oy un muy serio cumplidor de mis compromisos con las tarjetas de crédito. Confieso que me he acostumbrado a usarlas y me sentiría muy mal si por todas las razones que ahora se invocan por ahí, desapareciera el sistema o se transformara en forma tal que no pudiera satisfacer su verdadero propósito: no manejar sumas mayores de dinero en efectivo bajo la condición de cumplir estrictamente los deberes de abonar, antes de que causen intereses, los saldos que presentan las puntuales cuentas de los bancos.
Por eso mismo, en mi organización administrativa tengo cuidado con las cuentas mensuales. En el despacho se me informa si alguna de ellas parece rara.
Eso me ocurrió hace cerca de mes y medio, en el saldo de la tarjeta que me otorga Banamex, banco con el que tengo una larga relación de muchos años en el manejo de cuentas corrientes y también en el de tarjetas de crédito, y creo que no ha habido el menor motivo para dudar de mis cumplimientos. Pero apareció el cargo de un misterioso viaje. Mi administradora me preguntó si lo había hecho: el nombre de la línea aérea me fue totalmente desconocido y, ciertamente, no había yo firmado alguna tarjeta para pagar a esos ignorados señores.
Me dirigí por escrito a Banamex alertándolos de esa irregularidad. El valor del cargo no era muy grande: poco más de seis mil pesos. Los señores del banco no son muy cumplidos en orden a contestar correspondencias de ese género, pero ayer me llegó la respuesta: todo un poema.
En una carta sin firma alguna, lo que la hace absolutamente sospechosa, se me indica que lamentablemente mi reclamación fue extemporánea y que ya no tiene remedio lo ocurrido, por lo que me hacen efectiva la supuesta deuda.
No me indican cuál es el fundamento legal de esa sospechosa prescripción de mi reclamación, que fue hecha menos de dos meses después –y tal vez me voy largo– de la fecha en que recibí el estado de cuenta. Simplemente me informan que debo pagar esa cuenta. Alegan una cláusula contractual que ni la transcriben, ni la recuerdo.
Por supuesto que voy a presentar una demanda contra Banamex. No me hace gracia que sea ese banco, por el que desde hace muchos años he tenido simpatía y confianza. Espero ganar la demanda, por supuesto. Pero lo importante es que el propio banco tome las medidas urgentes que exige una conducta de tan poca, si es que alguna, seriedad.
Tal vez sea responsabilidad de la sucursal o quizá de las oficinas centrales. Pero el problema es serio. Simplemente puede ser un sistema para obtener ilícitamente mayores ingresos en esta etapa difícil en la que, dicho sea de paso, la política financiera es ayudar a las instituciones bancarias y que el desempleo cunda y que los desempleados se las arreglen como puedan. ¡Viva el capitalismo!
La lectura diaria de la prensa asombra por la cantidad de recursos, particularmente en Estados Unidos, que se dedican a financiar las pobrezas bancarias que por regla general son resultado de fraudes monumentales. Los afectados se agolpan a las puertas de los bancos, desesperados por la pérdida de sus ahorros.
Estoy seguro que los altos funcionarios de Banamex, alguno de los cuales conozco, tomarán las medidas necesarias para que la historia no se repita. Porque el tema es preocupante.