Opinión
Ver día anteriorViernes 27 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Papa miente y violenta políticas de Estado
B

enedicto XVI rebasó los límites diplomáticos y violentó derechos humanos universales en sus declaraciones sobre el condón de la semana pasada en la capital de Camerún. Él actúa contra el derecho a la información y a la libertad de conciencia al afirmar que “el VIH no se puede resolver con eslóganes publicitarios ni con la distribución de preservativos, y que éstos, al contrario, sólo aumentan el sida…”

Como todo ser humano, Ratzinger tiene derecho a expresar sus opiniones y, como cabeza de una Iglesia a la que se adscribe una sexta parte de la población del mundo, puede difundir la idea de que el uso del condón es un pecado, venial, grave o sacrílego, si así lo decide. Pero lo que no le está permitido es la mentira y la calumnia; él no puede abusar de su posición de autoridad moral para difundir una información contraria a los estudios científicos, sobre todo cuando esa información puede tener efectos devastadores en la salud y en la esperanza de vida de pueblos enteros.

Fue apenas en agosto del año pasado, en la 17 Conferencia Internacional sobre el Sida, realizada en México, que en una de las mesas sobre la efectividad del condón la doctora Nancy Padian y el doctor Myron S. Cohen, de la Universidad de Carolina del Norte, concluyeron contundentemente que lo que hoy está comprobado que funciona es el condón masculino.

Un estudio de la revista Journal Prospects difundido esta semana por Kaiser Family reportó que la educación formal es un factor que ayuda a enfrentar el VIH/sida. El estudio realizado entre jóvenes de 15 a 24 años de Camerún, Ghana, Guinea, Kenia, Malawi y Senegal registró menores niveles de VIH entre quienes tienen mayor nivel educativo. La gente que cuenta con herramientas cognoscitivas puede comprender mejor la información, llegando a reducir el riesgo de VIH hasta en 34 por ciento. El director del trabajo, David Baker, concluye que cuando hay suficiente información, y no prejuicios infundados, la gente adopta estrategias saludables para evitar las infecciones. Este mes también fueron difundidas en la revista británica Lancet muy calificadas opiniones. Peter Piot, director ejecutivo de UNAIDS; Michel Kazatchkine, director del Global Found to Fight AIDS, Tuberculosis and Malaria; Mark Dybul, del O’Neill Institute for National and Global Health Law en Georgetown University, y Julian Lob-Levyt, de GAVI Alliance, expresaron que ha sido subestimada la necesidad de solidarizarse de manera urgente ante la epidemia global del sida, pues hoy sabemos que este mal exige una inusual convergencia de voluntad política, dinero y conocimiento científico.

En México el uso del condón ha tenido avances notables, al menos para la mitad de adolescentes. El uso se ha incrementando de 7 por ciento en 1985 a 51 por ciento en 2000 entre los adolescentes, y de 5 a 23 por ciento entre las adolescentes. La investigación de Cecilia Gayet, Fátima Juárez, Laura A. Pedrosa y Carlos Magis, publicada por Salud Pública de México en 2003 (Vol. 45 suppl. 5), encontró que uno de cada dos hombres solteros, y una de cada cinco mujeres, sexualmente activos, ha usado condón en la primera relación sexual, siendo mayor el uso en áreas urbanas que en las rurales. Hay diferencias de género, edad y estrato social. Las mujeres no toman la iniciativa sino que los hombres deciden el uso del condón en alto porcentaje; iniciarse después de los 18-19 años hace 3.6 veces más probable que usen condón en esa ocasión; los urbanos tienen 1.8 veces más probabilidad de usarlo, y entre quienes no hablan lengua indígena el uso es cinco veces mayor. El nivel de escolaridad es determinante entre los mexicanos –tal como entre los africanos–: tener la secundaria incrementa dos veces la probabilidad de uso de condón en el debut sexual, y 2.5 veces para aquellos con preparatoria o mayor escolaridad.

En otros países de América Latina, único continente con 87 por ciento de católicos, el uso de condón alcanza cerca de 50 por ciento de adolescentes, lo cual coincide con quienes se identifican como no practicantes. Se trata de la población más escolarizada, de quienes aplican el razonamiento científico en la práctica de la prevención por encima de las regulaciones religiosas. De ahí que el Papa tiene menor influencia en las prácticas de prevención sexual de los europeos, aunque 40 por ciento sean creyentes, o en la América angloparlante, donde cerca de la tercera parte se identifica con ese credo.

Las declaraciones del Papa rompen la laicidad en sentido estricto, contradicen la ciencia y la solidaridad de las naciones, vulneran la soberanía de los pueblos del mundo y las políticas de salud de los estados nación. Sus emisarios, obispos y sacerdotes, confundirán desde los púlpitos eclesiales a la juventud, y en vez de ayudar a alcanzar a la otra mitad de quienes no se han sensibilizado, podrían propiciar tasas regresivas de uso del condón, y acelerar el ritmo de crecimiento de la epidemia.