n un hecho inusitado en la historia de la política exterior de Estados Unidos, el presidente de ese país, Barack Hussein Obama, envió el pasado viernes, mediante un video difundido en Internet y por varias televisoras árabes, un mensaje de felicitación con motivo del año nuevo persa (Nowruz o nuevo día
). En el discurso, el político afroestadunidense se dirigió en particular a los líderes de la República Islámica de Irán. Les propuso un nuevo comienzo
en las relaciones bilaterales, congeladas desde hace tres décadas, tras el triunfo de la revolución islámica en 1979 y el asalto, en noviembre de ese mismo año, a la embajada estadunidense en Teherán. Al mismo tiempo, el mandatario manifestó que Estados Unidos quiere que la república islámica tenga su merecido sitio en la comunidad de naciones
, y añadió que su administración está comprometida a ejercer una diplomacia que aborde todo el espectro de asuntos entre nosotros y a buscar lazos constructivos entre Estados Unidos, Irán y la comunidad internacional
.
El mensaje de Obama, con todo y su carga simbólica –fue pronunciado al cumplirse seis años de la invasión angloestadunidense a Irak–, da cuenta de un nuevo matiz en la política exterior de la mayor potencia mundial, reviste un acento aún imperialista, sí, pero mucho más moderado que en el pasado reciente, y encierra un cariz discursivo muy distinto del cinismo propagandístico y el primitivismo que caracterizaron los discursos en la era de George W. Bush, quien desde 2002 emprendió una campaña de hostigamiento en contra de Teherán cuando definió el llamado eje del mal
, integrado por Irak, Irán y Corea del Norte. El reconocimiento con que el nuevo ocupante de la Casa Blanca se refirió al pueblo persa –una gran civilización
, cuyos logros se han ganado el respeto de Estados Unidos y el mundo
– contrasta con los empeños de la administración Bush por presentar al gobierno de la república islámica como el principal patrocinador del terrorismo de Estado en el mundo
, señalarlo como promotor de la inestabilidad y la violencia en Medio Oriente –con el apoyo a las milicias Hezbollah y Hamas–, e incluso acusarlo de financiar al talibán, acusación, esta última, que pasa por alto las profundas diferencias entre los ayatolas chiítas y el integrismo sunita, respaldado y armado por Washington en el contexto de la invasión soviética a Afganistán.
No será sencillo, sin embargo, que ambos países avancen en un proceso de acercamiento, entendimiento y respeto mutuo, ni bastará para ello con el mensaje difundido anteayer por la Casa Blanca. Durante años las naciones occidentales, con Washington a la cabeza, han mantenido un discurso predominantemente hostil hacia el país persa, que ha sido acompañado de sanciones económicas –ratificadas por el propio Obama el pasado 12 de marzo– e incluso por amenazas bélicas, como las lanzadas por el gobierno israelí en junio del año pasado, cuando el viceprimer ministro hebreo, Shaul Mofaz, señaló que atacar a Irán para detener sus planes nucleares es inevitable
.
Desde comienzos de esta década la Casa Blanca adoptó como verdad oficial la presunta fabricación de armas nucleares por parte de Irán –pese a que tales acusaciones no han sido probadas–, y toleró en cambio el desarrollo de arsenales atómicos en naciones como India y Pakistán –esta última, aliada de Washington en la guerra contra el terrorismo
–, al tiempo que permitió la exclusión de Tel Aviv del Tratado de no Proliferación Nuclear y de las inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Es claro, en suma, que Teherán ha tenido durante todo este tiempo razones de peso para mantener una postura defensiva ante un eventual ataque de la mayor potencia del mundo y su aliado regional.
El mensaje de Barack Obama sin duda es positivo, pero en la circunstancia presente Washington deberá hacer mucho más para revertir los efectos de la política hostil y de doble moral en relación con la república islámica. Por fortuna, no obstante su escepticismo inicial, el régimen de Teherán ha abierto una ventana al diálogo al afirmar que si el mandatario estadunidense hace cambios fundamentales en la política de Estados Unidos hacia otros países, incluido Irán, el gobierno y el pueblo iraní no le darán la espalda
. Barack Obama tiene la palabra.