ace ya varios años que la colonia Ex Hipódromo de la Condesa, nombre original, ahora conocida simplemente como La Condesa, ha venido recuperando su antiguo esplendor, convirtiendose en un barrio de moda, especialmente entre los jovenes que ocupan gozosamente los recién construídos lofts
, esos espacios abiertos que copian las antiguas bodegas que hace varias décadas se pusieron de moda en Nueva York, entre otros en el barrio del Soho, en donde adaptaron los viejos espacios comerciales como habitación y estudios.
Alguna semejanza con lo que aquí llamamos lofts
, como dicen en las peliculas, es pura coincidencia
, pero en fin, aquí es la moda y parece ir bien con el estilo de vida actual. La colonia tiene gran encanto por sus parques y camellones arbolados, y como los fraccionamientos que se hacían a principios del siglo XX, tiene banquetas generosas, enjardinadas muchas de ellas, que invitan a caminar. Que diferencia con los fraccionamientos actuales de supuesto gran lujo, como Bosques de las Lomas o Santa Fe, que tienen unas banquetas del ancho de una corbata y prácticamente no tienen espacios verdes ni árboles.
Para entender la novedosa traza urbana de La Condesa tenemos que remontarnos a 1881, en que se creo el Jockey Club, integrado por miembros de la aristocracia porfirista, con el objetivo de establecer un hipódromo; las carreras de caballos eran un deporte considerado de prosapia. Instalaron su sede en la Casa de los Azulejos, coordinando desde ahí la construcción del Hipódromo de Peralvillo, que se tornó en sitio de encuentro de la familia
porfirista. Al paso del tiempo se consideró que el acceso era difícil, por lo que se acordó construir uno nuevo en terrenos de la hacienda de la Condesa, el cual se inauguró en 1910, con lujo y pompa.
Quince años funcionó exitosamente, al término de los cuales, vencida la concesión y desgastado el negocio, los empresarios José de la Lama y Raúl Basurto iniciaron en el predio la construcción de un fraccionamiento, que habría de ser de los más modernos de la ciudad. El arquitecto José Luis Cuevas, encargado del proyecto, decidió aprovechar la traza del antiguo hipódromo, diseñando un original espacio que rompía con el tradicional de emparrillado, que había caracterizado todos los desarrollos urbanísticos capitalinos.
Otro atractivo fue la construcción de dos parques, uno de ellos con un teatro al aire libre. También consideró amplios camellones arbolados, dos agradables glorietas, fuentes y una plaza. Esto se completaba con un audaz mobiliario urbano, que incluía lindas bancas de concreto adornadas con azulejos y su farol integrado, rodeadas de vegetación.
En sus inicios, el novedoso fraccionamiento, igual que ahora, dio cabida a las modas arquitectónicas de la epoca: art-decó, stream-line y zigzag, modernista, californiano y funcionalista, que le dan una personalidad única a La Condesa, que ahora se enriquece con la arquitectura contemporánea.
Otro de los encantos del barrio es su vasta oferta gastronómica, que va desde el cafetín y la taquería, a los restaurantes de postín. Las novedades están a la orden del dia. Una de las sorpresas más agradables es la que nos dió hace unos meses Arturo Cervantes, el queridísimo Arturito, quien por décadas fue el alma del restaurante Champs Elisees, en donde recibía los comensales a quienes conocía por sus nombres, con su encantadora sonrisa y sentido innato de la anfitrionía.
Ahora tiene su propio lugar, Arturo’s, situado en la calle de Cuernavaca 68. En una linda casona con patio ha recreado un encantador bistró
, en el que ofrece una pequeña y selecta carta de especialidades francesas, que van de una sencilla quiche lorraine a un sofisticado entrecote con echalotes. Todos los días ofrece algunos platillos especiales y los domingos siempre hay una grata sorpresa sibarita, que si tiene suerte puede ser una boullaibase, esa joya gastronómica de la cocina francesa.