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Calderón ofrece a Obama tour cultural en el Museo Nacional de Antropología

Los no desinvitados la pasaron bien

Todo va muy bien, se ufana Los Pinos antes de la cena; asisten los de siempre y otros más

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El empresario Carlos Slim y el escritor Gabriel García Márquez, durantre la cena en honor a Barack Obama, en el Museo Nacional de AntropologíaFoto José Carlo González
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La presidenta del sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo Morales, con García MárquezFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de abril de 2009, p. 9

Los de siempre y otros más. Los infaltables por su peso político y económico. Los de turno en las preferencias del poder. Los que por su talento y galardones salvan de cualquier tropiezo previo en el protocolo y la urbanidad. En suma, los no desinvitados pusieron el broche que cerró la visita de Barack Obama a México, y de la cual, incluso antes de la cena, la administración de Felipe Calderón Hinojosa ya se ufanaba: Todo va muy bien.

Noche cálida, escenario espléndido, menú mexicano sofisticado, invitados expectantes y algunas sillas vacías: esa atmósfera encontraron Calderón y Obama a las ocho en punto, cuando salieron de la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología, una de las dos que recorrieron –la otra fue la dedicada a la Cultura Tolteca– durante una hora, hecho que representó el ingrediente cultural diseñado para la breve estancia del huésped de la Casa Blanca en México.

En la explanada que da al estanque del patio central del museo fueron colocadas las mesas en torno a las cuales la mayoría de los no desinvitados mataron el tiempo entre cocteles, güisquis y bocadillos, mientras una comitiva de no más de 12 personas, encabezada por Obama y el matrimonio Calderón, hacía los honores al pasado prehispánico con las explicaciones de las piezas en exhibición a cargo del director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso de Maria y Campos, según se supo.

Momentos antes de incorporarse a la cena, el mandatario estadunidense saludó a los dos presidentes del Congreso, el senador Gustavo Madero y el diputado César Duarte.

A la misma hora, en la sala Maya, legisladores mexicanos y estadunidenses hicieron lo propio; si bien, se dijo también, éstos aprovecharon para intercambiar comentarios sobre temas comunes de la relación bilateral, y donde al término de la misma pudo observarse que Carlos Navarrete, coordinador de los senadores del PRD, ligó tema con alguno de los visitantes, pues ni siquiera el apremio de los elementos del Estado Mayor Presidencial le hizo apresurar el paso para llegar a su mesa. Él seguía en lo suyo.

Decían las abuelas que de los arrepentidos se vale Dios. ¿Será? Porque, por lo menos ayer, el líder de la bancada del PRI en San Lázaro, Emilio Gamboa, se veía de lo más orondo, seguramente tranquilo con el acatamiento a la instrucción que, dijo en entrevistas, le dieron sus compañeros de no perderse tan importante ocasión.

Bueno, es que ésta ameritaba deponer rápidamente cualquier mohín o proclama política de los ya a estas alturas lejanos tiempos. Conocer a Obama, ¡uff!, quién podía desaprovechar el momento.

El diseño distendido de la cena –con los obligados y normales controles del Estado Mayor Presidencial; en esta ocasión, sin la intervención del servicio secreto de Estados Unidos– permitieron apreciar cómo los no desinvitados tejen y fortalecen sus vínculos:

Elba Esther Gordillo llegó acompañada del gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza; el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, con la mano izquierda vendada, pasó largo rato solo y sin poder enganchar conversación.

También sin compañía, y con andar taciturno, llegó Francisco Hernández Juárez quien, como es común, su peso político lo lleva a compartir escenarios públicos con su patrón, Carlos Slim.

No fue convocado todo el gabinete a la cena. Sólo los titulares de Energía, Gobernación, Economía, Hacienda y, por supuesto, de Relaciones Exteriores. Pero esto no impidió que otros de menor rango, como el titular del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Guillermo Valdés, estuvieran ahí.

En viaje relámpago desde Mérida, donde era anfitrión de importante encuentro, se presentó el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Guillermo Ortiz Mayagoitia.

También asistieron el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz. Y los titulares de los órganos electorales: Leonardo Valdés, del IFE, y María del Carmen Alanís, del tribunal. Y los gobernadores de Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Michoacán y Jalisco. Y los presidentes de PRI y PAN, Germán Martínez y Beatriz Paredes.

Todos hasta hacer una lista de 120, entre los cuales con luz propia –ellos sí– de su talento, brillaban Gabriel García Márquez y el químico Mario Molina.

Himnos, discursos y brindis. Así marca el protocolo. Y entonces la concurrencia se entera de que además de barcos para surcar los mares y combatir a la delincuencia, la Armada de México también dispone de una marimba chiapaneca para amenizar el momento en que todo estuvo dispuesto para degustar el camarón con pico de gallo de jícama, mango y cilantro; filete en salsa molcajeteada con barquita de hoja de maíz, nopalitos asados y calabacitas rellenas de su flor. Y de postre, barrilitos de higo en salsa de zapote y garabato de chocolate.

En resumen, los no desinvitados la pasaron bien.

Concluida la cena, lejos ya del museo, Navarrete publicitó en los medios que había conversado con Obama.