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Mientras la infl uenza (I DE II)
Este juntapalabras no recuerda –como tampoco lo hacen los muchos
a quienes preguntó al respecto– alguna otra ocasión en que
las exhibiciones de cine se hubieran suspendido no sólo en Ciudad
de México, como sucediera en los días inmediatamente posteriores
a los terremotos de 1985, sino también en otras ciudades del país,
o quizá en la totalidad de éste. Eventos como el Foro de la Cineteca
y el Festival Internacional de Cine de Acapulco se han pospuesto,
como tantas otras actividades, “hasta nuevo aviso”, mientras pasa lo
que tenga que pasar con la influenza, cuyas víctimas físicas hasta el
momento son infinitamente inferiores a las víctimas psicológicas.
Con la cartelera cancelada, poco sentido tiene hablar aquí de
cintas que ya habían comenzado a verse –por ejemplo Cochochi–,
lo mismo que de otras a punto de estrenarse –verbigracia Wadley–,
sobre todo tratándose, como de hecho se trata, de filmes mexicanos
con muy escasa o prácticamente nula difusión, las cuales, por
el momento, sufrirán la misma suerte que el resto, pero que no tendrán
la posibilidad que sí les asiste a otras –digamos Wolverine– de
volver a la carga con todo el peso de sus baterías publicitarias.
Mientras la situación vuelve a la normalidad, háblese aquí de
un tema cuyas temporalidad y pertinencia no las fijan brotes ni epidemias,
y que se abordó en marzo pasado, dentro del Festival Internacional
de Cine en Guadalajara, en lo que fue el 3er Foro “Presente
y Futuro del Cine Mexicano”. Ahí, entre otras mesas redondas, hubo
una en la que se abordaron los estímulos fiscales a la producción
cinematográfica o, dicho en otras palabras, lo que se conoce comúnmente
como “el 226”, haciendo con ello referencia al número
correspondiente del artículo de la Ley del Impuesto Sobre la Renta
en el que se establece la forma como un causante está en posibilidades
de destinar cierto porcentaje de dicho impuesto a la producción
cinematográfica, convirtiéndolo
en un deducible.
La productora Inna Payán, presente
en la mesa, abrió la sesión informando a
los presentes que, a mediados del mes
de diciembre de 2008, el 226 recibió un
golpe fortísimo por parte del Sistema
de Administración Tributaria (SAT), consistente
en la interpretación según la
cual “los estímulos fiscales son ingresos
acumulables”. La primera e inmediata
consecuencia de dicha interpretación
ha sido que los contribuyentes
inicialmente interesados en que
parte de lo que habrían pagado al
fisco se destinara a la producción
de alguna película, hayan comenzado
a desistirse puesto que, como lo explicara
más adelante el fiscalista Augusto
Fernández Sagardi, tanto la creación
del Impuesto Empresarial a Tasa Única
(IETU) como la interpretación que el SAT hace de un estímulo fiscal en calidad
de ingreso acumulable, eliminan por
completo el beneficio fiscal de quien
estuviera interesado en aportar dinero
al cine por medio de la aplicación del
artículo 226.
Invitados a intervenir antes que el
resto de los invitados, tanto Inna como
este sumaverbos se aplicaron sobre todo
a la confección de preguntas, entre
otras: ¿Por qué el SAT tiene la facultad de
modificar en los hechos una ley ya aprobada
por el legislativo? ¿Por qué emite
disposiciones que contrarían la intención
de dicha ley? ¿Por qué, desde el
principio –es decir, desde 2006 cuando
fue creado el estímulo fiscal del 226–,
el gobierno federal ha mantenido una
postura retardataria en cuanto a la aplicación
efectiva de dicha disposición?
¿Por qué resulta incluso ingenuo esperar
del SAT, es decir del Poder Ejecutivo
del gobierno federal, una actitud a favor
de una actividad económico-cultural
como es el cine, y no estar siempre
arrancándoles “el favor” de que apoyen
tal actividad? ¿Quién asesora al SAT?
¿Quién les dice que a güevo hay que poner
piedras en un camino que había nacido
plano?
Por su parte, y con absoluto conocimiento
de causa, el cineasta Carlos Bolado
se refirió a la realidad que actualmente
están viviendo productores y
realizadores, entre cuya problemática
no sólo figura la dificultad, tristemente
tradicional, para conseguir recursos, sino
que ahora se suma el hecho de que no
han faltado quienes consiguen apoyos
por medio del 226 pero no los usan –o al
menos no en su totalidad– para hacer la
película que se supone iban a hacer,
sino simplemente para meterse una
lana en el bolsillo. Dijo Bolado, y es menester
creerle, que hay en el medio
quienes quieren enriquecerse y ya,
pervirtiendo desde otro flanco una
figura legal creada con muy distintos
propósitos.
(Continuará) |