Opinión
Ver día anteriorDomingo 12 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Notas sobre la recuperación de la economía
P

ermítaseme de nuevo recordar algo: la dinámica económica de México se encuentra estrechamente vinculada –para bien y para mal– con la dinámica industrial estadunidense. Menos –a pesar de su importancia para los flujos migratorios– con la dinámica agrícola o de los servicios en el vecino país.

Pero nuestra integración más reciente –la del TLC– derivó en un fortísimo –incluso exagerado vínculo– de nuestra cotidianidad económica, con la industria estadunidense. Tanto nuestra dinámica industrial interna, como nuestra dinámica migratoria contemporánea experimentan y viven muchos de sus aspectos virtuosos o viciosos en función del éxito o el fracaso de la dinámica industrial vecina. Y más específicamente, de la suerte que bien las industrias de la construcción, por un lado y, por el otro, las agroindustrias y las del armado de manufacturas eléctricas y electrónicas, identificadas como industrias de manufactura ligera, aunque en alguna medida vinculadas a alguna de las ramas de alta tecnología.

Pero veamos las condiciones de la industria en su conjunto. Y, más específicamente, las posibilidades ya no sólo del término de su debacle actual, sino de su recuperación. El divino doctor Quesnay –así le llamaba Marx cuando explicitaba su admiración por la escuela fisiocrática francesa– consideraba que la economía funcionaba como un organismo vivo. Con leyes naturales, con memoria, raciocinio y juicio propios.

Lo peor –así lo aseguraban Quesnay, Boisiguillibert y Cantillón– que se le puede hacer a una economía, es intervenir para suavizar, alterar, modificar u orientar sus leyes internas, su funcionamiento natural. Para ellos las tres grandes clases económicas y sociales –productiva, estéril y gobernante– deben relacionarse bajo los términos y condiciones que dicta la madre naturaleza, única creadora del excedente o producto neto, merced –sin duda, aseguraban estos brillantes personajes– al trabajo humano de explotación de los recursos naturales. Todo esto para sugerir que hoy realicemos un ejercicio fisiocrático: ver el comportamiento reciente de la industria estadundiense y sacar de su memoria los términos y condiciones de su recuperación en momentos críticos anteriores, en fases precedentes de recesión productiva.

¿De acuerdo? ¡Hagámoslo entonces! Antes de la caída actual de la producción industrial, el momento de mayor y más alta producción industrial de nuestros vecinos se registró en enero de 2008. Todavía no hay dato oficial para el nivel de la producción de marzo. Pero créanme que será ligeramente inferior al de febrero, como lo señalan varios analistas vecino.’ Y que puede representar un descenso no menor al 12 o al 13 por ciento –incluso más– respecto de ese momento de máxima producción industrial de enero del año pasado.

Bueno, pues si a partir de este abril se tocara fondo, es decir, la producción industrial vecina no cayera más, de acuerdo con la memoria de la velocidad con que creció la industria entre 1993 y 2001 (la fase de más rápido crecimiento industrial estadunidense de toda su historia), ese nivel de enero de 2008 se alcanzaría a finales de 2012 o principios de 2013. Es decir, la crisis financiera se habrá traducido en una retracción productiva de casi cinco años.

Pero –siempre un pero– dadas las condiciones financieras de insolvencia bancaria, baja liquidez, crédito restringido, pérdida en derivados, tasas de interés, entre otras. Y la terrible pérdida de poder adquisitivo de personas y empresas que esta crisis está generando, además de la tremenda y lamentable disgregación laboral y social, es altamente probable que la producción industrial tenga memoria de momentos menos rápidos de crecimiento. Así, con memoria de crecimientos menos acelerados, esa recuperación del nivel industrial de enero de 2008 –considerando que se tocara fondo en abril, insisto– se alcanzaría en el otoño de 2015.

Si esto fuera así, el retraso productivo causado por la crisis financiera del gran casino financiero y rentista mundial sería de siete años. También para nuestra economía, sólidamente enlazada al cabús del tren vecino. Es decir, apenas luego de siete años se tendrían, en parte, las condiciones económicas alcanzadas al inicio de 2008.

Pero digo en parte, porque en el mundo del trabajo se habrán registrado despidos, bajas salariales, imposición de condiciones productivas y laborales más severas, con pérdida de prestaciones, con jubilaciones anticipadas y más restrictivas, con uso forzoso de fondos de retiro, entre otros elementos laborales regresivos, que difícilmente se tendrán las condiciones de enero de 2008 en el mismo plazo. Menos aún con las genuflexas organizaciones laborales que nos caracterizan.

Se trata de la memoria, la terrible memoria de nuestra organismo económico vivo, aunque hoy, en realidad, severamente enfermo. Lamentablemente.