Opinión
Ver día anteriorSábado 11 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Emiliano Zapata: 90 años cabalgando
A

rroyito revoltoso, /¿qué te dijo aquel clavel?/ Dice que no ha muerto el Jefe,/ que Zapata ha de volver. El corrido es eminentemente rural, pero su esencia originaria se refuerza cuando se canta a Emiliano Zapata Salazar, general del Ejército Libertador del Sur, más aún si para hacerlo se recurre a un diálogo entre elementos naturales, del campo. Esto no es historia pasada, sino realidad viva que cotidianamente se recrea en los pueblos y se fortalece en fechas importantes; como este 10 de abril, cuando se cumple el 90 aniversario del asesinato de El caudillo del sur, perpetrado por fuerzas gubernamentales, a traición, porque no podían de frente, como recuerda otro corrido.

La clase política y los herederos de los antiguos hacendados, en contra de quienes lucharon los zapatistas, no pueden librarse de su fantasma y buscan exorcizarlo con montajes a modo, supuestamente para recordar su vida y sus actos, aunque su práctica diaria demuestra que lo que más quisieran es librarse de él y sus ideales.

Pero hay otros que sí lo recuerdan y mucho: los campesinos, los verdaderos, los que trabajan y viven del campo, los mismos que defienden sus tierras como Emiliano les enseñara. Por muchas partes del país el general Emiliano Zapata sigue cabalgando junto a ellos porque, como cuando él vivía y luchaba a su lado, siguen siendo despojados de sus tierras. Los ejemplos pueden ser muchos, aunque sólo algunos han roto el aislamiento y se han posesionado en la opinión pública. Sobresalen los proyectos hidroeléctricos de Temacapulín, Jalisco, y Paso de la Reina, Oaxaca, cuyos habitantes se oponen a la construcción de la presa El Zapotillo y Paso de la Reina, porque inundarían sus tierras, dejándolos sin forma de producir sus alimentos, destruirían el tejido social que los une y eso aumentaría la migración y la pobreza.

Pero no son los únicos. Los habitantes de San Jerónimo Taviche, Ocotlán, Oaxaca, luchan contra las mineras canadienses porque se llevan sus riquezas, mientras ellos se quedan más pobres; la comunidad rarámuri de Coloradas de la Virgen, municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, se opone a ser despojada de su territorio y la explotación de sus recursos naturales por unos cuantos talamontes a quienes las autoridades agrarias dan derecho contra toda evidencia; los pueblos originarios del Distrito Federal luchan contra la privatización de sus tierras para la ampliación del Metro, y los de San Pedro Yosotatu, en la mixteca oaxaqueña, quieren que les devuelvan sus tierras que el gobierno federal pretendió vender a unos invasores.

Hace dos o tres décadas, cuando el gobierno declaró que ya no había tierra que repartir y ofreció recursos económicos para que los campesinos se pusieran a producir las que tenían, muchas organizaciones campesinas cayeron en el juego, abandonaron la lucha por la tierra y con ella los ideales zapatistas, dando lugar a un nuevo corporativismo. Los resultados están a la vista, ahora esas organizaciones o sus herederas dependen para su existencia de los financiamientos públicos; de los pocos que quedan, porque ya está demostrado que la mayoría de ellos no se dirigen a los campesinos de escasos recursos, sino a los grandes que se dedican a la exportación. Este cambio de rumbo tuvo fuertes efectos negativos en la lucha por la tierra, y no sólo se presentó un abandono por obtenerla, sino se dejó el campo abierto para el despojo.

Claro, ahora adquiere otras formas. Ya no es sólo la tierra lo que interesa, sino los recursos naturales en ella existentes, y entre éstos no nada más los forestales y mineros, como fue por mucho tiempo. Ahora lo que más les importa es el agua y la biodiversidad, los recursos genéticos y los conocimientos indígenas asociados a ellos. Por eso este 10 de abril, cuando los campesinos recuerdan el 90 aniversario del asesinato de su general, es necesario que también hagan un balance de lo que han sido estas nueve décadas de lucha, así como de los nuevos escenarios y las formas que habrán de tomar las nuevas luchas que, dada la situación, requieren plantearse como resistencia y emancipación al mismo tiempo. Sólo de esa manera puede sostenerse la veracidad del corrido: Emiliano Zapata no ha muerto y ha de volver.