lo reciben con un tamalito de chepil, que va muy bien con un mezcal. Después puede compartir una tlayuda con asiento y de plato fuerte alguno de los moles de la región: negro, coloradito, amarillo o verde. De postre unos nenguanitos, un buñuelo rociado o sus famosas nieves. Los fines de semana hay una alegre marimba.